Art Déco: el placer de vivir

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Tres exposiciones en Italia revisan esta corriente artística de los años veinte del siglo pasado a través de la pintura, escultura, cerámica, mobiliario, textiles o el mundo editorial: Museos San Domenico en Forlí (hasta el 18 de junio), Museo Internacional de Cerámicas en Faenza (hasta el 1 de octubre) y el Pabellón de Ferias de Castrocaro (hasta el 2 de julio)

Las espléndidas salas del exconvento de San Domenico muestran todo el lujoso encanto de esta corriente artística en la exposición Art Déco. Los convulsos años en Italia, un título que alude a un estilo de vida versátil, cosmopolita, y como diríamos hoy, de la jet society. ¿Su éxito? Muy probablemente tenga que ver con al ansia del placer de vivir, intensa y efímera, que se desató entre la burguesía europea tras la Primera Guerra Mundial, un conflicto que acabó con los últimos mitos decimonónicos. Un frenesí que se concentró en una década posterior, mientras ya en la historia se iba perfilando un siniestro horizonte de totalitarismos.

Sobre estas líneas, La copa verde, por Oscar Hermann Lamb, 1933, óleo sobre lienzo, colección particular. Arriba, Retrato de Wally Toscanini, por Alberto Martini, 1925, pastel sobre papel, 131 x 204 cm, colección particular.

Su relación con el precedente estilo Liberty estriba primeramente en la continuidad hasta llegar, después de superarlo, a la contraposición. Así pues, la diferencia entre el idealismo del Art Nouveau y el racionalismo del Art Déco se demuestra esencial. Una modernidad marcada por la producción industrial del objeto artístico, lo que lleva a cambiar profundamente el concepto de belleza en la vida cotidiana, deja atrás la línea simbolista para dar pie a un nuevo lenguaje artístico.

Esta muestra se inspira en el panorama artístico tras la eclosión de la cultura y el arte en los años veinte y, especialmente, de aquel gusto definido “Estilo 1925”, año de la Exposición Universal de París dedicada a las Arts Décoratifs –de ahí la denominación de Art Déco– que acuñó los modelos a seguir.

Saint-Moritz, por Tamara de Lempicka, 1929, óleo sobre tabla, Orléans, Museo de Bellas Artes.

El diseño déco se impuso en las salas cinematográficas, estaciones ferroviarias, teatros, transatlánticos, edificios públicos además de en las lujosas residencias burguesas. Sus cánones estilísticos se presentaban inconfundibles e influyeron a todos los niveles la producción de las artes “menores”, desde el mobiliario a las cerámicas, los vidrios, la forja, la orfebrería, el textil, hasta llegar a la moda entre los años veinte-treinta, extendiéndose a la línea de los automóviles, carteles publicitarios, escultura y pinturas decorativas. Esta nueva ola expresiva se reconoce en los diferentes movimientos vanguardistas (Secesiones europeas, cubismo, fauvismo. futurismo) protagonizados por Picasso, Matisse, Lhote y Schad.

Retrato de Matteo Marangoni, por Baccio Maria Bacci, 1919 , óleo sobre lienzo, 105 x 84 cm, Wolfsoniana-Palazzo Ducale.

El núcleo expositivo se concentra en el decenio de 1919-1929, marcado por la fuerza explosiva del fenómeno Art Déco, y se destaca el papel de las bienales internacionales de artes decorativas de Monza, las Exposiciónes Universales de París de 1925 y 1930 y de Barcelona de 1929. Un despliegue sinfín de alta producción artesanal y protoindustrial que horneaba muebles, cerámicas, vidrios, metales elaborados, tejidos, bronces, estucos, joyas, plata y vestidos. Artistas como Gió Ponti en cerámicas, Wildt, Martini o Andreotti en esculturas, Lenci y Tofanari en figuritas, Ravasco y Finzi en joyería, Buzzi, Lancia e Portaluppi en decoración, Ravasi, Ratti y Fortuny en preciosas sedas, hasta Depero y sus tapices de paño, sellaban la marca Italia: el actual Made in Italy.

Pequeña rusa, por Mario Cavaglieri, 1919-20, óleo sobre lienzo, colección particular.

Y precisamente en Italia no se había organizado nunca una exposición tan completa centrada en este variado universo creativo, por eso esta muestra tiene como objetivo recordar el nivel cualitativo que las artes decorativas deben de la cultura artística italiana, con la connotación Déco extendida a la arquitectura, a la pintura y a la escultura. Son fundamentales Galileo Chini, pintor y ceramista, acompañado por Zecchin y Andlovitz, que se inspiraron en Klimt y en la Secesión vienesa; la producción del segundo futurismo de Depero, Balla y Mazzotti; las pinturas de Severini, Casorati, Martini, Bucci, Oppi o Metlicovitz, entre otros. Y tratándose de un estilo de vida, este se dejó ver también en el cine, el teatro, la literatura –con las páginas inolvidables de El Grande Gatsby (1925) de Francis Scott Fitzgerald, junto con las de Ágata Christie, Oscar Wilde y el italiano Gabriele d’Annunzio–las revistas, la moda y la música.

La casa del Efebo, por Gio Ponti, 1924-25, Richard-Ginori, otre in maiolica dipinta a mano in marrone, ocra, nero e blu. Sesto Fiorentino, Museo Richard-Ginori della Manifattura di Doccia.

Por su parte, Cerámica Déco, la exposición que acoge el Museo Internacional de Cerámicas de Faenza, se concentra en destacados autores locales que consiguieron gran proyección a nivel internacional a través de la cerámica, la gráfica, el vidrio y los metales. La muestra Atmósferas mágicas déco en el Pabellón de Ferias de Castrocaro, un edificio de 1938, juega un papel significativo en este trío expositivo al poner el acento en el mundo editorial: en 1919 nacían elegantísimas revistas de arte, moda y literatura, embellecidas de ilustraciones.

Cartel de la ópera Turandot, por Leopoldo Metlicovitz, 1926, litografía a color, Milán, Archivio Storico Ricordi.

La exposición muestra estas publicaciones, xilografías e ilustraciones originales en un orden cronológico y temático a partir de los años veinte con las tres tendencias en vigor: el neoclasicismo de Di Ponti y Di Cellini, los ritmos futuristas de Depero, Bonetti y Prampolini junto al estilo más enriquecido de Chini y Cambellotti.

Mano della fattucchiera e Mano fiorita, por Gio Ponti, 1935, Richard-Ginori, stabilimento di Doccia, porcellana dipinta a mano in oro Sesto Fiorentino, Museo Richard-Ginori della Manifattura di Doccia.

Esencialmente, los originales trazos estilísticos del Art Déco destacan por su sencillez, por las líneas puras, adornos geométricos o estilizados con materiales a menudo costosos. Las decoraciones se inspiran en el mundo egipcio, en los indios nativos de América, en la antigua Grecia y en la naturaleza. Aunque raramente produjo objetos destinados a las masas, el estilo refleja una admiración por la modernidad de la máquina y por los objetos derivados, visibles en la simetría, en la repetición de los elementos y en la relativa simplicidad.

Carmen del VANDO BLANCO

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