La multidisciplinar creadora vasca invita al visitante a compartir un recuerdo hecho promesa, a través de quehaceres anónimos. Retratos de religiosas donde el uso brillante del color y la libre textura ordenan un caos interior de emociones dentro de un marco fuera de serie que nos une más si cabe al misticismo que alimenta su paralelo mundo creativo. En la iglesia San Ignacio de Loyola (Madrid) hasta el 14 de enero
Un recuerdo anclado, nítido, del pasado constituye el origen del nuevo trabajo expositivo de Elena Arrese Villanueva (Tolosa, Guipúzcoa, 1966). Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Deusto, pero con duende de artista desde siempre, escala con esta reinterpretación de EL FLOS SANCTORUM nuevas posiciones hacia un mundo celestial en este difícil parámetro del Arte y, cosecha ahora un nuevo hito, con mayúsculas, en “HABITOS”. Escenas mundanas hechas retratos de sus queridas cercanas Clarisas.
Ya tan solo el marco expositivo lo anuncia. Para ello, ha elegido con suma delicadeza, como todo en lo que se involucra y ha salido del convencional espacio galería para albergar e iluminar con sus místicas piezas, hasta mediados de enero, los vetustos e históricos muros del templo de San Ignacio de Loyola (de los Vascos), en pleno barrio de Las Letras de Madrid.
La solemnidad y el rigor de la obra de Arrese, que ya ha demostrado en tantas colectivas e individuales, se mimetiza y respira ahora, por doquier, nada más cruzar el umbral glorioso de su fachada pórtico, construido en origen sobre el solar del antiguo Colegio de los Ingleses, fundado en 1611 por César Bogaccio.
Dieciocho tablas de técnica mixta y óleo, siete en formato grande (175×130 cm), nueve medianas (130×65 cm) inéditas, que a modo casi de retablo te anuncian los pasos y te van guiando por la senda introspectiva trazada por ella que no es más que su inquietud hasta culminar en el altar de este religioso edificio, varias veces remodelado, dedicado al fundador de los Jesuitas y tercero de la Compañía en la capital.
Un misticismo que se palpa y culmina, cierra un lento proceso creativo abierto años atrás, en 1995, cuando coincidiendo con el nacimiento de su hija, Arian, conoció a las 18 hermanas que vivían en sus quehaceres de paz, oración y recogimiento, alejadas del mundanal ruino en el convento de Santa Clara en Tolosa. Una forma de vivir distinta, elegida por una vocación ahora inexistente que, a priori, no entendía, pero que con el paso del tiempo, al comprobar más tarde su actitud, su optimismo por la vida se contagio de ella. Que lo envuelve todo, como el silencio que se inhala al contemplarlas ahora, pero de una manera dulce y sutil, elegante, nada tenebrista, aunque lo pueda parecer por el enclave, como es ella, por ende, su pintura de espíritu silvestre.
Un flash que viene a dar forma y reinterpretar la vida en clausura, sus hábitos, de las últimas Clarisas (amigas) de su ciudad natal que marcaron su tiempo de juventud y a las que ahora honra de nuevo. Retratos anónimos de vidas santas que inspiran. Una mezcla de sus anhelos personales con el discurrir de la vida que nacen del caos personal que ella reconoce, pero que con el tiempo y recreándose en sus sentimientos y emociones cobran forma expresiva a través del volátil pincel.
Llamada al recuerdo, a la melancolía, saudade que dicen los portugueses, retomando las tres tablas ya pintadas hace 25 años, donde se impregnan los trazos de la amistad con la orden religiosa que ahora ve con añoranza desdibujarse, como una sensación entre lo terrenal y lo espiritual, vidas apasionantes, sin abandonar ese particular toque onírico que presenta siempre en su obra con ese pequeña chispita brillante, como sus ojos, con la satisfacción que supone el deber cumplido.
“Es un trabajo, verdaderamente, especial para mí, que estaba pendiente y deseando realizar”, reconoce la artista que pertenece al creativo grupo de Las Vascongadas, emprendedora infatigable, creadora de marcas como “Mitxoleta” o “Art-Panel”, por las que ha sido bien galardonada. Amante del impresionismo, el uso revolucionario del color y la licencia de desarrollar esa creatividad sin corsé. Dibujo, pintura, escultura, ilustraciones, todo un crisol que define su imantada personalidad.
Un capitulo que ahora cierra en su vida para seguir creciendo artísticamente, con esta serie mística que rescata para tan singular céntrico enclave. Muestra que forma parte del primer Salón de Otoño que engloba a pintores y escultores vasco-navarros. “Y podrás conocer recordando del pasado soñar los turbios lienzos…” La vida es tiempo fugaz marcada por lo que somos, los recuerdos y emociones vividas. Y su pintura, una manera sencilla y bella de no olvidar lo que uno es y da sentido a la verdadera existencia.
César Serna
Datos útiles
“HABITOS”, Elena Arrese Villanueva
Iglesia de San Ignacio de Loyola, calle del Príncipe, 31. Madrid. Visita: jueves, viernes y sábado de 17:00h.-20:00 h. Domingo de 12:00h.-14:00h.
Hasta el 14 de enero de 2024.