Jorge de Oteiza, escultura sin aditivos

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La Galería de Arte David Bardía ofrece un sensacional recorrido homenaje, en tres etapas, por la obra póstuma de este mago vasco de la escultura, considerado el “obrero metafísico”, que cimentó la vanguardia de una nueva generación de escultores. Hasta el 25 de noviembre

Quizá nos hallamos ante una de las más significativas muestras sitas en la David Bardía Galería de Arte, por toda la artística esencia y el valor que en ella se despliega. Nunca es tarde y nadie se va del todo, si se recuerda el legado de lo bien hecho, de lo vivido. Este es el caso de Jorge de OTEIZA (Orio 1908- 2003 San Sebastián, Gipuzkoa) con mayúsculas, quizá “el máximo exponente de la escultura vasca y su escuela”.

Un homenaje, siempre merecido, razonado, a este autodidacta de formas abstractas y figurativas, forjadas con manos expertas, en acero pintado negro, base de madera, bronce y aluminio a pequeñas y grandes escalas, como su talento, bebedor del cubismo y primitivismo, a través de diferentes volúmenes que colman e impregnan la sala de su eterna personalidad.

La de este guipuzcoano aguerrido, fuerte, como la tierra, Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco y medalla del Círculo madrileño de Bellas Artes, de dilatada trayectoria, desde 1934, que partió hacia las estrellas, el lugar que le corresponde a los grandes, un abril, dejándonos su maravilloso legado, que también puede visitarse en su homónimo Museoa (museo), obra de F. J. Sáenz de Oiza, para deleite de todos. Porque ahí radica la esencia del Arte, y del artista, que no es otra que la generosidad de compartir una experiencia vital fuera de su presencia.

Una ardua tarea de búsqueda y selección por parte de la magistral galería madrileña y de los numerosos amigos, José Manuel Ciria, compañeros de profesión, mecenas, coleccionistas como Javier Álvarez Folgueras, el fotógrafo Julián Ribas o la familia Martínez-Zabala que han hecho posible, con la virtud de su amistad, que este recordar a Jorge, el amigo, ahora vea la luz, con esta precisa exhibición, veintena de piezas, catalogadas, que vienen a patentar un punto de inflexión en lo que a la escultura nacional se refiere.

Sumergirse en el Universo OTEIZA, sin aditivos, es bucear en los albores de una vida apasionante, de sensaciones, de vivencias frenéticas hechas obra de arte atemporales, ahora extrapoladas, sin perder el cariz original. Su interés inquieto, creativo, por la forma y vida en otras latitudes, Argentina, Colombia, donde desarrolla parte de su carrera, le llevó, cual explorador por rincones insólitos para descubrir la belleza de los objetos, como toparse, por ejemplo, con el Arte precolombino. 

El desfiguramiento de la figura que intenta expresar, después, en una obra, casi prohibida, para la Basílica de Arantzazu (Oñati, Gipuzkoa, en 1950), proyectada por Francisco Javier Sáenz de Oiza.

La transestatua de Oteiza

Años más tarde, y siempre marcando el paso, el constructivismo se convirtió en su compañero de viaje más creativo.  Inicia así un proceso espiral, retorcido, acusado del vaciado de la materia que se plasma en elegantes figuras, donde la verticalidad ligera lo es todo.  Nace así La transestatua, término que acuña el maestro arquitecto, ensayista y poeta de numerosos poemarios de extremada belleza, y con el que bautiza su nuevo giro artístico: “propósito experimental”. Una corriente investigadora en torno a las formas geométricas clásicas (cubo, cilindro, esfera). Y establece esa difícil, pero siempre eterna, dicotomía del baile entre la luz y la sombra que persigue al artista, allá donde se proyecta.

Todo un triunfo, reconocido Premio en la IV Bienal de Säo Paulo, en 1959,  sobre pequeñas maquetas, con singulares dibujos en diminutos cuadernos Operación Urgente, que alcanzan la dimensión después y el rigor necesario en 28 piezas agrupadas en 10 familias, en torno a cuatro obras, que vino a cerrar una etapa abierta a otras inquietudes más teóricas. Surge así, de su magia innata, el llamado Laboratorio de Tizas (1972), donde el elemento prismático, es decir, la tiza y unidades tipo (cuboides, matrices Malévich) son la base prioritaria en su quehacer. Una de las tres partes integrantes de esta exposición homenaje junto a la desocupación de la esfera, las cajas y la parte metafísica.

De fuerte carácter prolongado, incansable agitador cultural, sienta las bases para el desarrollo de un arte propio de la zona, como impulsor de la Escuela vasca escultórica. Bilbao, taller y refugio, donde se asienta a su regreso, desde el 48, significará también un sello importante en su trayectoria, que queda inmortalizada en 2002 con una escultura “Variante avoide de la desocupación de la esfera” frente al consistorio. Pero sin darse cuenta, o a lo mejor sí, abrió las puertas a una nueva generación de escultores españoles que vieron en él a la gran fuente subliminal de inspiración que es hoy y será siempre. In Memorian.

César Serna

Homenaje a OTEITZA

David Bardía Galería de Arte (Calle Villanueva, 40, Madrid)

Hasta el 25 de noviembre de 2022

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