La primera exposición de Josep Tornero en La Gran, un nuevo espacio expositivo que abrió sus puertas el pasado octubre en Madrid, toma como título el bello pero desalentador arranque de una disputa en forma de poema que Pasolini mantuvo a mediados de los años cincuenta con otros intelectuales de la izquierda
Oscuro es casi el mediodía / en la luz térrea del coppedé vivaz / y del mármol fascista, ya incoloro / uniforme casi desusado de lana / de antemarchas cínicos ya no primerizos / en una sucia fotografía.
No en vano, el inventario de turbadoramente bellas imágenes que el artista muestra en sus últimos trabajos refleja un horror incesante que no es sino una constante que la historia repite mientras permanecemos deslumbrados por el espectáculo que el poder pone ante nuestros ojos, como ha descrito Pedro Medina.
La propuesta que Josep Tornero presenta en La Gran está desarrollada a partir de un inventario de imágenes icónicas de la historia –fundamentalmente la más cercana– realizado mediante diversos registros técnicos, que hacen referencia al paso del tiempo y a la construcción del presente. Y supone una relectura, ampliada a partir de sus nuevas investigaciones sobre la memoria y la metamorfosis de las imágenes, de su proyecto La desaparición de las luciérnagas, otro poético título de referencias abiertamente pasolinianas.
En ese trazado expositivo –mostrado en 2019 en el Centre del Carme de Valencia– el artista se remite a la desesperanza del cineasta y poeta italiano, quien en 1975 relacionaba metafóricamente la extinción de la luz de las luciérnagas en la Roma de los años sesenta con el cegador resplandor que exhalaba la continuidad del fascismo, cuyos violentos reflectores, alimentados por la incombustible energía que genera el miedo, arrasaban la tenue luz emitida por los miles de pequeños lampíridos que construyen la cultura y la lucidez de los pueblos.
Tornero entiende la imagen “como portadora de reminiscencias fóbicas, de tensiones emocionales que se transmiten de época en época. Lo más oscuro y reprimido de una cultura es lo que sobrevive, aunque sea como impresiones subyacentes al aparente orden formal”, como señala Anna Adell. Por eso, lejos de ocultarlas, Tornero se sirve de las diferentes imágenes que del horror han ido dejando los archivos (los desafiantes retratos de los soldados del ejército nazi, Juana de Arco afeitada por el
verdugo, el Helter Skelter escrito por Manson con la sangre de sus víctimas, el humo de las Torres Gemelas cayendo, el anillo infernal de Sandro Botticelli, las Furias de Ribera…) para tratar de situar la perplejidad en el mismo centro de toda reflexión. De forma que esta perplejidad, en lugar de paralizar al espectador, le mueva a desterrar la desidia, activar el pensamiento y con él la luz de las luciérnagas que se resisten al resplandor cegador de los reflectores: organizar el pesimismo para descubrir en lo político un espacio de imágenes.
Josep Tornero
Nacido en Manises, Valencia, 1973, es licenciado y Doctor en Bellas Artes por las Universidades Politécnica de Valencia y de Murcia, respectivamente. En esta última es docente.
En su obra, básicamente pictórica, intenta trabajar ideas y conceptos a partir de imaginarios en los que introducir enigmas, abordando lo no visible desde una aproximación a la historia de las imágenes, potenciando de esta manera la idea de retorno. Surge así un interés hacia el descubrimiento, sentido este como una experiencia visual referida a la semejanza y la desemejanza, a la figura y la desfiguración, a la forma y lo informe.
Partiendo de un trabajo previo de búsqueda y archivo, Josep Tornero realiza instalaciones pictóricas a modo de collage, buscando correspondencias entre imágenes en apariencia inconexas que permitan
construir una historia. El extraordinario uso del blanco y negro y los efectos pictóricos de arrastre vienen a resaltar la crudeza de la luz mortecina de la que emergen, como fantasmas del pasado, imágenes de rostros carcomidos por el miedo, de bustos camuflados con máscaras de gas y de otras figuras grotescas que intentan remover la conciencia del espectador y que este no quede impasible.
Entre sus numerosos premios se encuentran el del XI Certamen de Pintura Parlamento de La Rioja; Beca de residencia 2019 de la Casa de Velázquez en Madrid 2019; Convocatoria Escletxes 2018-20 de la Generalitat Valenciana o las Becas de la Real Academia de España en Roma 2015-16. Desde 2015 ha expuesto individualmente en el Centre del Carme de Valencia y en la Galería T20 y el Centro Párraga, ambos en Murcia; y colectivamente en numerosos centros públicos en España, Italia o Suiza.
Su obra se encuentra en colecciones como la del Parlamento de la Rioja, las de las Reales Academias de España en Roma y de Bellas Artes de San Carlos de Valencia o Universidad de Murcia.
La Gran
Abrió en Valladolid en 2015 en el espacio íntimo de una casa, buscando transmitir que el entorno del arte podía ser algo aprehensible y cercano. Representa la obra de doce artistas (nueve de ellos mujeres) interesados por la interacción de los fenómenos estéticos con sus contextos sociales o
políticos y ha participado en ferias como Estampa, ArteSantander, Art Marbella o JUSTMAD antes de trasladar su actividad a Carabanchel, Madrid, en 2019.
Durante la presente temporada 2019-2020, La Gran y Espacio Líquido (Gijón 2001), están desarrollando proyectos comunes, tanto en el espacio de La Gran en Madrid como en ferias y otros ámbitos, en una alianza que permita visibilizar sus propuestas, las de los artistas con los que trabajan y las de otros agentes afines a sus intereses con el objetivo de evolucionar hacia un concepto más ambicioso, flexible y amplio que el que ambas galerías puedan aportar por separado.