El Guggenheim Bilbao acoge hasta el 2 de septiembre una selección de más de 80 pinturas y dibujos realizados en los inicios de su carrera, 1911-1919, por este pintor singular e inconfundible y cuyo universo en apariencia sencillo encierra una realidad compleja en la que se entrelazan mundos antagónicos. Una etapa donde se gestó su estilo y que va desde sus inicios en la comunidad judía de Vitebsk, sus años de formación en San Petersburgo y el arte tradicional ruso, el descubrimiento de las vanguardias en París, su vivencia en la Gran Guerra y la Revolución de Octubre
Nacido en 1887 en la pequeña ciudad de Vitebsk (vinculada en esos momentos a la Rusia de los zares), en el seno de una familia judía jasídica, Marc Chagall crece en un entorno muy limitado para acceder al arte y a la cultura rusa que viene dado tanto por su pertenencia a esta comunidad hebrea como por las políticas de la época que marginan en guetos a los judíos y les privan de sus derechos. A pesar de estas limitaciones, el joven Chagall rompe tempranamente con lo establecido y accede a la escuela rusa, después estudiando arte con Yuri Pen en Vitebsk y más tarde trasladándose a San Petersburgo, una gran urbe a la que los judíos solo pueden acceder con un permiso especial.
Sin embargo, es en 1911 cuando se produce la ruptura decisiva para Marc Chagall, a raíz de su traslado a París y de su nueva vida allí. Durante tres años, hasta mayo de 1914, Chagall trabaja en la capital francesa creando un conjunto de obras en las que se combinan los recuerdos de la vida en la comunidad jasídica de Vitebsk con los iconos de la metrópolis moderna. Así, las reminiscencias del arte popular ruso y de su cultura familiar se mezclan con los experimentos estilísticos más avanzados que le ofrece la vanguardia parisina, incluyendo a Pablo Picasso, Robert y Sonia Delaunay y Jacques Lipchitz.
El estallido de la Gran Guerra sorprende al pintor en su pequeña ciudad natal, a donde había regresado en 1914 para asistir a la boda de su hermana y para ver a su prometida, Bella Rosenfeld. En esta ciudad pasa ocho años confinado, lo que le lleva a una fase de autobúsqueda que se refleja en la obra de este periodo, constituida por autorretratos, representaciones cotidianas con su familia y su comunidad, dibujos sobre los estragos de la guerra y representaciones de la nueva Rusia que surge tras la Revolución de octubre.
Y precisamente la exposición del Museo Guggenheim Bilbao, organizada en colaboración con el Kunstmuseum Basel, Chagall. Los años decisivos, 1911-1919, profundiza en esta etapa fundamental en la gestación de un estilo propio en la trayectoria del artista ruso. Se hace hincapié en las motivaciones profundas que guían su obra, los movimientos de vanguardia que influirán en ella y los temas que serán determinantes en su carrera. Además, indaga en el “origen del lenguaje absolutamente personal y reconocible de Chagall, una inmersión en su lirismo y en lo que subyace en sus escenas llenas de luz y color; en su universo expresivo y enigmático, poblado por criaturas de su particular mitología, protagonistas de cuentos y poesías; rituales y personajes judíos, y amantes voladores”, explica Francisco González, presidente de la Fundación BBVA, institución patrocinadora de esta muestra.
Así, el visitante podrá descubrir aspectos interpretativos menos conocidos del trabajo del artista ruso y cómo tanto su aldea natal y la comunidad judía a la que pertenecía, sus años de formación en San Petersburgo y el arte tradicional ruso, el descubrimiento de las vanguardias en París como su vivencia en la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa marcaron decisivamente su obra. Chagall “consideraba que el mundo interior podía ser mucho más real que el mundo visible o de las apariencias, y consagró su pintura a representarlo. Concibió la vida como una celebración del arte y su arte fue una celebración de la vida, de su belleza y su tragedia, de su cotidianidad y su carácter extraordinario, del amor y la alegría. ‘No me gustaría ser como los otros; quiero ver un mundo nuevo’, aseveró”, añade Francisco González.
La exposición, comisariada por Lucía Agirre, exhibe una selección de más de 80 pinturas y dibujos realizados en los inicios de su carrera por un pintor singular e inconfundible, cuyo universo en apariencia sencillo encierra una realidad compleja en la que se entrelazan mundos antagónicos. La muestra está dividida en tres grandes apartados.
París, colmena de artistas
En mayo de 1911, tras pasar por la escuela de León Bakst y recibir el apoyo económico de Maxim Vinaver, un importante mecenas y abogado judío que luchó por los derechos de esta comunidad, Marc Chagall abandona San Petersburgo rumbo a París. Si bien ya había tenido un primer contacto con el arte moderno de Cézanne, Manet, Monet o Matisse de la mano de Bakst, es en la urbe parisina donde Chagall descubre el arte de las primeras vanguardias y los grandes maestros que colgaban en las paredes del Louvre.
Durante una breve estancia en su Vitebsk natal, antes de abandonar Rusia, Chagall realiza una serie de dibujos de su ciudad y la de sus padres, de sus familiares y de su prometida, así como pinturas sobre la vida en la comunidad judía donde se aprecia la impronta del arte popular ruso y un uso del color que ya había “liberado” durante su estancia en San Petersburgo. Muestra de ellos son Mi prometida con guantes negros (1909), El barrendero y el aguador (1910-11) o los dibujos dedicados a su familia.
A su llegada a París, Chagall vive unos meses en un estudio en Montparnasse, pero pronto se traslada a La Ruche, o La Colmena, ubicada por la misma zona, donde, en palabras del propio artista, se concentraba “la bohemia artística de todas las tierras”. Es en este gran enjambre de habitaciones y estudios a precios módicos para creadores, donde entabla amistad con Blaise Cendrars y Sonia y Robert Delaunay, quienes a su vez le presentan al poeta Guillaume Apollinaire. Este último se convierte en valedor de la obra de Chagall, que denomina como “sobrenatural”, y que en esta etapa revela experimentos con los colores, las formas abstractas y geométricas, el movimiento y las propias ensoñaciones.
Aunque en su pintura se aprecia la influencia de los “ismos” que le rodean, Chagall narra su mundo personal, compuesto de diferentes universos. Al igual que ocurre con el yidis, la obra de Chagall constituye un lenguaje de fusión, singular, que no puede percibirse como cubista, expresionista, órfico o surrealista, sino como una amalgama de estilos que él transforma de forma personal para contar su propia historia.
En esta sala pueden observarse obras de su llegada a París, como La habitación amarilla (1911) o Yo y mi aldea (1911), y otras pintadas desde su estudio en La Ruche como El Poeta Mazin (1911-12), El vendedor de ganado (1912) o París a través de la ventana (1913), claro ejemplo de su percepción de la urbe parisina, en el que, sin embargo, se incluyen recuerdos e imágenes de su Vitebsk natal.
De París a Vitebsk, pasando por Berlín
Si hay una obra que ejemplifica las relaciones que mantiene Chagall en la urbe parisina es, sin lugar a dudas, Homenaje a Apollinaire (1913), que surge de la admiración del pintor por el poeta francés. En esta pintura, cuyo núcleo central es el nacimiento de Adán y Eva según la tradición judía oral del génesis, por la cual Dios creó un hombre y una mujer en un solo cuerpo, el artista escribe el nombre de Apollinaire junto al de Blaise Cendrars, poeta y novelista suizo; Ricciotto Canudo, periodista y dramaturgo italiano y considerado el iniciador de la teoría cinematográfica, y el galerista alemán Herwarth Walden, componentes todos ellos del círculo más cercano de Chagall.
Es el galerista Herwarth Walden (Georg Lewin) quien invita a Chagall a exponer en su galería de Berlín, Der Sturm, en 1914, en la que será su primera gran exposición individual. Allí presenta un total de 40 pinturas y 160 dibujos, guaches y acuarelas de su periodo parisino, que causan una gran impresión entre los expresionistas alemanes.
Unos días después, cuando Chagall regresa a Vitebsk para asistir a la boda de su hermana, queda atrapado en Rusia durante ocho años a raíz del estallido de la primera contienda mundial. En este periodo Chagall refleja en su obra lo que supone la guerra, en cuadros como Soldados (1914), La partida a la guerra (1914) o El soldado herido (1914), y por otro lado presenta paisajes y escenas cotidianas con un lenguaje más contenido y limitado en formas y colores, con asociaciones y escalas dentro de la “lógica”, como sucede con Maryasenka: Retrato de la hermana del artista (1914), Liozna (1914) o La barbería (Tío Sussy) (1914). La obra de Chagall vuelve a volar en su representación del amor y su relación con Bella Rosenfeld como demuestran El cumpleaños (1915) o Amantes en azul (1914).
Tradición y revolución
Durante la Primera Guerra Mundial un gran número de judíos son desplazados de sus hogares, situados en primera línea de frente, acusados de colaboracionismo por la Rusia zarista. Son años en los que el sionismo encuentra sus apoyos, siendo el hecho más significativo la Declaración Balfour, y también sus detractores.
En este ambiente de confrontación internacional Marc Chagall retoma temas relacionados con su propia identidad, con el folclore y la etnografía de su pueblo. Obras destacadas de este periodo son los judíos en verde, rojo, y blanco y negro, conocidos erróneamente como “Cuatro grandes rabinos” aquí reunidos de forma excepcional, ya que tres de estas obras se encuentran depositadas en el Kunstmuseum Basel, mientras que Judío rojo (1915) forma parte de las colecciones del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo.
Estas obras pertenecen a lo que Chagall denominó “documentos”, ya para su creación el artista no parte de sus recuerdos, como en París, sino que utiliza personajes y objetos que están a su alcance, desde un vendedor de periódicos hasta un mendigo, pasando por un reloj, o un espejo, a los que añade elementos cargados de significado como son el Talit, los Tefilín o textos en yidis, hebreo o cirílico. En esta misma sala pueden contemplarse dos obras miméticas conocidas como El Rabino, separadas por más de una década a causa de la Gran Guerra.
Atrapado en Rusia, algunos de los conocidos de Chagall le dan por muerto, entre ellos su galerista berlinés, que vende a coleccionistas privados gran parte de sus obras depositadas en Der Strum en 1914. Chagall lamentará la pérdida de estas obras, lo que le llevará a reproducir algunas de ellas y, a partir de entonces, a realizar varias versiones de las más significativas, como es el caso del Judío en blanco y negro (1914), de la que hoy existen tres.
En estos años, desde la revolución de 1905, los intelectuales y las clases altas judías que habían ocupando cargos destacados en las ciudades van consiguiendo algunas libertades que hasta entonces les habían sido negadas. Así, Chagall entra a formar parte de la Sociedad Judía para el desarrollo de las artes (JSEFA) y participa activamente en sus exposiciones. Esta sociedad le encarga importantes proyectos, como los murales para una escuela secundaria, cuyos dibujos preparatorios El cochecito de niño o El carrito (1916-17) están presentes en esta exposición, la ilustración de libros en yidis como El Mago (1915) de Peretz, o el gran encargo de Alexander Granowsky para los decorados del Teatro Estatal Judío de Moscú, representado por Estudio para La música (Cuarto panel para el Teatro de Cámara Estatal Judío, Moscú) (1917).
Participa, asimismo, en importantes eventos como la exposición de la Jota de Diamantes y forma parte del sindicato de artistas. Así, Chagall, que como otros judíos veía en la revolución la solución a su falta de igualdad, toma parte activa en las primeras etapas de la nueva Rusia y es nombrado en 1918 comisario de las Artes en Vitebsk, lo que le da autoridad sobre los museos, escuelas de arte o cualquier evento artístico de la región. En estos años vive con su mujer Bella y su hija Ida en su ciudad natal y crea la Escuela del Pueblo del Arte, a la que invita a formar parte a artistas como Lissitzky y Malévich. Los problemas debidos a sus diferencias artísticas y conceptuales no tardan en llegar y, a principios de 1920, Chagall se desvincula del proyecto y abandona Vitebsk, cerrando este decisivo periodo de su vida.