Mundos fantásticos en la pintura

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En la revista de agosto hemos dedicado un dossier a las variadas recreaciones de urbes fruto de la imaginación tanto de los pintores del Renacimiento como del Barroco. Además, Descubrir el Arte y Cultura Viva presentan el vídeo Ciudades Ilusorias, un repaso por los paisajes y las arquitecturas de artistas como Joachim Patinir, Piero de la Francesca o el Bosco

El Renacimiento marcó el tránsito de la geografía fabulosa a la científica, de las maravillas a las certezas, de los países exóticos a los paisajes reales, una transformación conceptual que también se dio en la pintura, entre los cuadros idealizados y los retratos realistas, o entre los entornos convencionales y los naturales.

Descanso en la huida a Egipto, de Joachim Patinir, 1518-20, óleo sobre tabla, 121 x 177 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado.

Sin embargo, en el Barroco, Europa vivió la edad de oro de las ciudades ilusorias, urbes inexistentes donde los artistas recreaban sus visiones fantásticas de monumentos y ruinas, resultado también de su particular modo de trabajar, ya que los dibujos que realizaban del natural los reelaboraban más tarde en el estudio, añadiéndoles en ocasiones desmedidas cargas de fantasía. Y es que en la conjunción de paisaje, ruinas y urbe surgen infinitas posibilidades que dan lugar a diferentes tipos de vistas urbanas, desde la ideal como evocación de la Antigüedad clásica, a las vedute supuestamente realistas, y un tercer género puramente fantástico, el “capricho”.

Las ciudades ilusorias aparecen en los fondos de los cuadros como paisajes imaginarios de resonancia bíblica. En su Descanso en la huida a Egipto, Patinir hace protagonista al paisaje, que lejos de la aridez que le correspondería, muestra un frondoso entorno campesino europeo que bien podría recordar a los que rodearon al propio pintor. Al paisaje le hacía falta la pérdida del miedo a la naturaleza y la invención de la perspectiva.

La crucifixión, atribuido al Maestro de Ávila, h. 1490, técnica mixta sobre tabla de madera de pino, 92 x 83 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado.

En muchas ocasiones, sobre todo en la pintura religiosa, los artistas representan a Jerusalén como encarnación de la virtud, aunque muchas veces los escenarios palestinos recuerdan a Florencia, Brujas, Borgoño o Toledo, como en La crucifixión atribuido al Maestro de Ávila, donde al fondo se vislumbra la muralla avulense. También los personajes van ataviados con ropajes de la época de los artistas.

La Torre de Babel, de Marten van Valckenborch, 1595, 755 x 1,050 mm, Fráncfort, Gemäldegalerie Alte Meister.

A partir de la ruptura de la cristiandad con Lutero, la pintura de paisaje toma dos rumbos diferentes. En los países católicos, donde se siguen recreando pasajes de la Biblia, el paisaje de los fondos será cada vez más natural y de mayor tamaño. En los países calvinistas, sobre todo en Holanda, debido a su iconoclastia, desaparecen las figuras sagradas y se concede toda la superficie del cuadro al paisaje.

Se puede adquirir la revista de agosto en quioscos hasta finales de agosto. Y en versión digital en ORBYT o KIOSKO Y MÁS

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