Hasta el 28 de julio, la Casa del Mar del Puerto de Mazarrón (Murcia) acoge El agua en Venus, un proyecto sobre la plasticidad de la imágenes de las minas de hierro de esta localidad compuesto por las fotografías de Elena Pedrosa y las pinturas de Antonia Puertas
“El paisaje árido y arrasado por la mano del hombre puede ser de una belleza indescriptible igual que la desolación y el declive deja en nosotros mismos una rara ternura estética. Con estas imágenes, construidas durante dos años en varias visitas a las minas de hierro de Mazarrón (Murcia) me encontré con mis propios residuos, contrastes, paisajes imposibles. La soledad melancólica de la tierra roja hacía pensar en las primeras huellas en otro planeta, ese planeta propio que escogemos para escaparnos del mundo.” Con estas palabras explica Elena Pedrosa su trabajo fotográfico llevado a cabo entre 2008-2011 en las minas de hierro de Mazarrón y que, posteriormente, su madre, Antonia Puertas, reinterpretó en lienzos y tablas al óleo creados con pigmentos de esas minas.
Las visitas a las minas de hierro murcianas, un paraje mágico que fue tóxico en su día y hoy ha tomado otra deriva, fueron para Elena Pedrosa “un momento vital importante, sobre todo por lo compartido con Lucía Carrasco y su familia, a quienes va dedicada esta exposición de 21 piezas de fotografías y pintura abstracta”.
Se trata de un diálogo de fotografías que quieren ser pintura (impresión sobre papel artesano, algodón, acuarela, tela y lienzo) y pinturas que tienen su origen en estas fotografías, con la particularidad de que contienen sustancias de adherencia con pigmentos del mismo lugar en el que se hicieron las fotografías.
“La mañana me ha sorprendido explorando mundos extraterrenales. Mis plantas caminan arenando barro rojo mientras mi cuerpo se eleva por falta de gravedad. El cielo gris trae partículas de vida que se elevan por cien veces, con más fuerza. Existe un peso en la Tierra que no nos deja volar con libre albedrío y se nos caen las manzanas al suelo, como las tentaciones. Pero al menos no nos cambian de lugar las dunas en las noches de tormenta”, añade Pedrosa.
Para la fotógrafa, la plasticidad tóxica del paisaje de hierro que no hace sino recordar un pasado que no existe, un presente que ya no tiene vida, y un futuro solo para la contemplación, la reflexión y la mística.
“Los pigmentos y texturas redescubiertos en la expresión abstracta me llevaron a compartir con Antonia Puertas, pintora, que además es mi madre, dos visiones y reflexiones en torno a una misma cuestión: la semejanza pictorialista de algunas realidades que parecen extraterrenales, ya sean captadas por la óptica de una cámara o por la paleta y materiales fijados sobre madera o lienzo”, añade Pedrosa.