Estimado Vicente, te escribo siguiendo el formato de «carta abierta» por ser el mismo que tú has utilizado para dirigirte al presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, tras los comentarios que él hizo en un programa de televisión acerca de una obra tuya. Todos conocerán el caso: labraste un relieve representando a Revilla y a él no le gustó nada. Y, como es habitual en las declaraciones públicas del presidente cántabro, lo hizo saber a todo el mundo sin andarse por las ramas
Observando el relieve que has hecho y leyendo tu carta, encuentro muchas cosas que me extrañan. Me sorprende por ejemplo que tomes la opinión del presidente como una falta de respeto -todos los que hacemos obra pública estamos sujetos al libre ejercicio de la crítica- también me inquieta que saques a relucir el patético argumento de las cuotas de autónomos y del “pan del trabajador”. Es algo que nunca he oído decir, por ejemplo, a un albañil, a un ceramista o a un carpintero para intentar que se acepte un trabajo suyo defectuoso.
De todas tus afirmaciones, la que me ha causado mayor asombro es la de que hacer un retrato basándose en fotos, y además en bajorrelieve, “es muy difícil”. Si yo me lanzo a pilotar una avioneta y a continuación la estrello, no se me ocurrirá defenderme argumentando que era muy complicado; tendré que admitir que no tenía ni idea de cómo se pilotaba. Con los bajorrelieves pasa lo mismo (aunque con menos riesgo de lesiones): es verdad, son difíciles de hacer, pero hay personas que los resuelven estupendamente, igual que hay otras a las que se les da de maravilla pilotar una aeronave. Se llaman escultores, y llevan haciendo bajorrelieves, altorrelieves y hasta figuras de bulto redondo desde hace unos cinco mil años.
¿No se te ha ocurrido pensar dónde puede estar de verdad el problema? De Revilla circulan miles de fotos, pero una sola habría bastado para hacerle un retrato presentable, y no una caricatura involuntaria, que es lo peor que puede salir de manos de un artista figurativo. Tú eres cantero, Vicente. Sí, también fueron canteros en sus comienzos Emiliano Barral o Mateo Hernández, pero sospecho que a ninguno nos iría bien ese tipo de comparaciones. Golpear un bloque de piedra y lograr que se parezca a algo o a alguien no es hacer esculturas: con facilidad vemos figuras u objetos en las nubes o en las manchas de humedad, así que mucho más sencillo será que una piedra desbastada se asemeje a algo…
En realidad, el episodio que has vivido con Revilla, tu seguramente ilusionado intento escultórico y tu decepción y enfado tras las críticas del retratado, despiertan mi simpatía hacia ti porque revelan cierta inocencia. Y es que, en el mundillo de la escultura, muchos son más astutos que tú. Igual que abundan los cantantes que no tienen ni idea de música y que desafinan como verracos, pero que disponen de programas informáticos que amplían la voz, borran los gallos y colocan en su sitio las notas mal dadas, la mayoría de los que se hacen llamar escultores siguen en realidad procesos fraudulentos, sirviéndose de auxiliares anónimos y de la propia tecnología para crear sus obras. Entre ellos hay nombres muy, muy conocidos (de eso si quieres hablamos en otra ocasión).
Como buen artesano -así te defines-, tú has querido ser honrado. Te has lanzado a hacer un retrato en bajorrelieve “en talla directa” (la misma que usaba Miguel Ángel, ejem), sin más ayuda que tus propias fuerzas y un puñado de herramientas. Pero no has calculado bien tus recursos. Te has creído artista, animado quizá por la falta de rigor técnico y el desprecio hacia la formación que desde hace tiempo aqueja al mundo de las artes.
No te preocupes; el arte de la cantería es muy rico e importante y, si me apuras, más necesario que el de la escultura. Desde luego, es mucho mejor crear buenos arcos y muros de piedra que malas esculturas; pero, en tu defensa, y sabiendo desde dentro cómo está el panorama, también debería resaltarse que hacer honestamente malas esculturas resulta menos perjudicial que engañar al público (como tantos hoy en día) haciéndole creer que hace lo que en realidad no hace.
Miguel Sobrino González
Escultor y dibujante