Estas piezas, que forman parte de la colección de la familia, se quedarán en esta ciudad una vez finalice el próximo 2 de septiembre la exposición que la Fundación Botín dedica al artista catalán. Joan Punyet Miró ha explicado que con esta iniciativa quieren cumplir con el deseo de su abuelo de que sus obras de gran formato se muestren en lugares públicos y sean accesibles a todo el mundo
Los herederos de Joan Miró, representados en Santander por Joan Punyet Miró, nieto del artista y cabeza visible de la Successió Miró, han decidido realizar una cesión temporal por cinco años renovables de cuatro esculturas del famoso artista que actualmente se exponen como parte de la muestra Joan Miró: Esculturas 1928-1982, que permanecerá abierta al público en el Centro Botín hasta el próximo 2 de septiembre.
De esta manera, la familia de Joan Miró pretende cumplir en Santander con el deseo del artista de que sus obras de gran formato se muestren en lugares públicos y sean accesibles a todo el mundo. Así lo ha manifestado en rueda de prensa Joan Punyet Miró, quien ha asegurado estar fascinado con la gran acogida que está teniendo la exposición de su abuelo en el Centro Botín y con los proyectos culturales que están previstos para la ciudad de Santander, como el traslado de la colección de arte del Banco Santander a su renovada sede social del Paseo Pereda o el proyecto de apertura del centro asociado del Reina Sofía vinculado al Archivo Lafuente, lo que sin duda ha contribuido a que la familia tenga este generoso gesto.
Fátima Sánchez, directora ejecutiva del Centro Botín, se ha mostrado encantada “porque podremos seguir disfrutando en Santander, tanto en el espacio expositivo del Centro Botín como en los Jardines de Pereda, de estas cuatro magníficas obras de Joan Miró. Un gesto de absoluta generosidad de los herederos del artista para con esta ciudad y que muestra, una vez más, cómo nuestra apuesta firme por la colaboración entre instituciones públicas y privadas, bien gestionada, puede dar resultados muy positivos”.
Por su parte, Gema Igual, alcaldesa de Santander, ha destacado que los Jardines de Pereda se están convirtiendo así en un verdadero museo al aire libre, con los pozos de Cristina Iglesias, los monumentos a las víctimas del incendio, a José María de Pereda, a Concha Espina... y en un auténtico epicentro cultural en torno al cual pivotan recursos culturales, históricos y patrimoniales de primerísimo orden, como el Centro Botín, el MUPAC, el futuro centro asociado del Reina Sofía, el espacio expositivo que proyecta el Banco Santander en su sede central, la Catedral, el centro de interpretación de la muralla medieval o el refugio antiaéreo de la Guerra Civil.
Tres de las obras cedidas han sido realizadas con objetos encontrados, una práctica habitual del artista y uno de sus signos distintivos, mientras la cuarta es uno de los muchos homenajes que Miró le dedicó a la mujer. Así, Femme Monument, 1970, y Souvenir de la Tour Eiffel, 1977, son las esculturas que la familia ha cedido al Centro Botín y que se exhibirán en la galería E de la primera planta, que se convertirá para ello en un espacio dedicado al artista. La primera, es una de las primeras esculturas que el artista trabaja en la Fonderia Artística Bonvicini, en Verona, donde creará piezas, especialmente de gran formato, pulidas y de superficies lisas. La segunda, es una obra de tres metros de altura concebida con objetos inicialmente sin validez artística, pero que para Miró desprendían una cierta magia o una positiva energía; en ella predomina esa libertad poética de la que siempre hace gala, haciéndonos olvidar por un momento su verdadero sentido y origen. Por su parte, Tête (Tête sur socle), 1978, y Femme (Femme debout), 1969, son las obras monumentales que recibirá el Ayuntamiento de Santander y que se ubicarán en los Jardines de Pereda.
Femme, monument, 1970. El origen de esta escultura es una pastilla de jabón de las que utilizaba Miró para limpiar pinceles. Al tener los bordes más duros se iba erosionado la parte interior hasta hacer un orificio como el que se representa en la escultura. El paso a la monumentalidad de esta pieza, como sucede en otras muchas, se produce a través de sucesivos agrandamientos de modelos en yeso. Corona la obra un huevo, balanceante, estratégicamente situado. Este ensamblaje de dos elementos humildes que el bronce ha unificado, propicia también un juego de vacíos y llenos, una aportación lúdica que convierte a esta escultura en una pieza idónea para su exhibición en un espacio público.
Souvenir de la Tour Eiffel, 1977. Esta escultura se establece a partir de un cuerpo vertical, originalmente una lámpara de mimbre que se apoya sobre cuatro patas y cuya pantalla ha sido sustituida por la figura de un cabezudo, concretamente la de Groucho Marx. Al colocar esta gran cabeza horizontalmente se produce un juego que da paso a los rasgos faciales. Queda en el frente una gran abertura a modo de boca y otras exageradas facciones, modeladas por el propio Miró. Una gran horca ligeramente inclinada hacia delante se alza y remata la pieza. Otros elementos acaban de configurarla; una tela original de damasco que cae formando pliegues envuelve la cabeza, mientras restos del cable eléctrico igualmente suspendido se presentan atados a la parte superior. Por último, ha colocado a media altura, y sobresaliendo casi exenta, una caja repleta de tubos de pintura usados.
Tête sur socle, 1978. El origen de esta escultura es un elemento de mobiliario de pequeño tamaño, de madera, que fue aumentando de tamaño (varios modelos en yeso ampliados con el pantógrafo) hasta llegar al actual. El título enfatiza ese zócalo, a modo de cuerpo, que utilizó como base de una gran cabeza, irregular y con trazos marcados que señalan los rasgos del rostro. Miró no se olvida del dorso, y unos grafismos recorren la superficie quizá como una cabellera, elemento iconográfico también recurrente en su obra. En numerosas ocasiones, lo desconocemos en este caso pero bien hubiera podido ser así, las cabezas de sus esculturas proceden de piedras encontradas que Miró guardaba atraído por sus formas.
Femme debout, 1969. Se trata de una figura maciza, imponente. Su origen está en una pequeña escultura de 1949 de solo 31 cm de alto. Como en otras ocasiones, Miró volvió a ella agrandándola hasta casi dos metros, probablemente pensando en su exposición en espacios abiertos y públicos. Destaca el bronce patinado en negro, pulido, una superficie lisa en la que se aprecian las protuberancias correspondientes a ojos, nariz, boca, brazos, pechos y una gran vagina en el centro. Miró no fue ajeno, al igual que otros artistas, a la influencia de las culturas primitivas. Las referencias son constantes. En sus dibujos preparatorios, muchas veces acompañados de escuetas notas, la palabra diosa aparece asociada a mujer. En 1957, por ejemplo, visitó Altamira con el ceramista Josep Llorens Artigas, mientras trabajaban en los murales de la UNESCO.