Baruj Salinas: el cosmos, entre la figuración y la abstracción

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El artista cubano exhibe parte de su obra en Encuentro con la belleza, una muestra en el Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga «Francisco Hernández» en la que se aprecian sus vínculos con María Zambrano. Hasta el 8 de enero

Baruj Salinas (La Habana Vieja, 1935) es de orígenes judío-sefardíes, de aquellos expulsados de España en 1492. Sus padres, procedentes de Turquía, huyeron del conflicto turco-griego, y se conocieron en Cuba, donde nació él. Estudió Arquitectura y se graduó en la Universidad de Kent State, Ohio. Desde 1959 a 1974 vivió en Miami, y en este último se instaló en Barcelona, donde conoció a artistas como Joan Miró, Antoni Tàpies y Alexander Calder, entre otros. En 1992 regresó a Miami, donde reside desde entonces, ejerciendo la docencia en el Miami Dade College, InterAmerica Campus, y creando. 

Su obra puede verse en numerosas colecciones y museos de América, Europa y Asia, entre las que voy a destacar las siguientes: Art Institute os Chicago, Biblioteca Nacional (Madrid), Museo de Arte Contemporáneo LatinoAmericano (MACLA), Museo de Arte Moderno (México D. F.), Museo José Luis Cuevas (México D. F.), Museum of Israel (Jerusalem), Museum of ther Americas (Washington).

No es casual que su obra se exponga en el Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga: sus vínculos con María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904- Madrid, 1991) son múltiples. De hecho, la exposición ha sido organizada por la Fundación que lleva su nombre. Se conocieron durante el exilio de la pensadora en Ginebra (Suiza), y desde entonces colaboraron en cuatro ocasiones.

Una de las salas de Encuentro con la belleza de Baruj Salinas en el Centro de Arte Contemporáneo «Francisco Hernández». Todas las fotografías del reportaje son de Luis Reyes Hurtado, director del centro.

Además Salinas pintó varias portadas de sus libros y carteles de congresos en torno a la obra de la filósofa. Aquí se pueden observar algunas de estas colaboraciones y la correspondencia mantenida entre ambos. Asimismo, Salinas ha colaborado con otros poetas próximos en mayor o menor medida a su órbita, como Lezama Lima, José Ángel Valente o Pere Gimferrer, entre otros.

Es interesante poner de manifiesto que la obra de María Zambrano no sólo mantiene un vivo y fecundo diálogo con el pensamiento filosófico, también lo hace con otras modalidades artísticas, como la pintura, la literatura, la poesía, el teatro… Prueba de que la razón poética abarca todas las formas de creación en una enriquecedora y conciliadora simbiosis entre emoción y logos, sentimientos y pensamientos.

A propósito de Ramón Gaya, Zambrano escribió: “De la pintura, como de todas las cosas visibles, lo más decisivo es el modo de su presencia; lo más `superficial´ es lo que puede darnos la clave de lo que encierra. Pues que lo visible nunca lo es ya desde siempre y del todo, sino que alcanza a serlo, y más si de humana creación se trata, por manifestar al fin algo que no puede seguir oculto. Pero como nada logra hacerse manifiesto enteramente, el juego entre ocultación y visibilidad marca el modo de la presencia, lo que implica una manera de entrar en el espacio y de fluir en el tiempo”.

A simple vista, desde cierta distancia, y sin leer los títulos de las obras de Salinas, parece que asistimos al nacimiento o al renacimiento sin fin del cosmos con una poderosa dimensión telúrica. Valente observó que la pintura de Salinas está hecha “de centros y de círculos, de esferas y de espacios giratorios, de explosiones y órbitas, de súbita energía o concentrada luz en donde repentinamente toma forma la fuerza que en lo alto se condensa”.  

Sin embargo, a poco que nos aproximamos a ella observamos que en medio de esas manchas de color y de luz que parecen abstractas se deslizan líneas de figuración, como sucede en no pocas ocasiones con la denominada abstracción. Pienso en Claros del bosque IV (2006), cuyo título es una indudable alusión a una de las obras mayores de María Zambrano. En Flor (1996) es todavía más evidente. Rogelio Blanco, en la introducción del catálogo, describe otra serie de fenómenos naturales que se vislumbran en la obra de Salinas a pesar de su notable grado de abstracción: “el reposo del mar Mediterráneo o la manifestación huracanada del mar Caribe, la plasmación de las flores ajardinadas o el agitarse de las palmeras o la plasmación de cuerpos celestes, nebulosas, nubes, fuerzas naturales que canaliza en su trayectoria creadora”.

Una de las salas de la exposición de Salinas.

Del mismo modo que en el proceso de abstracción del conocimiento de cualquier individuo se simplifican las formas en sus elementos esenciales, se diría que en el paso de la figuración a la abstracción se produce semejante fenómeno. ¿Puede desplegarse la imaginación sin sujetarse en la memoria? ¿Podemos percibir o recordar sin figuraciones nuestras?

Eso sí, imágenes y palabras, a pesar de que en la vida cotidiana se complementan, como advertimos en el arte: ¿por qué leemos los títulos de las obras? ¿Significarían lo mismo, podríamos entenderlas igual sin estos? ¿Por qué el cine es imagen en movimiento y, a excepción de la etapa muda, con palabras? ¿Podemos interpretar correctamente las fotografías de los periódicos sin los pies de foto?

Sí, a pesar de ello, imágenes y palabras habitan en mundos inconmensurables. Como señaló Foucault en Las palabras y las cosas, “por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáfora, de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en el que ella resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis”.

Entre sus principales influencias pictóricas cabe destacar a Rothko, Pollock y De Kooning. Pero su inclinación por el arte denominado abstracto quizá provenga de antes, de la impronta de la cultura judía, que renunciaba a la representación humana y, según declara el propio artista, a “mi tendencia por la búsqueda de la espiritualidad y el rechazo de lo mundano y de lo terrenal”. Me pregunto a menudo si no es la pintura, y el arte todo, un ejercicio espiritual, un proceso de ascesis, entendida no tanto como una renuncia sino antes bien como una preparación ante lo incierto del destino.

Así lo describe María Zambrano: “el anhelo que llega a ser amor en la pintura de Salinas, no encuentra más punto de partida que ese que sigue desde lo más hondo y al par originario de su ser humano, el desposeerse cuanto es posible, el retroceder a un tiempo anterior a su acción, que es mirada sobre todo, a un congeniar con la realidad, a un ir apareciendo congénitamente con ella y no ante ella; no haber hecho la soledad en sí mismo, para ver mejor”.

La pintura de Salinas es, pues, un ejercicio espiritual análogo al que recorría aquel santo carmelita con la poesía según formula María Zambrano en San Juan de la Cruz. De la noche obscura a la más clara mística, como si se pudiera fundir con el cosmos, el espacio del que provenimos y al que vamos, y realizar la muerte en vida. ¿Acaso no se trata, ya sea mediante un arte u otro, de llegar a percibir, comprender y vivir de otra forma?   

Sebastián Gámez Millán

Datos útiles

Encuentro con la belleza de Baruj Salinas

Centro de Arte Contemporáneo Vélez-Málaga «Francisco Hernández»

Hasta el 8 de enero de 2023

Organización: Concejalía de Cultura y Patrimonio Histórico, CAC y Fundación María Zambrano

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