¡Arriba el telón!, los 15 metros de tela pintada al temple por Giorgio de Chirico (para la obra rossiniana de Otelo, 1964) del Teatro de la Ópera de Roma se elevan por primera vez para mostrar la colección de arte que atesoran. Un impresionante archivo que con razón presume de haber colaborado con las principales figuras plásticas del siglo XX. Sobre el escenario no solo han pisado los intérpretes y directores más destacados, también han dejado su huella artistas desde Picasso hasta Valentino
Resultado del arte multidisciplinar de más de cien años de historia, la colección de objetos teatrales suma más de 60 mil trajes, como el que vistió Maria Callas en Turandot, vestuario ideado en 1919 por Picasso para El sombrero de tres picos; y 11 mil bocetos y figurines. Además se ofrecen filmes del Istituto Luce, que ofrecen un testimonio en imágenes de montajes representados en el Costanzi.
Para conmemorar la ocasión, sobre las tablas de la capital romana se representa una historia que nos remonta a finales del siglo XIX con el estreno de Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni. La primera puesta en escena tuvo lugar en la recién estrenada capital del Reino de Italia (1871), concretamente el 17 de mayo de 1890, cuando el teatro era conocido por el nombre de su mecenas Domenico Costanzi (1810-1898). Desde entonces, Cavalleria rusticana se convirtió en un éxito imperecedero. A partir de ese momento, el prestigio del que acabó siendo el Teatro dell’Opera (cuando la gestión pasó a manos del Ayuntamiento de Roma), no ha hecho sino crecer su fama internacional, recibiendo a los más ilustres intérpretes y directores de la última centuria: Caruso, Muzio alla Caniglia, Maria Callas, Renata Tebaldi, Montserrat Caballé, Corelli, Giuseppe Di Stefano, Alfredo Kraus, Carreras, Domingo, Pavarotti, Erich Kleiber, Von Karajan, Gavazzeni, Solti, Prêtre, Sinopoli, Sawallisch, Sanzogno, Gelmetti o Riccardo Muti, entre muchos otros. Una lista infinita.
La notoriedad obtenida con de la obra de Mascagni fue continuada con otro popularísimo melodrama, Tosca (1900), de Giacomo Puccini, el mayor compositor de ópera italiano, que llegaba con la voz gloriosa de Callas.
Fue a partir de 1919 cuando triunfaron las escenas y los trajes de Pablo Picasso para El sombrero de tres picos, el ballet de Manuel de Falla representado durante la segunda posguerra. Y a partir de 1928, el Ayuntamiento de Roma intensificó la relación con artistas de máximo nivel, como Felice Casorati, Filippo de Pisis o el futurista Enrico Prampolini.
Luego llegó la excepcional efervescencia artística de los años 60, con Renato Guttuso (Carmen, de Georges Bizet), Giacomo Manzú (Edipo Rey, de Stravinskij), Alexander Calder (Work in progress, de Bruno Maderna). Las sucesivas décadas fueron protagonizadas por las visiones de Alberto Burri (November steps, un ballet de Minsa Craig de 1972), Mario Ceroli (La chica del Oeste, de Puccini), Arnaldo Pomodoro (Semiramide, de Gioacchino Rossini, 1982) o William Kentridge (Lulú, de Alban Berg). Cómo vamos a olvidar a los grandes diseñadores Armani, Valentino, Balestra y Ungaro o a los directores que hicieron de sus montajes auténticos mitos como Luchino Visconti del Don Carlos, de Giuseppe Verdi, cuya maqueta original está colocada en el recorrido expositivo. Luca Ronconi, Bob Wilson, Emma Dante o aquéllos cinematográficos con la pasión de la ópera como Terry Gilliam, Werner Herzog y Sofia Coppola. Una lista infinita.
Como afirma el comisario Gianluca Farinelli: “El Teatro de la Ópera de Roma ha sido constantemente un lugar de encuentro entre artistas… Y no solo compositores, músicos, cantantes, figurinistas, escenográfos y directores sino también pintores, escultores y dibujantes. En este sentido, representa al máximo la gran tradición de la ópera italiana”. La maravillosa exposición Artistas a la obra da prueba de ello.
Carmen DEL VANDO BLANCO