La galería Montsequi de Madrid acoge hasta el 11 de diciembre el último trabajo de esta artista interesada por el paisaje urbano: una serie de lienzos que rinden homenaje a esta urbe nipona. En esta exposición, jardines, edificios, calles o gheisas se confrontan a sus ciudades fetiche, Madrid y Nueva York
Hablar de Belén Cobaleda García Bernalt (Salamanca, 1980) es hablar de arte. “Todo vuelve a su origen”, como sus paisajes urbanos y las gentes que los habitan. Porque todo regresa, por mucho que se empeñen las ciudades en tocar el cielo, como escape de la opresión en sus distintas facetas y la búsqueda de una espiritualidad utópica.
Si antes fue Nueva York o Madrid, urbes fetiche que no abandona, esta joven creadora, en su recorrido por el mundo en busca de un reflejo personal, ha elegido a Kyoto, real y onírico, como ha bautizado a su nuevo trabajo.
Sus propuestas son una invitación, una puerta, una ventana, unos ojos a sus calles, parajes, gentes…, a la tradición y la modernidad, en un gesto de unión, con el país del Sol Naciente. “Porque las ciudades no son solo nuestras cuando las andamos, recorremos, sino también cuando las soñamos”, reconoce Cobaleda.
Sensación onírica que se hace real en sus lienzos a través de la serena pincelada de cálidos blancos, rosas, pasteles, que envuelven la obra, y contrastan con los trazos en negro y una eclosión de color rojo o verdes en varias gamas, que dilatan las pupilas y nos acercan con sutileza y delicadeza a este icono de vida oriental. Sus jardines, calles, edificios o gheisas…, con la riqueza de sus quimonos, sus telas y adornos florales.
Un suma y sigue en el artístico, denso, currículum de esta infatigable salmantina, formada en Historia y Bellas Artes, galardonada en prestigiosos certámenes, que cuenta en su haber con numerosas exposiciones individuales y colectivas en galerías e instituciones de toda la geografía española, que ahora recala en Madrid con esta singular muestra. Su particular visión occidental, atmósfera envolvente, de otra parte del mundo que hace suya y atrapa para deleite de todos.
César SERNA