Bajo ese título, el Centro de Arte Contemporáneo Francisco Hernández, en Vélez-Málaga, invita al visitante a contemplar una exposición antológica de 130 pinturas y esculturas del artista andaluz. Hasta el 22 de junio de 2025
Junto a una fuente de la que mana agua, encontramos una cabeza de enorme tamaño. Es la cabeza de Ana Bolena, injustamente decapitada: Dignidad. A la izquierda, según entramos, otra escultura de considerable tamaño titulada La esfinge, fruto de la admiración del artista por la cultura egipcia. A la derecha, una pintura de las dimensiones de un mural donde varias figuras humanas acercan sus manos: es El relevo. Nunca mejor dicho: ¿qué es la vida y qué es la historia y, en particular, la historia del arte, sino los múltiples relevos entre unos seres y otros, entre unos artistas y otros?
Picasso empleaba un término semejante, “la cadena”, para referirse a cómo unos artistas se alimentan de otros y así se sucede la historia en una dialéctica interminable entre tradición y vanguardia. El arte de Rafael Heredia Cuevas es inconcebible sin una transfiguración creadora a su estilo sobre imágenes y piezas de Picasso y Goya, de Botero y Rivera, de Brancusi y Moore. El Centro de Arte Contemporáneo Francisco Hernández, de Vélez-Málaga, ofrece una exposición antológica de 130 esculturas y pinturas desde el 21 de febrero al 22 de junio de 2025.
Música callada
El título elegido procede de un sintagma del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz. En principio es un oxímoron, pero en el contexto de la obra de Heredia y en concreto de esta muestra es polisémico: primero, como se apreciará, muchas piezas están inspiradas por la música, de manera que es uno de los temas más recurrentes, uno de esos asuntos que atraviesa toda su obra. Incluso su escultura, donde no pocas de sus figuras parece que están hablando y hasta gritando. Segundo: en toda su obra hay música callada desde el punto de vista que en la pintura y la escultura la música es el ritmo y la armonía, en este caso una característica armonía sin simetría. Tercero y no menos importante: sin silencio no hay música, y del arte brota el silencio, silencio que nos ayuda a escuchar y escucharnos, aspecto esencial para conocernos y cuidarnos.
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Uno de los autores que más penetrantemente entendió “la razón poética” de María Zambrano, aquí retratada, como en el Palacio de Beniel, sede de la Fundación, esculpida por Rafael Heredia, fue el poeta, ensayista y traductor José Ángel Valente, que al comienzo de “Cinco fragmentos para Antoni Tàpies” escribió: “Mucha poesía ha sentido la tentación del silencio. Porque el poema tiende por naturaleza al silencio. O lo contiene como materia natural. Poética: arte de la composición del silencio. Un poema no existe si no se oye, antes que su palabra, el silencio”. Cuanto se afirma de la “poesía” cabe comprenderlo desde la creación en cualquier de sus diversas manifestaciones. En esta línea ha declarado el artista José Manuel Cabra de Luna: “Tanta más hondura tendrá un cuadro, una obra de arte, cuanta mayor cantidad de silencio haya sido capaz de acumular”.
Me atrevería a sostener que junto con la vertiginosa aceleración con la que vivimos, la tiranía de la inmediatez, en parte provocada por los usos inadecuados de las nuevas tecnologías, el ruido es uno de los problemas de nuestros tiempos, como ha indicado uno de nuestros escultores más internacionales, Jaume Plensa. ¿Por qué? Porque nos impide escuchar, distinguir las voces de los trinos, pensar y responder apropiadamente. Esta es una de las funciones del arte, ofrecernos silencio y alimentarnos.
Estilo
Podrá gustarnos más o menos la obra de Rafael Heredia Cuevas, pero nadie puede poner en duda que posee un estilo. Al menos desde el Romanticismo, pasando por las Vanguardias, casi todo artista se siente interpelado por el imperativo estético de ser “original”, primera virtud del arte del genio según Kant. Esta tendencia arrastra una voluntad de romper con la tradición y transgredir, rasgo que en no pocas ocasiones ha desembocado en algunas de las imposturas del arte contemporáneo, pues al fin y al cabo no podemos eludir el pasado. En palabras de Eugenio d`Ors, “lo que no es tradición, es plagio”. Sin embargo, a partir de lo que otros han hecho se puede innovar y poseer una voz personal. Eso sí, sin repetición no hay estilo, y la obra de Rafael Heredia Cuevas es repetitiva como la música de Bach. Tampoco sin repetición hay música.
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El estilo de Rafael Heredia Cuevas se caracteriza por formas voluminosas y rotundas que en principio asociamos a Fernando Botero, pero si indagamos más allá remite al Picasso de la vuelta al orden. Y lo identificamos por composiciones geométricas exentas de simetría, lo que proporciona naturalidad al efecto de su armonía. Al fin y al cabo en la naturaleza, donde encontramos sorprendentemente simetrías, nada es igual ni se repite. Asimismo, la obra de Rafael Heredia Cuevas se caracteriza por la sobriedad de su paleta de colores; por cierto primitivismo, por la simplicidad de las formas; por la limpieza de su ejecución; por las líneas sinuosas y curvas; por lo grotesco.
Según Will Gomperz: “Picasso, Matisse, Rousseau, Brancusi, Modigliani, Giacometti, Moore y otros muchos cayeron bajo el hechizo del arte tribal y del arte arcaico. Les atraían su contundencia y libertad, el poder emocional de las formas simples. Además, anclaba a esos artistas en una narración tan antigua como el ser humano: su arte pertenecía tanto al pasado como al futuro”. Salvando las ineludibles diferencias, el arte de Rafael Heredia, donde están casi omnipresentes el primero, el cuarto y el séptimo de los mencionados, también posee elementos modernos y antiguos, como si fuera intemporal.
Mundo
Quien dice estilo dice mundo. Según Nelson Goodman, “la construcción de mundos, tal como la conocemos, parte siempre de mundos preexistentes, de manera que hacer es, así, rehacer”. Dicho en otros términos, partimos en todo tiempo de tradiciones, tradiciones que nos preceden y nos constituyen, consciente o inconscientemente. Esta es la dimensión histórica que nos atraviesa.
No hay mundo propio sin estilo propio. ¿Qué es el mundo de la obra? Digamos que es el espacio que las obras abren y que podemos habitar imaginariamente. Pero sin olvidar el tránsito: de la vida a la obra y de la obra a la vida. Puesto que se trata de volver con la mirada cambiada. Si el arte sólo fuera una fuga de evasión carecería del poder que realmente posee para alterarnos y transformarnos. Quiero decir que la experiencia del arte nos permite reconocer nuestra experiencia del mundo y configurarla y reconfigurarla.
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La noción de mundo exige una coherencia interna, lógica. Y esto a su vez exige repeticiones: no hay estilo sin repetición. En el mundo de Rafael Heredia Cuevas observamos que se repiten figuras y temas, inspirados en el mundo del arte como en la experiencia de la vida: pensemos en la música, en las cuatro estaciones, la plasticidad del toreo, pero también en la comunicación-incomunicación, en el sufrimiento (El sacrificio, víctimas de las diferentes variaciones de Eterno Guernica…).
Si el mundo surrealista de Dalí aborda lo inconsciente y lo onírico, el mundo voluminoso y grotesco de Rafael Heredia Cuevas nos muestra la distancia entre lo ideal y lo real, la imposibilidad de estar acorde con la vida, la incomunicación y el anhelo de una inocencia que recupere el paraíso perdido.
Lo grotesco
Una de las características de la obra pictórica y, sobre todo, escultórica, de Rafael Heredia Cuevas es lo grotesco, que está en los orígenes de la modernidad y está en Goya. Es una categoría estética moderna que linda con lo caricaturesco, lo cómico y lo satírico. Según el filósofo e historiador del arte Valeriano Bozal, “lo grotesco se ha convertido en uno de los caminos fundamentales del arte contemporáneo. En su interior habita la sátira, pero esta no es ya una deformación más o menos caricaturesca de la realidad a la que se parece: el arte contemporáneo construye una imagen nueva, ‘la fabrica’ decía Adorno, desde la cual podemos contemplar lo cotidiano”.
Con el fin de distinguir se diría que antes del Renacimiento la mímesis era de una forma relativamente común, similar, mientras que a partir de la Modernidad la transfiguración figurativa es más acusada y notable. También lo grotesco parte de la realidad y procede de forma figurativa por mímesis, pero deforma hasta tal extremo nuestra visión de lo real, sin dejar de reconocerla, claro, que le permite acentuar aspectos en los que habitualmente acaso no reparamos de modo suficiente. Creo que Rafael Heredia no pretende criticar los cuerpos, sino antes bien aquello que depende más de nuestros márgenes de libertad-responsabilidad, es decir, aspectos sociales y morales, aunque los observemos a través de deformaciones de los cuerpos, naturalmente, porque la pintura y la esculturas son mudas, aunque nos puedan hablar tan claramente.
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Entre los materiales que emplea en su trabajo Rafael Heredia destacan el gres, la terracota, el bronce, la microcemento, el poliéster, poliestireno expandido, pátinas y lacas de automóvil. El escultor talla directamente sobre bustos de gres. Como son piezas macizas o casi el horneado se realiza en un tiempo superior al habitual. Los acabados están sumamente cuidados, con imprimaciones, lijadas y pulidas hasta conseguir una superficie impecable, grata tanto al tacto como a la vista, que también acaricia y sueña.
Datos útiles
Música callada
Rafael Heredia Cuevas
Centro de Arte Contemporáneo Francisco Hernández de Vélez-Málaga
C./ Félix Lomas 27
Hasta el 22 de junio de 2025