Con una instalación site specific a modo de laberinto que incluye 20 esculturas, trabajadas a partir de los vaciados de grandes obras de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el artista ha llevado a cabo una serie de piezas (Venus hermafroditas, Adonis obeso o un Discóbolo negro) para articular un discurso que reflexiona sobre la copia, el canon y los valores estéticos y morales. Sala Alcalá 31 de Madrid, hasta el 23 de julio
Mateo Maté (Madrid, 1964) utiliza objetos cotidianos para plantear en cierto sentido otras maneras de vivir o replantearse otros mundos posibles. Es un artista conceptual, siempre inquieto, no se detiene nunca, de gran avidez creativa. Recorrer los proyectos que ha ido realizando en el tiempo, es ir de sorpresa en sorpresa, o en palabras de José Miguel Marinas, de disfrute en disfrute (o si quiere de susto en susto).
Así, desde sus Reliquias de autor (2008), una reflexión sobre el mercado del arte; Vía Crucis (2012), donde el artista colocaba una serie de lienzos contra la pared, o Viajo para conocer mi geografía (2010-14), un proyecto donde exhibía los objetos de su hogar, queda claro el interés del artista por el potencial simbólico de la metáfora cartográfica, y lo hace creando espacios escultóricos y performativos que resultan familiares y generan un profundo desconcierto, plagados de peligros latentes y enigmas perturbadores. Sus trabajos plantean repensar y reinventar la noción de habitar, ser capaces de desbordar la mirada y devolver la concreción a los espacios y objetos que nos rodean.
Con frecuencia, el artista recurre a la ironía, como en su serie Paisajes uniformados (2007-2008), donde usaba ropa de camuflaje de distintos ejércitos para crear variadas gamas cromáticas, y es que como escribe Fernando Castro Flórez en el catálogo de esta exposición, para el artista “un mantel puede convertirse en una bandera y una paellera en un escudo de armas. Su peculiar estrategia apropiacionista le permite transformar el discurso marcial del general Patton en la emocionante receta para preparar el pavo en Acción de Gracias”.
Una ironía que, por otro lado, busca la implicación crítica del espectador, junto con una cierta presencia del azar. También hay que señalar que sus “bromas” no son sinónimo de banalidad sino todo lo contrario, es una manera de mostrar las contradicciones e imposturas del Sistema y de abordar cuestiones como la construcción identitaria, la progresiva militarización del ámbito doméstico, la experiencia del desarraigo o la relación entre arte y vida.
En la instalación que ha ideado para la exposición Canon en la Sala Alcalá 31, el artista vuelve a recurrir al laberinto como ya hiciera en Trampas de artista, una metáfora tanto del espacio de la pérdida como territorio protegido. En este caso, el artista propone al visitante que recorre este trayecto laberíntico donde se sitúan las esculturas, una confrontación entre el canon y su mutación del canon.
Para este proyecto Mateo Maté ha trabajado con los vaciados más célebres de las esculturas de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde en palabras del artista se guarda ese código genético de la forma ideal humana heredado de la Antigüedad clásica, para adaptarlo a una nueva realidad difusa y dispersa e inventar su propia mitología actualizada: Venus hermafroditas o Discóbolos negros, al que, como comenta el artista, solo le ha añadido 20 gramos que corresponden a su nariz y boca, pero suficientes para transformar al atleta canónico en uno de raza negra. Estos gramos de más plantean una reflexión sobre la presunta pureza clásica, y aunque este cambio es mínimo e incluso puede “pasar desapercibido, es precisamente esa sutiliza la que hace que recibamos, cuando comprendemos la ‘operación quirúrgica’, un golpe contundente”, comenta Castro Flórez.
En definitiva, esta instalación site specific reflexiona sobre la copia o reproducción, pero también sobre cómo el canon es en el fondo una construcción moral. Y lo hace a través de un conjunto de 20 obras canónicas del arte clásico, mediante un itinerario laberíntico como metáfora visual de lo azaroso de la existencia humana, en la que el visitante podrá descubrir un conjunto de reproducciones escultóricas recientes realizadas por el artista que dialogan con una serie de reproducciones prestadas para esta exposición por el Museo Nacional de Escultura, estableciéndose entre ellas nuevas conexiones radicalmente distintas a las que se generan cuando se exponen en un museo y que reflejan el momento sociopolítico en el que fueron creadas, en contraposición al momento actual.
En Canon, a medida que el visitante avanza en su recorrido, se encontrará con las intervenciones que el artista ha realizado sobre esculturas clásicas que a lo largo de los siglos han sido consideradas modelo de belleza y de equilibrio. Un total de quince figuras, con diferentes grados de intervención por parte de Mateo Maté, muestra cómo se altera el discurso cuando Apolino, copia de una copia de la obra de Praxíteles, se transforma en Apolina, o el cambio de sexo de El niño de la espina o cuando nos hallamos ante un Adonis (obeso) o una Venus de Médici (hermafrodita) o la Venus de Canova que se ha transformado en una mujer “negra”. En resumen, como comenta Castro Flórez, Mateo Maté pretende liberarnos de la “enfermedad histórica” en una reivindicación de la potencia y multiplicidad de la vida y lo hace fabricando, a partir del canon, seres “anómalos” a los que califica como “quimeras posibles”. En definitiva, una exposición muy recomendable.
Paralelamente a la muestra, se llevara a cabo un programa de actividades culturales, como una serie de encuentros con Mateo Maté (jueves 25 de mayo, 1 y 2 de junio a las 20 horas), visitas al taller de vaciados de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (7 y 21 de junio a las 11.30 horas) y una mediación cultural (todos los sábados y domingos, de 12.00 a 14 horas).