El historiador del arte estadounidense, uno de los máximos expertos en la obra de Velázquez y en la pintura española del Siglo de Oro, ha fallecido a los 82 años tras una larga enfermedad. Recordamos la figura de Brown con una entrevista que concedió a Descubrir el Arte con motivo del proyecto del Salón de Reinos
P. “España tiene una deuda de gratitud con Felipe IV por el engrandecimiento de su patrimonio cultural, una deuda que será pagada con la recreación del Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro”, escribió usted en 2005. Un cuarto de siglo antes, justo antes de que John Elliott y usted publicaran su ya clásico estudio sobre el Buen Retiro, la figura de este rey yacía desprestigiada en el olvido. ¿Cómo se obró este cambio?
R. En mi caso, mi interés sobre el papel de Felipe IV empezó a cristalizar a finales de los sesenta, a medida que empezaba a investigar más a fondo sobre Velázquez. Según avanzaba en la preparación del libro sobre el Buen Retiro con John Elliott, la marginalización histórica de la figura de Felipe IV se me presentaba como un hecho cada vez más flagrante. En cierto modo, sus fracasos políticos se tradujeron en un fracaso artístico, en el olvido. Como gobernante fue un desastre, nadie lo pone en duda, pero ante todo fue un gran esteta.
P. El problema es que su contribución quedó oculta, primero, y dispersa, después. Felipe IV, en realidad, dejó un legado de “tan solo” cientos de obras de arte.
R. Felipe IV sigue siendo visto como un rey fracasado, pero es que realmente no tuvo siquiera oportunidad de brillar. Por otra parte, es cierto que no quedan apenas restos monumentales de su reinado. El palacio del Buen Retiro desapareció casi en su totalidad y el Alcázar pereció en el siglo XVIII. Todos los edificios que construyó Felipe IV fueron tan frágiles como su monarquía. No hay un monumento, un Escorial al que uno pueda ir para apreciar su labor como impulsor esencial del Siglo de Oro español. Fue, a pesar de todo, una persona con gran sensibilidad que tuvo que enfrentarse a una situación política convulsa a la que no supo responder a la altura de las circunstancias. Curiosamente, conforme la fortuna de sus reinos declinaba, su interés por el coleccionismo se acrecentaba más y más.
P. ¿Es el proyecto del Buen Retiro una oportunidad entonces para monumentalizar ese legado, digamos, intangible de Felipe IV? Esta dimensión “curatorial” de su reinado además conecta muy claramente con los intereses del espectador y las instituciones de hoy.
R. Creo que curatorial es un buen término, ¡aunque Felipe IV sería más bien el director de ese hipotético Museo Filipino! Y Velázquez se convertiría en la última etapa de su carrera en su comisario, o conservador, como se prefiera. El interés público por los asuntos artísticos que resultan de su actividad como coleccionista no tenía parangón alguno, aparece como de la nada y acaba convirtiéndose en una figura crucial de la historia del coleccionismo europeo. Mi interés por la historia del coleccionismo de hecho se la debo a Felipe IV. Empezó con el libro sobre el Buen Retiro, pero fue expandiéndose hasta llegar al coleccionismo actual. Cuando empecé a trabajar en El triunfo de la pintura, que estudiaba la historia del coleccionismo en las cortes de España, Inglaterra y Francia en el siglo XVII, estaba convencido de que España saldría victoriosa de esa comparación. Estaba harto de leer una y otra vez que Carlos I de Inglaterra había sido el coleccionista más importante del siglo XVII, sabía que eso no era cierto. En mi libro traté de reajustar esa concepción errónea y mostrar a Felipe IV en su justo e indiscutible papel como el mayor coleccionista de su tiempo.
P. Está, además, el aspecto de la autenticidad histórica y la contextualización, algo que hoy se valora mucho más, el hecho de que, en un determinado momento, Felipe IV, Olivares y Velázquez contemplaran esas pinturas desde el mismo lugar que nosotros. Algunas de ellas incluso fueron concebidas estéticamente teniendo en cuenta su localización. ¿Qué opina del nuevo proyecto?
R. ¡Estoy totalmente a favor! Afortunadamente, la tormenta política respecto al Buen Retiro se ha disipado y parece ser que este majestuoso homenaje a la historia de España y a su cultura va a hacerse realidad. Es algo de lo que España debería sentirse orgullosa.
P. ¿Por qué cree que el proyecto anterior no salió adelante?
R. Fue todo, yo creo, por cuestiones políticas. El Salón de Reinos está inevitablemente ligado a la España imperial y su historia bélica. Luego llegaron las elecciones de 2004, con todo lo que ocurrió, y tras el cambio de gobierno el proyecto quedó aparcado.
P. El clima político de principios de la década pasada tampoco contribuyó a calmar las aguas…
R. Desde luego que no. Hasta el director del Prado llegó a dimitir por diferencias de criterio justo por aquellos años. Ahora la situación es diferente.
P. Hoy tenemos a otro Felipe en el trono, como su ilustre antecesor, también enfrentado a una grave crisis económica y a la amenaza de fragmentación territorial.
R. Es exactamente así. Un proyecto de este tipo siempre va a estar sujeto a interpretaciones de todo cuño, es inevitable tratándose de arte. Recrear lo que en su día se gestó como tributo al poderío militar del rey de España es algo que puede incomodar a algunos sectores, y los historiadores del arte tienden en general a una visión pacifista y conciliadora. Pero el Salón de Reinos no es más que un artefacto cultural de un personaje que tiene un peso fundamental en la historia del arte español y que entra en escena en este mismo momento. Él y Olivares eran maestros de la propaganda política y esto es un hecho histórico.
P. No ayudaba tampoco la indisoluble asociación del franquismo con el pasado imperial y la impronta del antiguo Museo del Ejército en el edificio del Salón de Reinos.
R. Cierto, pero creo que es posible ceñirse a la visión estrictamente artística de todo esto. Los pintores que participaron en el Salón eran las grandes figuras del momento en Madrid y ninguna generación fue excluida. Es todo producto de un cuidadoso diseño artístico. Al Salón de Reinos hay que verlo como la glorificación del Siglo de Oro español, ese capítulo de la historia del arte hispano tan fértil y rico.
Francisco J. R. CHAPARRO
*Esta entrevista se publicó en el número 204 de Descubrir el Arte.