Hasta el 2 de abril la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid muestra el trabajo de los 24 pensionados el pasado año en la Academia de España en Roma. Bajo el título Hecho en Roma, en esta exposición, comisariada por Manuel Blanco, están representadas todas las disciplinas, pintura, escultura, fotografía, videoarte, música y musicología, restauración, cine, historia del arte, literatura, poesía y arte dramático. Como novedad, este año la exposición se expande desde la sala de la Calcografía Nacional y ocupa también otros espacios de la Academia
Uno de los principios fundacionales de la Academia de España en Roma (RAER), ha sido “fomentar el genio nacional, ofreciendo a nuestros artistas algún campo de estudio, algún lugar de recogimiento y de ensayo, en la ciudad que será eternamente la metrópoli del arte, en Roma” como rezaba en sus estatutos de 1873. Esta academia, que ahora pertenece al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, cada año concede una beca de producción a un grupo de jóvenes artistas de distintas disciplinas e investigadores del arte para que durante un año hagan una residencia en esta institución de la Ciudad Eterna.
Por este edificio, a lo largo de casi ciento cincuenta años de vida, han pasado muchas generaciones de artistas y directores, en total: 876 pensionados, 27 directores y 3 directoras. De los 12 pensionados de sus inicios se ha pasado a los 24 de los últimos años y se ha recortado la estancia de tres a un año.
La RAER está situada en el complejo conventual de San Pietro in Montorio, en concreto en el conocido como segundo claustro o claustro norte, un marco inigualable para la creación y la investigación porque su pasado es el mejor incentivo para mirar el presente y el futuro. Por otra parte, hay otro factor fundamental para fomentar la creatividad: la convivencia diaria de los pensionados, que propicia el diálogo y el conocimiento entre todos ellos, derriba barreras entre disciplinas artísticas y facilita la colaboración. A este respecto, la actual directora de la RAER, Ángeles Albert, destacaba que “cuando los artistas viven juntos se producen reacciones imprevisibles, se generan alianzas insospechadas y otras evidentes, pero siempre pasa algo que va más allá de la suma de proyectos individuales y ahí sin duda radica otras de las claves de la Academia (…), no solo se retroalimentan personalmente sino que, además, nacen nuevos proyectos en los que cada uno aporta lo mejor de sí mismo. A veces de la idea de uno surge un vídeo en el que todos colaboran (…) y se convierte en un proyecto colectivo”. Y qué es si no el arte contemporáneo: permeabilidad y colaboración creativa.
En resumen, como explica Ángeles Albert: “La vida no es lo mismo después de vivir en Roma, después de incorporarse a la Academia… Una constante que repiten la práctica totalidad de los 876 pensionados, becarios o residentes que han tenido la oportunidad de ser seleccionados”.
La exposición Hecho en Roma, comisariada por Manuel Blanco, que acoge como todos los años la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando muestra una selección de obras de los 24 pensionados españoles e iberoamericanos que han residido en esta academia desde octubre de 2015 a junio de 2016. Están representadas todas las disciplinas, pintura, escultura, fotografía, videoarte, música y musicología, restauración, cine, historia del arte, literatura, poesía, arte dramático y sus expresiones híbridas. Como novedad, este año la muestra se expande desde la sala de la Calcografía Nacional y ocupa muchos otros espacios de la Academia, incluida la Biblioteca.
Blanco recalca que no es una exposición colectiva de un grupo, de una escuela o una tendencia, sino “el fruto de un encuentro casi fortuito de artistas e investigadores que han tenido la oportunidad de desarrollar su trabajo y sus proyectos en un ambiente fértil, doblemente generador, Roma”, y de ahí el nombre de la muestra.
Y sin más dilaciones pasamos a presentar el trabajo que exponen en la Academia estos 24 becados. José Guerrero estudió arquitectura y un poco después se dedicó a la fotografía, aunque su poso como arquitecto está presente en el trabajo fotográfico. Su proyecto, casi arqueológico, está centrado en la estratigrafía arquitectónica de Roma a través de fotomontajes y collages. Martín López Lam ha realizado un libro escrito en tres idiomas y repleto de dibujos. Iñaki Gracenea ha llevado a cabo un estudio diagramático de la arquitectura carcelaria a partir de la documentación que el artista reunió sobre cárceles del siglo XIX y XX. Dos polípticos fotográficos de Jorge Conde reflexionan sobre la degradación de los espacios arquitectónicos, uno de ellos muestra edificios industriales que se han recuperado para fines culturales y el otro las chabolas de los sin techo en un acueducto.
También hay espacio para la pintura figurativa, la del artista Josep Tornero que muestra en varios formatos cuerpos desnudos con caras que permanecen en la penumbra. O los óleos de Gabriela Bettini. Juan Zamora celebra su estancia en Roma con una pieza que es como un altar a Jano bifronte: un yeso de la propia academia de esta deidad rodeada de objetos a modo de ofrenda. El trabajo de Susana Arenillas gira en torno a la recuperación de la memoria histórica de la Italia fascista y lo hace a través de una serie de fotografías muy impactantes, en Desmemoria trata de lo que ella denomina “arquitectura desmedida”, también hay espacio para recordar la represión que sufrió el colectivo homosexual al mostrar en una de sus fotografías la silueta de la isla de San Domino (lugar donde el régimen de Mussolini desterraba a estas personas) al fondo, y el mar “sembrado por una serie de restos de naufragio de pétreas estatuas de ambos géneros”.
Clara Montoya ha realizado una pieza, dividida en tres partes, que reflexiona sobre el tiempo de transformación de la materia, una metáfora sobre cómo el tiempo ha transformado el paisaje. En el despacho del director de la Calcografía, Blanco ha montado un cine en toda regla: pantalla grande, sillones o sillas, donde se exhiben las películas de Alberto Díaz López, sobre su propia familia, a medio camino entre el documental y la remembranza, y David Muñoz, que filma confesiones motorizadas en el Año del Jubileo a motoristas que recorren Roma.
Dopo Roma, de Jesús Madriñán, está compuesta por una serie de retratos fotográficos de jóvenes romanos que destaca por la mezcla entre la técnica de foto de estudio y la espontaneidad de los rostros captados al alba a la salida de los afters.
Además, se muestran los trabajos de investigación de Jaime J. Ferrer Forés sobre el arquitecto Luigi Moretti. Julia Ramírez Blanco ha estudiado la convivencia artística de los Nazarenos que se instalaron a principios del XIX en el monasterio romano de San Isidoro. Benjamín Domínguez ha investigado la Carta del Rischio sobre intervenciones en el patrimonio cultural. La musicóloga Fátima de Bethencourt ha trabajado sobre la cooperación musical entre varias academias en Roma para celebrar el “Concierto de las Academias Extranjeras”. María Elena Cuenca ha estudiado la figura del compositor Francisco de Peñalosa (h. 1470-1528). Inés M. Fuentes ha investigado sobre el ilusionismo en Roma, desde la Antigüedad al siglo XX.
Del músico Antonio Blanco Tejero se muestran una serie de partituras de cuatro obras: Epitafio por Roma, y junto al fotógrafo José Guerrero, Roma: 3 variazioni, o Gesten con el director de cine Alberto Díaz. El nicaragüense Ulises Juárez Blanco ha escrito una historia novelada que liga los viajes de Ulises con un thriller contemporáneo de terroristas en busca de la clave de un antiguo mito. El poeta Andrés Catalán presenta Andante (Sinfonía), inspirado en los barrios de Roma. En cuanto a las artes escénicas, Rafael R. Villalobos ha escrito y puesto en escena un auto sacramental o “desacralizado”, como dice él, partiendo de un texto de Calderón de la Barca.
Y, por último, Jaime González Cela y Manuela Pedrón Nicolau, dos curadores que han ejercido de comisarios en el trabajo del resto de sus compañeros y organizando actividades en torno y dentro de la Academia.