Hasta el 20 de mayo, la Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca acoge una exposición, comisariada por Gerardo Mosquera, que reúne una selección de 70 fotografías (la mayoría inéditas) tomadas por el fotorreportero en muy diversos tiempos, lugares y contextos
Al contrario de sus exposiciones y libros anteriores, en esta exposición las 70 fotografías que se muestran no han sido divididas por tema, origen o fecha, como suele ser habitual en la labor de un reportero que cubre las guerras y los conflictos armados en todo el mundo. Y es que como explica Gerardo Mosquera, comisario de esta muestra, “si Sánchez es un gran reportero de estatura mundial, esta exposición lo presenta de modo distinto: destaca a un artista de la imagen (…); es tan poeta como reportero, sin contradicciones”.
“No ha buscado el hedonismo sino una belleza con filo, capaz de potenciar y volver más profundo el sentido de imágenes que nos muestran la tragedia de la guerra y la violencia. No crea una estética de estas desgracias: las critica a través del impacto estético y de los poderes cognoscitivos y comunicativos particulares del arte. Como ha dicho Antonio Muñoz Molina: ‘En el disparo de su cámara siempre hay denuncia y siempre hay poesía’”, añade Mosquera.
Y esta es la idea con la que enfoca su trabajo y la que ha querido destacar el comisario, y que podríamos resumir que si los reporteros de guerra suelen ser cronistas de la muerte, en el caso de Gervasio Sánchez es un reportero de vida (de ahí el título de esta exposición: Gervasio Sánchez. Vida), “del triunfo de la vida sobre la muerte destructora” al mostrar a los supervivientes y víctimas de estas tragedias como vencedores porque en sus instantáneas Gervasio los retrata en su reincorporación a la vida.
Son fotografías que giran en torno a cómo la vida se “sobrepone, se manifiesta en medio de las ruinas de la guerra y la muerte, superándolas. Expresan a menudo una alegría paradójica, lacerante, porque documentan la vida que se niega a ser aniquilada. Más allá de las minas, los desaparecidos, los bombardeos y Sierra Leona, esta es la historia mayor, el gran suceso de permanente y ahistórica actualidad que nos reporta Gervasio Sánchez”, concluye Gerardo Mosquera. Y una idea que expresa muy bien el propio fotógrafo en las palabras que reproducimos a continuación.
Un fotoperiodista debe ser riguroso en la manera de plantearse su trabajo. Debe documentar las tragedias que ocurren a su alrededor, buscar otras formas de mostrar la realidad. No es necesario caer en el sensacionalismo para relatar el drama humano.
Las víctimas tienen derecho a la dignidad y nuestro respeto. Hay que mostrarlas de la manera que nos gustaría a nosotros mismos que nos mostrasen si estuviéramos en su lugar. Y si no están de acuerdo en salir en una historia hay que respetar totalmente su decisión. El periodismo, especialmente en el medio televisivo, está sometido a los vaivenes del comercio y lógicamente cada vez se aleja más de la obligación de informar. Hace veinte años una historia duraba tres minutos en la televisión y hoy apenas aparece como una cola de diez segundos.
John Berger dice en su libro Otra manera de contar que “una fotografía es un lugar de encuentro donde los intereses del fotógrafo, lo fotografiado, el espectador y los que usan la fotografía son a menudo contradictorios”. Cuando trabajo en contacto con el sufrimiento mi objetivo es conseguir que este encuentro deje de ser contradictorio o al menos permita alcanzar un equilibrio entre los diferentes intereses. Creo que la única manera de conseguirlo es estableciendo un acuerdo tácito con los protagonistas de mis fotografías. Hay que personalizar sus dramas, sus desconsuelos, sus esperanzas.
La fotografía que retrata el drama humano, esencia de nuestro fracaso, debe evitar la esquematización, la frivolidad y el espectáculo. Vivir entre las víctimas te da otra perspectiva porque acabas conociendo sus espacios mágicos, sus secretos mejor guardados, sus sueños inconclusos. Si no sufres el dolor, el grito de las víctimas, su digno silencio, ¿cómo puedes transmitir el drama con decencia, cómo puedes intermediar entre el dolor y el olvido, el horror y la banalidad?