El Museo Picasso Málaga acoge hasta el 2 de junio una exposición que traza la historia de la primera esposa del pintor a través de las cartas y fotografías halladas en el baúl de viaje de esta bailarina rusa, que heredó su hijo Paul. La muestra aborda los años que compartieron como pareja y pone en perspectiva la realización de algunas de las grandes obras del gran maestro
17 de junio de 1891, Nijyn, Ucrania. Lidiia Zinchenko, esposa del coronel Stepan Khoklov, da a luz a su primera hija, Olga Stepánovna Jojlova, más tarde conocida como Olga Jojlova y, finalmente, como Olga Picasso. Así comienza la biografía de esta bailarina del Ballet Ruso y primera mujer de Pablo Picasso, gracias a la cual se han podido contextualizar hoy algunos de los trabajos del pintor. Una biografía que durante años se había reducido a lo que la bailarina compartió y supuso para el malagueño.
En 1911, Olga se incorporó a la prestigiosa compañía de danza de los Ballets Rusos bajo la dirección de Serguéi Diáguilev, época en la que estos triunfaron en Europa. Solo cuatro años después, vería a su familia por última vez debido a los acontecimientos históricos de la revolución de febrero, la abdicación del zar Nicolás II, la revolución bolchevique y la posterior guerra civil.
Con 25 años, en 1917, entre Roma y Nápoles, conoce a Pablo Picasso. Por entonces, él trabajaba en los decorados y vestuario del ballet Parade. Desde su primer encuentro, Olga se convirtió en la modelo predilecta del artista y en la figura femenina más representada por el pintor desde finales de los años diez. La visión que tenía Picasso de su mujer fue, sin embargo, variando a lo largo de los años.
Los inicios de Picasso, con esas pinturas de corte clásico, fueron protagonizados por la belleza melancólica y pensativa de Olga, en la que su figura aparece normalmente sentada, en un ambiente doméstico leyendo o escribiendo. Un tipo de composición que está relacionada con la mirada del pintor a la figuración y la influencia que por esos años tenía Ingres sobre el geneio malagueño. Olga inspiró numerosas escenas plasmadas con una ternura y serenidad desconocidas hasta esos momentos en la obra del malagueño, quien mostraba en esa época un interés por la Antigüedad y el Renacimiento.
Desde el nacimiento de su primer hijo, Paul, en 1921, Olga se convierte en la esencia de numerosas escenas de maternidad. Sin embargo, como decíamos antes, esta visión desapareció con la entrada en la vida del artista de su amante Marie-Thérèse Walter.
Olga Picasso llevaba siempre consigo como equipaje un baúl con sus iniciales grabadas, que con los años se fue convirtiendo en la caja de los recuerdos de la vida entre ella y el artista. En ese baúl se fueron acumulando las cartas, fotografías, películas, documentos, pinturas y dibujos de una vida en común, que su hijo recibió al heredar la mansión de Boisgeloup y que actualmente es propiedad de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA).
El contenido de aquella valija era el único bien personal que Olga Picasso conservó tras su separación del pintor y gracias al cual se han podido contextualizar algunos de sus trabajos. Ahora todas estas piezas, junto a otros 350 objetos, se muestran en el museo malagueño y posteriormente viajarán a CaixaForum Madrid, donde podrán verse del 18 de junio al 22 de septiembre.
Cuenta Bernard Ruiz-Picasso en el texto del catálogo de la exposición, que “su abuela (a la que nunca conoció porque falleció antes de su nacimiento), era para él una persona ‘misteriosa’ porque se hablaba de ella en escasas ocasiones”. El interés de Bernard por conocer más la personalidad y vida de su abuela fue lo que llevó a que se tradujeran las más de seiscientas cartas redactadas en ruso que Olga recibió de su familia entre 1919 y 1933. Gracias a esto conocemos hoy algo más de la vida de Olga Jojlova y su familia. Una vida que, hasta ahora, para la historia se terminaba en 1935, año en el que la pareja se separó definitivamente, a pesar de que permanecieron casados hasta el fallecimiento de la bailarina en 1955 en Cannes.
Un matrimonio que fue muy beneficioso para el pintor porque gracias a su esposa entró en la alta sociedad de París. Sin embargo, para Olga supuso pasar a la historia como una sombra de su marido, quien incansablemente la reflejaba con una mirada triste, deprimente y melancólica, y a la que terminó tachando de castradora o acosadora. En 1927, Olga Jojlova pasó a ser Olga Picasso, una más de todas las mujeres que la historia ha anulado en pro de sus maridos artistas, una realidad que gracias a este trabajo de investigación, que ha fructificado en esta exposición, ha cambiado para siempre.
Marina P. VILLARREAL