Estas islas se sitúan entre las grandes obras de arte de la naturaleza. Materiales y colores se componen a la manera de un jardín pintoresco en el que el agua del océano Índico, con sus infinitos matices, la piedra y una vegetación tan exuberante como diversa, forman un gran friso en el que se representan las más armoniosas combinaciones que se pueden encontrar frente a las costas de África, a mil millas del continente
Es difícil olvidar la llegada a Seychelles después de un vuelo nocturno, cuando los primeros rayos de sol desvelan las pequeñas islas cubiertas de verdor rodeadas por aguas de color esmeralda. Como en una fantasía mágica, los jardines flotan sobre la inmensidad del océano Índico, y la presencia humana apenas es perceptible desde la altura. La sensación de esplendor natural no disminuye a medida que se acerca el momento del aterrizaje, cerca de la pequeña capital, Victoria, en la que se concentra un tercio de la población total del archipiélago.
Seychelles es un paraíso ecológico formado por 115 pequeñas islas, casi todas deshabitadas. Sus tierras, juntas, no alcanzan el tamaño de Andorra, pero se reparten sobre un territorio marino mayor que la suma de España, Francia e Italia. El país cuenta con 100.000 habitantes, por lo que se puede considerar Seychelles un parque natural donde la naturaleza se despliega ajena a la huella humana, tanto sobre tierra como en el espacio marino.
Las islas fueron antiguo refugio de piratas, y hoy todavía se busca el fabuloso tesoro enterrado por La Buse en las playas de Mahé. Visitadas tan sólo por navegantes árabes y portugueses, fueron franceses los primeros colonos que se instalaron, en 1756, en las deshabitadas Seychelles. En 1794 son ocupadas por los británicos para evitar los ataques franceses a sus barcos que viajaban hacia la India, y en ellas se quedaron hasta 1976. El continente africano aportó un alto número de trabajadores, y más tarde llegarían comerciantes desde la India, siguiendo la ruta de vuelta de los barcos de la colonia. Hoy, la población reúne razas, tradiciones, religiones y lenguas, que vive inmersa en una cultura propia de convivencia, tolerancia y armonía, y se entienden en un idioma común, el créole, que representa la suma y la fusión que caracteriza al país.
Mahé, la isla principal, y la capital, Victoria
La isla de mayor tamaño se llama Mahé. Una mole granítica de 30 kilómetros de longitud, rodeada por playas de arena blanca y cubierta por un hermoso jardín de especies exóticas. En Mahé se encuentra la ciudad de Victoria, una de las capitales más pequeñas del mundo con sus 30.000 habitantes, que mantiene un delicioso aspecto tranquilo y colonial en torno al puerto. Todas las culturas que han pasado por Seychelles han dejado memoria de su paso en la capital, y en Freedom Square se puede ver la escultura blanca del Moniman Trwa Lezel, levantada en el bicentenario de la fundación de la ciudad, obra de Lorenzo Appiani, que muestra tres pares de alas enlazados que simbolizan los tres continentes, Europa, África y Asia, de donde proceden los seychellenses. No hay mucho que visitar, pero el conjunto está lleno de interés. La pequeña catedral de la Inmaculada Concepción, un templo cristiano con hermosas puertas de madera tallada, del escultor local Egbert Marday, un templo hinduista en cuyos estratos se acumulan centenares de figuras coloridas, y la Clock Tower, la pequeña réplica del Big Ben londinense que ha quedado como testimonio de la dominación británica que se mantuvo hasta 1976. Cada uno de estos elementos representa una parte importante de la rica diversidad de orígenes culturales de la población.
El Mercado Central de Victoria habría hecho las delicias de Gauguin o de Cézanne, ya que supone un espectacular friso de color local. En sus puestos se muestran las materias primas de su gastronomía, en la que los pescados son verdaderas estrellas, pero también abundan mangos, plátanos, papayas, cocos, verduras, especias y las flores que crecen por todas partes. El pescado fresco se amontona en los mostradores del mercado y lo cortan a machete, mientras las garzas blancas esperan el momento de robar un despojo. Los mostradores se iluminan con los colores vivos de los peces loro, del sabroso bourgeois, del pargo, del job semejante a la lubina, de pulpos, cangrejos y gambas de sus costas, y contrastan con el brillo plateado de jureles y atunes. Una fiesta de colores y luces que se extiende a la artesanía y al trabajo de los numerosos artistas nacidos o residentes en Seychelles.
Para ver pasar la vida cotidiana de Victoria hay que sentarse en las mesas de Pirate Arms, un bar y restaurante de amplia sala ligeramente elevada sobre la calle en el centro de la ciudad, desde cuyas mesas se puede contemplar el sencillo ajetreo comercial y administrativo de la única ciudad del archipiélago que merece ese nombre. Si por la mañana sus mesas se llenan de abogados hablando con sus clientes, por la tarde acoge la vida social, y por la noche se convierte en animado bar con actuaciones musicales. Sin monumentos importantes, merece la pena contemplar la arquitectura doméstica de la ciudad. Las casas tropicales construidas con madera, de amplias cubiertas que dan sombra a los profundos porches, mientras las ventanas se cierran con tupidas celosías que matizan la luz y dejan pasar el aire. Los colores primarios se combinan con naturalidad, matizados a menudo con tonos pastel. Fuera de la capital, los mejores edificios de Seychelles modernos son sus hoteles de lujo, verdaderos palacios de armonía y placer que combinan materiales locales y disposiciones aditivas de espacios de pequeña escala para lograr integrarse en la hermosa naturaleza intentando pasar desapercibidos.
El Parque Nacional Marino de Saint Anne
Frente a Victoria se extiende el Parque Nacional Marino de Saint Anne, que es el nombre de una pequeña isla ocupada tan solo por un hotel verdaderamente excepcional, el Beachcomber Seychelles Sainte Anne. La recepción se encuentra en un embarcadero propio en Victoria, y de allí salen sus barcos privados que alcanzan la isla en 10 minutos. En ella, restaurantes y piscinas se camuflan en el paisaje, y las habitaciones ocupan cabañas escondidas tras la vegetación, con piscinas privadas y bicis en cada bungaló para recorrer la isla.
Las playas de Beau Vallon
Al otro lado de la isla de Mahé, la playa de Beau Vallon ofrece fabulosas puestas de sol sobre el mar. Allí se encuentra otra obra maestra de la hotelería moderna, el Hilton Seychelles Northolme Resort & Spa, favorito en el pasado de escritores como Noël Coward o Ian Fleming, el creador de James Bond, que buscaba en la isla tranquilidad e inspiración para sus novelas. El establecimiento ha sido totalmente renovado. Ahora, sus bungalows de lujo revestidos en madera de teca son maravillosos refugios, repartidos entre jardines y elevados sobre la costa para disfrutar de mejores panoramas. En la parte más elevada se encuentra el Hilltop, la terraza y restaurante que disfruta de una vista de 360 grados sobre la costa, el mar y el propio hotel, que transmite una estética de acentos tónicos y glamurosos.
La isla de Mahé es tan pequeña que se puede recorrer su costa en una sola jornada si se dispone de un coche de alquiler. La pequeña carretera litoral permite enlazar el camino al borde del mar con el baño en playas desiertas de aguas transparentes y calmas, hasta cuya orilla llegan los cocoteros. El recorrido acumula una sucesión de arenales de ensueño, Port Glaud, Grand Anse, Petite Anse, Anse á la Mouche y Anse Intendànce, al pie de montes cubiertos de selva. También el interior de la isla ofrece senderos espectaculares como el que lleva a las ruinas de la antigua misión católica de Venn’s Town y al mirador que inauguró la reina Isabel II en 1972, con una vista asombrosa de los bosques que se derraman sobre las playas de la costa oeste. Todo tan perfecto e impecable que se pierde la sensación de realidad, sumergido en un escenario de romanticismo tropical.
La gente de Seychelles
La mayoría de los seychellenses viven en la isla de Mahé, cerca de la carretera que recorre la costa. Entre la vegetación se pueden ver sus sencillas casas cubiertas de flores, y la gente caminando sobre el asfalto sin prisa, en paz. Desde que lograron la independencia, en 1976, tuvieron trece años con partido único socialista y el resto en democracia. En este tiempo protegieron los paisajes y los espacios naturales, se abrieron al turismo de lujo, repartieron los beneficios del turismo y de la pesca, y desterraron por completo la miseria y la delincuencia. Es un mérito colectivo de todos los pacíficos seseluás, que aprecian y valoran la rareza de su privilegiada estabilidad social. Quizá por eso sonríen siempre y practican la concordia. La mayoría de ellos hablan al menos tres lenguas, francés, inglés y créole, el criollo local, y conviven sin problemas de razas o religiones.
Los artistas
La cultura, como la población, se concentra en la isla de Mahé. El resto es naturaleza pura e incontaminada. Antes de viajar a las islas menores hay que aprovechar para ver el Museo de Historia Natural, pequeño y encantador, en la ciudad, y después entrar en la catedral de la Inmaculada Concepción, visitar el bonito templo hindú y hacer una foto a la modesta réplica del Big Ben, la Clock Tower. Seychelles es rica en artesanía, y muchos artesanos ejercen en Mahé, realizando telas estampadas y trabajos de madera. Hay artistas locales que practican una pintura colorista y expresiva, y escultores en madera y metal. Se pueden visitar algunas galerías de arte en la capital y a lo largo de la carretera de circunvalación de la isla, que muestran la pluralidad de estilos locales, como Carrefour des Arts junto a la Biblioteca de Seychelles, Les Mamelles Art Gallery, la hermosa Kenwyn House, especializada en joyería, o la galería de Egbert Marday cerca de Victoria. Es recomendable acercarse a Le Domaine de Val des Près, un conjunto de edificios coloniales al sur de la capital donde trabajan artesanos de todo tipo, desde constructores de maravillosos barcos de vela a pequeña escala hasta estampadores y escultores en madera, en torno al magnífico edificio de la casa principal, Plantation House.
En Seychelles hay varios artistas plásticos valiosos que crean en sus estudios y pueden ser visitados, ya que el taller funciona también como punto de venta. Es el caso del pintor local George Camille, que cuenta con galerías propias en la isla de Mahé y en la isla de La Digue, donde nació. Muy apreciable también el trabajo de Léon Radegonde, cuyas obras se pueden ver en la Galerie Passerose, en la isla de Praslin. La más alta reputación internacional la ha alcanzado la extensa obra de alta calidad de Michael Adams, hijo de un cultivador de caucho nacido en Malasia, que vive en la isla desde 1972 y realiza pinturas, acuarelas, dibujos y obras en seda. Embajador del arte de Seychelles, ha sido admitido como Miembro de la Orden del Imperio Británico, y vive en su propio estudio, abierto al público en Anse aux Poules Bleus, en la isla de Mahé, donde comparte espacio con sus dos hijos, también artistas, Alyssa y Tristán. Otros artistas como Donald Adelaide o el acuarelista y diseñador Andrew Gee tienen su propia galería en Baie Lazare, en Mahé. En Eden Art Gallery, en Victoria, se encuentra obra de diversos artistas, y no hay que olvidar las originales esculturas en bronce del estudio de Tom Bowers, en Anse à la Mouche, Mahé. En Anse Royale, una nieta de colonos franceses, Micheline George, mantiene todavía cultivos y tradiciones de sus abuelos en Le Jardin du Roi. En su huerto se puede ver crecer vainilla, canela, pimienta, nuez moscada, junto a un pequeño restaurante de recetas autóctonas que sólo sirve comidas. Las mesas se asoman a un amplio panorama sobre la costa en un entorno de ensueño.
La remota belleza de Praslin y La Digue
En una hora de barco, o 25 minutos de vuelo con Air Seychelles, se cruza desde Mahé a la pequeña isla de Praslin, la segunda por número de habitantes, que atrae a viajeros selectos hasta un hotel fabuloso como el Lémuria Resort, perfectamente integrado en la naturaleza, que ha creado uno de los campos de golf más idílicos y exclusivos del planeta. En la costa de Praslin alternan playas y calas rocosas que sólo visitan unos pocos veleros. Los seis mil habitantes se concentran en dos pueblos: Grand Anse y Baie Sainte Anne, y las playas más animadas se encuentran en Anse Lazio y Côte d’Or. Internándose hacia el centro de la isla se llega al Valle de Mai, una selva tropical que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por ser el último refugio del Coco de mer. Las hembras de esta palmera producen la mayor semilla del mundo, un coco de 20 kilos con la forma de un pubis femenino, de cualidades escultóricas. Este bosque acoge también los insólitos pandanos, los árboles que se desplazan sobre sus raíces aéreas, y los raros loros negros, endémicos de un bosque primigenio.
Desde Praslin se accede a la isla de La Digue, a menos de media hora en catamarán. Con sólo cinco kilómetros de diámetro, siempre se incluye entre los lugares más hermosos del mundo por la combinación de las grandes rocas de granito con las aguas de color turquesa y la blanca arena procedente de sus arrecifes. Aunque en la isla ya se encuentran algunos vehículos a motor, antes sólo había carretas tiradas por bueyes. Lo mejor es alquilar una bicicleta y recorrer las playas casi vacías, nadar en rincones de belleza irreal, y comer pescados a la parrilla en los chiringuitos de Source d’Argent y Grand Anse.
La isla de los pájaros
La mayoría de las islas del archipiélago de Seychelles están casi despobladas, y algunas ocupadas por un único hotel. Frègate y Silhouette se encuentran cerca de Mahé, pero otras están muy alejadas, como Denis Island, o el atolón de Aldabra ocupado tan sólo por las tortugas gigantes terrestres. Merece especial mención la diminuta isla Bird, de poco más de un kilómetro cuadrado, donde anidan tres millones y medio de golondrinas de mar entre mayo y octubre. El sencillo y delicioso Bird Island Lodge ofrece extraordinarias experiencias ornitológicas y subacuáticas.
Las islas Seychelles se cuentan entre los mejores paisajes del mundo, y resultan tan hermosas por encima del agua como en sus escenarios submarinos. Sus gentes son acogedoras y pocos lugares se encuentran al mismo tiempo tan alejados del mundanal ruido como plenos de comodidades y servicios de altísima calidad en el interior de hoteles de ensueño. El entorno de seguridad, la calma y la belleza, convierten al archipiélago en una deslumbrante y rara perla flotando sobre las aguas del Índico, a mil millas de la costa de África.
Enrique DOMÍNGUEZ UCETA
GUIA PRÁCTICA
Vuelos desde España con Air Seychelles, Air France, Qatar Airways y Emirates Airways. Entre los alojamientos de lujo en la isla de Mahé destacan el Beachcomber Seychelles Sainte Anne, en su isla frente a Victoria, y el Hilton Seychelles Northolme Resort & Spa en Glacis, sobre la playa de Beau Vallon. En la isla de Praslin el formidable Lémuria Resort es la mejor opción. La experiencia ecológica del Bird Island Lodge es incomparable, en una pequeña isla compartida con más de tres millones de pájaros. Información: Turismo de Seychelles
LO MEJOR
- Mahé. La vuelta a la isla por el litoral enhebra playas secretas como Anse Intendance y Petite Anse, los artesanos del Domaine de Val des Près, el Instituto Créole de cultura local, y la puesta de sol de Beau Vallon.
- Victoria. La diminuta capital, en Mahé, tiene encanto colonial en el puerto, la catedral católica, el templo hindú, el Museo de Historia Natural, la terraza del Pirate Arms y el Mercado Central, ideal también para las compras.
- Mirador de la Misión. Desde el lomo montañoso de Mahé, las ruinas de una misión y una avenida de espectaculares árboles sangdagon conducen al mirador desde el que se contemplan los bosques y ensenadas de la costa oeste.
- Praslin. La isla vecina de Mahé tiene la más equilibrada mezcla de playas formidables, como Côte d’Or y Anse Lazio, con la tranquilidad, la belleza de sus paisajes y fondos marinos, y cierta animación, dentro de la pequeña escala de sus 6500 habitantes.
- Valle de Mai. La isla de Praslin guarda un bosque ancestral en este valle declarado Patrimonio de la Humanidad por ser el único lugar en que vive todavía la palmera Coco de mer, que produce la mayor semilla del mundo.
- La Digue. Pequeña isla vecina de Praslin colecciona los mejores paisajes de rocas graníticas y playas en el archipiélago. Su calma y soledad la han convertido en meta de viajeros en busca de sensaciones puras.
- Bird Island. La diminuta isla coralina es un formidable santuario de aves. Bird Island Lodge permite convivir con tres millones de pájaros en un lugar incontaminado rodeado por las aguas de color turquesa del Índico.
Hola, amigos. Me pasaba por aquí para invitarlos a galerías de obras, a museos, a cualquier lugar que apoye y promueva el arte. Les invito a conocer a artistas como Gabino Amaya Cacho que trabajan el puntillismo moderno, o como Da Vinci. Conozcamos el arte!