Hasta el 17 de septiembre el Museo del Ara Pacis de Roma presenta una exposición que reflexiona sobre el sistema esclavista en el Imperio romano a través de once secciones. Un total de 250 hallazgos arqueológicos, fotografías e instalaciones audiovisuales, que ayudan al visitante a situarse en el contexto histórico, muestran todos los aspectos de la esclavitud
La figura de Espartaco se ha convertido a lo largo de la historia en todo un símbolo de libertad y de lucha contra la esclavitud. Un personaje que se rebeló contra el mayor sistema esclavista de la historia, como fue el de la antigua Roma, que basaba toda su economía en la explotación del ser humano, una mercancía tan cara y rentable como deteriorable. De ahí el título de esta exposición: Espartaco. Esclavos y patrones en Roma. De hecho, la sociedad, la economía y la organización de Roma no habrían podido alcanzar unas metas tan avanzadas sino hubiera sido por la explotación planificada de las capacidades y de la mano de obra de millones de seres humanos privados de libertad, derechos y propiedades. Según recientes cálculos, éstos representaban un número de entre 6 y 10 millones de esclavos en una población de 50-60 millones de individuos… hasta la llegada de este héroe (Tracia, 111/13 a.C.-Lucania, 71 a.C.).
Aunque conocemos su gesta, Espartaco carece de una fisionomía o un rostro concreto, ya que su cuerpo destrozado en una batalla en el siglo I a.C. no dejó huella. Plutarco lo describe como “un hombre de gran fuerza y notable carácter. Un hombre, sobre todo, de inteligencia y educación muy superiores a su destino”. Ahora, esta exposición restituye la complejidad de aquel universo esclavista a partir de la última gran revuelta guiada por Espartaco entre 73 y 71 a.C. , desde la rebelión de la escuela de gladiadores de Capua, cuando reunió una multitud de desgraciados y los transformó en un auténtico ejército que durante tres años aterrorizó a Roma, y que tuvo que mandar las legiones de Crasso, Pompeyo y Lucullo para enfrentarse a ellos.
Se trata de una inmersión en el aspecto más oscuro de la grandeza de Roma: el más colosal sistema esclavista de la historia. Un fenómeno que sigue repitiéndose en los tiempos actuales, por ello la cita recobra su peso histórico. La muestra arqueológico-artística, comisariada por Claudio Parisi Presicce, Orietta Rossini y Lucia Spagnuolo, alojada en la apropiada sede del Ara Pacis, como explica Rossini: “no narra solo la vivencia personal del esclavo-gladiador”.
En once significativas secciones –Vencedores y vencidos, La sangre de Espartaco, Mercado de esclavos, Esclavos domésticos, Esclavos en el campo, Esclavitud femenina y explotación sexual, Oficios de esclavos, Esclavos infantiles, Esclavos en las canteras y minas, Una salida hacia la libertad y Esclavitud y religión– y a través de 250 hallazgos arqueológicos que se completan con una selección de 10 fotografías, se ofrece una narración inmersiva que se apoya en instalaciones audiovisuales para ambientar el contexto histórico y afrontar todos los matices de la esclavitud, motor casi invisible del imperio, gracias a préstamos de prestigiosas instituciones como los cinco museos de las superintendencia capitolina, una decena de museos nacionales, además del Louvre, el Arqueológico de Madrid, la Galeria Tryakov de Moscú y el Museo Romano-Germánico de Colonia.
Cierran el recorrido las aportaciones de la Organización Internacional del Trabajo (ILO, International Labour Organization), agencia de las Naciones Unidas en temas de trabajo y política social, comprometida en la eliminación del trabajo forzado y de otras formas de esclavitud en el mundo laboral actual.
Así pues, quedan bien interpretadas las secuencias desde las conquistas de los territorios al comercio de los vencidos, desde la explotación en campos y minas a la condición privilegiada de esclavos domésticos, desde el sometimiento de mujeres y niños hasta la anhelada manumissio: (la salida que ofrecía el Derecho romano) con la que se podía comprar la propia libertad o conquistarla y no precisamente por la revuelta de Espartaco, ya que la política socialmente abierta utilizada por Roma para con ellos era universalmente conocida en la Antigüedad.
Felipe V de Macedonia en 214 se dirigía con estas palabras a sus súbditos de Larissa: “(…) un buen ejemplo es el de Roma: cuando los romanos liberan a sus esclavos los admiten con pleno derecho en la ciudadanía y les permiten acceder a los cargos públicos”. Una afirmación que se hace más válida aún teniendo en cuenta que el soberano macedonio era un adversario de los romanos y, en aquel particular momento, un aliado de los cartagineses. A diferencia de los griegos, los romanos se encontraron con esclavos que eran la flor y nata de las sociedades dominadas. Por ejemplo, cuando en varias etapas conquistaron Grecia, se enriquecieron con gramáticos, arquitectos, matemáticos y médicos, que les dieron a conocer la medicina científica contrapuesta a la tradicional, a base de yerbas y de fórmulas sagradas.
Pero la generosidad practicada por Roma no es ocasional, ni depende de la calidad de sus siervos. Roma se caracteriza por su apertura al elemento social y étnicamente diverso: los romanos, parece ser, no olvidan –y los historógrafos como Tito Livio se encargan de recordarlo– que Rómulo había fundado Roma poblándola de refugiados, pobres y esclavos. La actitud de Roma hacia sus esclavos no fue nunca fundamentalmente racista comparada con los parámetros contemporáneos. Si bien, como aclara Parisi: “Es una exposición política en el sentido más comprometido del término. Se ha querido documentar un equilibrio esencial del mundo antiguo que tiene diversos engranajes con la vida de hoy en día”.
Carmen del VANDO BLANCO