Una muestra en el Museo Guggenheim Bilbao reivindica la pluralidad de los artistas de la llamada “Escuela de Nueva York”: un grupo de creadores, venidos de diferentes horizontes, que en la década de 1940 compartió las mismas inquietudes: el individualismo y la libertad absoluta para trabajar sin dogmas ni reglas preconcebidas. Hasta el 4 de junio
Bajo el título Expresionismo Abstracto el Museo Guggenheim ha reunido un gran conjunto de obras de los artistas que fueron los artífices de un cambio radical en la pintura y responsables del esplendor que se vivió en el Nueva York de la década de los cuarenta del siglo XX. Jackson Pollock, Mark Rothko, Willem de Kooning, Robert Motherwell, David Smith o Clyfford Still son solo algunos de los autores presentes en una muestra que reúne más de 130 pinturas, dibujos, esculturas y fotografías procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo.
Patrocinada por la Fundación BBVA y la colaboración de Terra Foundation for American Art, esta exposición plantea una revisión del expresionismo abstracto con la intención de poner de manifiesto sus múltiples facetas. Para David Anfam, comisario de la muestra, junto a Edith Devaney y Lucía Aguirre, «nunca hubo consenso en la definición del expresionismo abstracto, un fenómeno verdaderamente innovador que empezó a emerger en Nueva York en los años cuarenta». Un movimiento artístico que aunque casi siempre se ha percibido como un todo unificado, en realidad es diverso, polémico y complejo.
También se ha dicho comúnmente, afirma Marie-Claire Uberquoi en un artículo que publicamos en DESCUBRIR EL ARTE, núm. 217 (marzo), «que el expresionismo abstracto (un término que por cierto fue utilizado por vez primera por el crítico Robert Coates en The New Yorker en 1946) fue el primer gran movimiento artístico genuinamente norteamericano. Esta afirmación en gran parte cierta merece ser matizada. Primero porque este movimiento, que tuvo su momento más álgido durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, hunde sus raíces en la pintura europea, como lo reconocieron los propios protagonistas de la Escuela de Nueva York, y además porque varios de sus miembros procedían del Viejo Continente como fue el caso de Willem de Kooning, Mark Rothko, Hans Hofmann y Arshile Gorky, una circunstancia que de una manera u otra, influenciaría su personalidad».
En cambio, para Uberquoi, lo que «sí resulta indiscutible es que la emergencia del expresionismo abstracto aportó nuevos conceptos a la práctica de la pintura y de la escultura, constituyendo un factor determinante para afianzar a Nueva York como la nueva capital de la vanguardia, después de la segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, el pujante mercado del arte estadounidense marcaría las diversas tendencias de la creación plástica, al tiempo que contribuiría a convertir a algunos de sus artistas en auténticas leyendas, como Jackson Pollock, Mark Rothko y Willem de Kooning, entre otros».
Un movimiento artístico cuyos protagonistas compartieron las mismas inquietudes sobre la creación artística. Reivindicaban el individualismo y la libertad absoluta para trabajar sin dogmas ni reglas preconcebidas. Según sus aspiraciones, la práctica de la pintura era una experiencia vital, impulsada por la propia consciencia del artista que venía a dar rienda suelta a sus emociones más profundas a través del gesto y del color.
El resultado, obras de tamaños colosales, en ocasiones intensas, espontáneas y sumamente expresivas, y otras, por contra, más contemplativas, a través de grandes campos de color. Estas creaciones aspiraban no solo a ser admiradas desde lejos sino también a ser disfrutadas como encuentros bidireccionales entre el artista y el observador: la percepción del espectador constituye el elemento final de esta interacción.
En la exposición, las obras de figuras estelares como Pollock, De Kooning, Rothko, Motherwell, Arshile Gorky, Franz kline y Barnett Newman se exhiben junto a los cuadros de Clyfford Still, William Baziotes, Adolph Gottlieb, Hans Hofmann, Ad Reinhardt, Mark Tobey, Conrad Marca-Relli, Jack Tworkov, Richard Poussette-Dart Philip Guston y Sam Francis. Por otra parte, hay que destacar el acierto de los comisarios al rescatar la interesante aportación de las mujeres artistas como Lee Krasner, la esposa de Pollock, Joan Mitchell, Janet Sabel y Helen Frankenthaler, que estuvieron marginadas por la inmensa influencia ejercida por sus compañeros masculinos.
El recorrido de la muestra arranca con una serie de obras tempranas que reflejan la época aciaga en la que surge el movimiento, marcada por las dos Guerras Mundiales o la Gran Depresión, como puede verse en la acumulación de esqueletos en la gran composición de Pollock Untiled Panels A-D (1934-38) o en la obra de Philip Guston El porche (1946-47), donde la figura humana aparece amenazada y adopta un tono macabro, con una clara influencia del Holocausto. En esta primera sala llaman la atención las obras no figurativas de Hans Hofmann (1888-1966), Adolf Gottlieb (1904-1971) y muy especialmente las de Arshile Gorky (1904-1948), personalidad clave en el nacimiento del movimiento y maestro de De Kooning.
El recorrido prosigue con una serie de salas monográficas dedicadas a los creadores en las que se han reunido conjuntos verdaderamente espectaculares. Así se pueden ver excelentes ejemplos de los dos periodos más abstractos de Willem de Kooning (1904-1997), que dialogan con los de Franz Kline (1910-1962), pintor gestual de amplias y sobrias pinceladas con fuertes contrastes entre el negro y el blanco.
A continuación se exhiben las nueve pinturas magistrales de Mark Rothko (1903-1970) con sus sutiles campos de color flotantes, expresión de un mundo interior profundamente atormentado y que el artista lo justificaba al decir que «sólo me importa la expresión de las emociones humanas fundamentales: la tragedia, el éxtasis, la fatalidad…». De Clyfford Still (1904-1980) se muestran doce telas impactantes, nueve de las cuales han sido prestadas excepcionalmente por el museo de Denver que custodia su legado.
La secuencia dedicada a Jackson Pollock (1912-1956) reúne ocho cuadros que muestran su evolución continua hasta llegar al action painting o pintura de acción. El artista realizó sus primeros “drippings” en 1947, derramando pigmentos de esmalte directamente sobre la tela. Cerca de las obras de Pollock se exponen algunas esculturas de acero de David Smith (1906-1965), compañero de viaje de los expresionistas abstractos, junto a un cuadro de Lee Krasner y una de las bellas Elegías a la República Española (1965-70) de Robert Motherwell.
Barnett Newman (1905-1970) buscó lo sublime a partir de una intensa reflexión sobre el color y el espacio pictórico, el llamado Color Field Painting, Ad Reinhardt (1913-1967), que reprochaba a sus compañeros sus excesos románticos, se apartó de la corriente emocional formulando un lenguaje muy depurado, que anticiparía el minimalista. El recorrido finaliza con una selección de pinturas realizadas en los años sesenta y setenta por Motherwell, Hans Hofmann, Joan Mitchell, Mark Tobey y Philip Guston que dejan patente la versatilidad del expresionismo abstracto y la riqueza de sus propuestas.
También hay un apartado dedicado a los fotógrafos que compartieron muchos principios con los expresionistas abstractos, como Aaron Siskind, Mino White, Barbara Morgan y Hans Namuth que saltaría a la fama en la revista LIFE con sus célebres fotografías de Pollock realizando uno de sus drippings en su estudio de Long Island.