Carlos Vega Faúndez: una reflexión sobre el souvenir cultural

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El pintor chileno presenta en la galería Ansorena su trabajo más reciente compuesto por dos grandes series Museos y Turistas, que reflexionan sobre el fenómeno actual del consumo cultural. Unas obras que se pueden ver y leer porque contienen mucha información o, lo que tradicionalmente se dice de la pintura de género, ilustran relatos y, también, el cuadro dentro del cuadro. Hasta el 14 de junio

Nacido en 1972 en Constitución (Chile), Carlos Vega Faúndez estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Valparaíso y Bellas Artes en la Universidad de Chile, en Santiago. De acuerdo al convenio suscrito en 1998 entre la Fundación Arte y Autores Contemporáneos y la Universidad de Talca (Chile), participa en la convocatoria abierta para una beca de postgrado, obteniéndola por unanimidad. En marzo de 1999, se traslada a España y se incorpora a la Fundación, donde, bajo la atenta tutela de Guillermo Muñoz Vera, se convierte en uno de los alumnos más aventajados de la primera generación de la que se dio a conocer como la Escuela de Chinchón. Desde entonces mantiene su estudio en esta localidad madrileña.

Sobre estas líneas, Metropolitan, y arriba, Bolsas, las dos obras forman parte de la serie Museos, 2019. Todas las pinturas de Carlos Vega Faúndez, en la exposición de la galería Ansorena (Madrid).

Paisajes, jardines y bodegones han sido temas recurrentes en la trayectoria de Carlos Vega Faúndez, un pintor enmarcado dentro del realismo contemporáneo y con gran maestría en el uso de la veladura, la luz y color. En su quinta exposición en la galería Ansorena presenta su último trabajo, un trabajo que tiene su germen en 2005, año en que comienza Museos, una serie en la que el artista reflexiona sobre el fenómeno actual del consumo cultural (bolsas que contienen catálogos de exposiciones o bodegones con carteles y libros de museos), a la que ha sumado la serie Turistas, en la que por primera vez el pintor añade la figura humana que encarna al espectador cultural. Y que como explica en el catálogo de esta muestra, Alberto Madrid Letelier “son personajes en salas de exposiciones o en zonas típicas de un destino turístico, la figura del actual consumidor de imágenes portando diferentes tipos de dispositivos que a su vez crean más imágenes, dentro de esta ‘cultura del souvenir’ en la que está inmersa la sociedad occidental contemporánea”.

Pósters de Museo, 2018.

Para Madrid Letelier, las pinturas de Carlos Vega se dan a ver y a leer porque contienen mucha información o, lo que “tradicionalmente se dice de la pintura de género, que ilustra un relato. Lo que Carlos Vega ejecuta son más bien visualizaciones, presentando imágenes muy especulativas en el sentido de lo que representan: cuadros dentro de cuadros o el recurso de la cita, entre otros procedimientos”.

Las imágenes que Vega “(re)produce tienen su conceptualización en la noción benjaminiana enunciada en el libro La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En ese texto, Benjamin postula anticipadamente que la obra de arte producto de las tecnologías y los sistemas de producción se transformaría en una mercancía, además de otros fenómenos socio-políticos y culturales relacionados”, añade Madrid Letelier.

Victoria de Samotracia, serie Museos, 2012.

Si como decíamos antes, el artista chileno ha pintado recurrentemente bodegones y naturalezas muertas, en este caso digamos que reactualiza este género al poner en “tensión la triada recolección-exhibición-consumo” y que recuerda el “origen del género en Holanda a mediados del siglo XVI, en que aparece la necesidad de colgar cuadros en los muros de las casas como signo de prosperidad, produciéndose un nuevo tipo de mercado de arte”.

Picasso, Museo del Prado, serie Museos, 2018.

Así, las imágenes de la primera serie (Museos) “se podrían designar como la actualización de la naturaleza muerta, son resignificadas en el escaparate de la tiendas de souvenir de los museos. Muchas veces se da la paradoja que ciertos tipos de espectadores/consumidores solo visitan dichos espacios de consumo”. Una serie de obras donde el artista plasma imágenes de portadas de catálogos sobre determinados artistas (Patinir, Goya, Coubert, Picasso o Giacometti) que son transportados en bolsas, en las que Carlos Vega demuestra su buen hacer en la pintura: la transparencia, la veladura, la luz y el uso del color. Son obras que corresponden a microescenas de lecciones de pintura. “El espectador/lector reproduce el procedimiento de la naturaleza muerta que consiste en recolectar-clasificar-disponer. Es decir, arma una colección imaginaria (ya lo intentó antes André Malraux, mediante fotografías en su Museo imaginario); recurriendo a otra cita de la historia de la pintura de cuadro dentro de otro cuadro, también recuérdese las pinturas que representan pinacotecas”, en palabras de Madrid Letelier.

Obra de la serie Turistas, 2019.

La segunda serie de obras, la de los personajes, remiten al paisaje cultural, y que también, contiene una cita a los viajeros ilustrados relacionados con el Grand Tour del siglo XVIII, los hijos de la clase aristocrática que recorrían ciudades visitando ruinas y museos como parte de su formación. Hoy, este corresponde al fenómeno del consumo cultural; las posibilidades de viajar se han facilitado y ampliado con viajeros provenientes de las economías más rentables, dándose un consumidor insaciable ante la imposibilidad de ver y recorrerlo todo. En la actualidad, las cifras se desbordan respecto de la creación de nuevos museos, galerías de arte, ediciones de catálogos como los que se exponen.

Pintura de la serie Turistas, 2019.

“Una de las obras que me permite imaginar-tramar, es aquella en que se puede apreciar a una mujer joven y otra más adulta (sobre estas líneas), quien podría ser la madre: la primera registra con un dispositivo electrónico que funciona como un fuera de campo; la segunda observa. El punctum barthesiano para mí es que la más adulta lleva en una de sus manos un libro, lo que da cuenta de dos sujetos con diferentes sistemas de mirada y de lectura”.

Serie Turistas, 2019.

En esta serie, Carlos Vega “edita como parte de sus procedimientos de obra, es decir, registra, captura y encuadra imágenes que le servirán de modelo para luego traspasar a la tela. Aquí hay un dato interesante, consciente de los tiempos de las superficies inmateriales de la pantallización actual, él resiste desde la pintura, evidenciando los procedimientos de la imagen mecánica y electrónica para volver sobre la superficie del cuadro (…). Las obras de los personajes viajeros capturan imagen sobre imagen, que posteriormente deben ser editadas y nuevamente dispuestas para ser exhibidas; otra forma de especularidad en la lógica del nuevo narciso del selfie”.

Serie Turistas, 2019.

En definitiva, las pinturas de Carlos Vega se dan a ver y leer en un “contexto en que se están modificando las lógicas de legibilidad de las imágenes y el modo como estas se consumen, dando cuenta de un espectador que va perdiendo la experiencia del goce de la contemplación, mientras que sus obras posibilitan recuperar la experiencia del asombro”, finaliza Madrid Letelier.

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