La Institución Libre de Enseñanza de Madrid rinde homenaje a este pedagogo e historiador del arte con una gran exposición que da a conocer su papel en la cultura española y como «descubridor» del Greco en su monografía de 1908. Organizada por Acción Cultural Española (AC/E) y la Fundación Francisco Giner de los Ríos y comisariada por Salvador Guerrero, la muestra exhibe 300 obras entre pintura, fotografía, documentos o cerámica de artistas como el propio Greco, Sorolla, Aureliano Beruete, Dalí, Zuloaga, Benjamín Palencia, Buñuel, García Lorca, Charles Cliford o Juan Laurent. Hasta el 23 de abril de 2017
El pedagogo e historiador del Arte Manuel Bartolomé Cossío (Haro, 1857-Madrid, 1935) tuvo un papel muy relevante en el proyecto modernizador de la enseñanza y la cultura en España. Ligado a la Institución Libre de Enseñanza (ILE); junto a Ricardo Rubio fue el más cercano y principal discípulo de Giner de los Ríos (Ronda, 1839-Madrid, 1915), cuya labor al frente de la ILE continuó tras la muerte de este último en 1915. De la estrecha relación que mantenían los tres da fe el hecho de que acabaran residiendo los dos discípulos y sus familias en la que era desde 1883 la casa de Giner de los Ríos y sede la Institución. Y fue precisamente en esta casa donde un año después de la muerte de su mentor, en junio de 1916 Cossío (sucesor en la dirección de la Institución) impulsó la Fundación Giner de los Ríos para proteger y continuar el legado material y moral de su legado y de la ILE.
Y es también en esta casa, que abrió sus puertas de nuevo en el verano de 2014 después de las obras de rehabilitación que comenzaron en 2003, donde tiene lugar la exposición El arte de saber ver. Manuel B. Cossío, la Institución Libre de Enseñanza y el Greco, organizada por Acción Cultural Española (AC/E) y la Fundación Francisco Giner de los Ríos. Una muestra que “ha nacido con la idea de devolver a la sociedad española el conocimiento del proyecto de modernización más solvente en la España moderna, que los ciudadanos y los jóvenes en particular conozcan quién fue Cossío o Giner de los Ríos porque muchas de las cosas que ellos aportaron forman parte del acervo común”, comentó en la presentación de la muestra José García-Velasco, presidente de la Institución Libre de Enseñanza.
Un proyecto que defendía que la formación era un continuum, que duraba toda la vida, por eso en esta misma casa, hace más de cien años, se “fomentaba que los parvulitos hiciesen arte, se les enseñaba a identificar láminas y se les llevaba a visitar museos, y no solamente se despertaba a los niños a una edad tan temprana al arte, sino que se trabajaba por poner en pie una disciplina científica, la historia del arte. Y es esa contribución la que está presente en esta muestra, que es continuadora de la que pudo verse el pasado año sobre Giner de los Ríos”, añadió García-Velasco.
Centrándonos ya en la figura de Manuel Bartolomé Cossío, hay que destacar su gran vocación por los temas artísticos, la importante labor que desarrolló, siempre ligado a la Institución Libre de Enseñanza, en la institucionalización de la historia del arte como área de conocimiento específica en España y su empeño en incorporar esta materia en los programas académicos tanto en la enseñanza secundaria como en la universitaria. Y, sobre todo, su gran contribución a dar a conocer en España y fuera de ella al Greco y convertir a Toledo en “una ciudad compendio de la historia de España. Realizó numerosas excursiones a la ciudad como guía de los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza y de personajes ilustres como Julius Meier-Graefe o Albert Einstein”, explica Miguel Ángel Recio Crespo, presidente de Acción Cultural Española.
Cossío fue el autor en 1908 de la primera monografía que se escribió sobre el Greco, una obra fundamental y sin la cual no puede entenderse el largo proceso a través del cual el pintor de Toledo ha llegado a ser una figura imprescindible, tanto en el arte europeo de su tiempo como en el canon de la pintura occidental. Para Javier Portús, conservador y jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del Museo del Prado , uno de los aspectos más destacables de este libro es que fue uno de los hitos fundacionales de la historia del arte moderna en España tal y como se entiende actualmente. Hasta ese momento en España apenas se habían publicado monografías actualizadas de artistas con un carácter mínimamente científico. El único precedente importante está vinculado también con la Institución Libre de Enseñanza, es el caso del libro Velázquez de Aureliano Beruete (1898), un personaje que también está presente en esta muestra en una efigie y en varios cuadros de su autoría.
Cuando Cossío publica su libro, el Greco ya era una figura de cierta importancia para los historiadores del arte y muy relevante para algunos de los artistas más destacados de España y de Europa. Lo que aporta el libro de Cossío es un análisis del Greco como artista, “se tenía conocimiento de la existencia de un número importante de obras del pintor y de un conjunto documental significativo, pero hasta entonces nadie había hecho el esfuerzo de recopilar todo ese material que estaba disperso, ni de viajar por gran parte de Europa y algunas ciudades de EE UU para ver en primera persona las obras y a partir de ese conocimiento y de esa experiencia directa, trazar de una manera completa una visión de la evolución del Greco como persona y, sobre todo, como artista”, añade Portús. El interés de Cossío por el pintor había comenzado en las décadas finales del siglo XIX, cuando reivindica la figura del artista, que en ese momento estaba para muchos en entredicho.
Descubre numerosos cuadros del Greco, algunos tan importantes como la Vista de Toledo (h. 1604-14, Museo Metropolitano de Nueva York) o Fray Hortensio Félix Paravicino (1609, Museo de Bellas Artes de Boston), una de las cumbres del Greco como retratista. Hace acopio también de un elevadísimo número de fotografías porque la idea de Cossío no era solo reunir el mayor material posible del Greco para luego dar una visión personal, sino que quería ofrecer a las generaciones e investigadores futuros el mayor número posible de información a partir de la cual ellos mismos juzgasen y elaborasen su propia imagen del Greco, y de ahí su empeño en “crear un corpus gráfico importante, algo hasta entonces inhabitual en lo que era la historiografía del arte en España”, puntualiza Javier Portús. En resumen, lo más relevante es que con todo el material reunido, Cossío convierte al Greco en un instrumento a la hora de entender lo que ha sido la realidad histórica de España a través del Greco y a través de la vinculación del Greco con la ciudad de Toledo.
Todo esto está magníficamente explicado en esta exposición por el comisario Salvador Guerrero y el asesor científico Javier Portús a través de una perspectiva múltiple que muestra diferentes etapas y relaciones de Cossío. Y lo hace de una manera muy atractiva al apoyarse en un total de 300 obras que van desde pintura, fotografía, cerámica, elementos arquitectónicos, tejidos, libros, documentos, películas o archivos sonoros de diferentes artistas. Entre los pintores, el propio Greco, Sorolla, Cecilio Pizarro, Carlos de Haes, Ricardo Arredondo, Ricardo Bellver, Daniel Vázquez Díaz, José Moreno Villa, Maurice Fromkes, Dalí, Benjamín Palencia, Federico García Lorca, Ramón Casas, Joaquín Torres-García, Ignacio Zuloaga, Aureliano de Beruete o Juan Bonafé. Entre los fotógrafos, Christian Franzen, Charles Cliford, Juan Laurent y Minier, Alfonso Begué, Casiano Alguacil, Augusto Arcimis, Eugenio Rodríguez, Lucas Fraile (fotomontaje), Juan Vicens o Luis Buñuel (que también está presente con la película Tristana, rodada íntegramente en Toledo). Hay que destacar la calidad de las obras, que ha sido posible gracias a préstamos del Museo del Prado, el Instituto Valencia de don Juan, el Museo Reina Sofía, El Museu Nacional d’Art de Catalunya, la Fundación-Museo Sorolla o la Biblioteca Nacional.
La muestra está dividida en cinco apartados. El primero de ellos lleva el título de “Cossío. ‘El arte de saber ver’”, una expresión formulada por el historiador en un influyente artículo publicado en el Boletín Libre de Enseñanza en 1879, donde defendía que se debía cultivar la sensibilidad artística para despertar las diversas potencialidades de los alumnos, “una particular manera de enseñar que hundía sus raíces en el racionalismo armónico del filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause”, comenta Salvador Guerrero; además, hay una vitrina que recuerda la importancia que para el institucionismo tuvieron las llamadas artes populares. El segundo, “La ILE y la historia del arte”, reúne todo lo que tiene que ver con el nacimiento de esta disciplina en el ámbito académico. En “Cossío y el Greco” se exhibe parte de las fuentes que utilizó para su monografía que han venido de los archivos de Toledo y su huella en otros historiadores; además, se muestran varias obras del Greco y una copia de época del pintor (1625) del Entierro del señor de Orgaz, que podría ser de su hijo o del taller del artista. Está también presente una parte del archivo de la palabra (la que se dedica al Entierro del señor de Orgaz), que se grabó en los años treinta en el Centro de Estudios Históricos.
“El Toledo de Cossío y la Institución Libre de Enseñanza” recuerda la importancia histórica, artística y monumental de esta ciudad, que la convirtieron en una síntesis de las búsquedas ideológicas, espirituales y estéticas de toda una pléyade de intelectuales y artistas “que hicieron de su imagen un lugar de memoria y un paisaje colectivo de claras resonancias en la construcción de la España liberal”, comenta Salvador Guerrero. Y, por último, “Cossío. La tradición liberal y las misiones pedagógicas”, un recorrido por personajes como Besteiro, Gregorio Marañón, la Cofradía del Ventanillo hasta llegar a la Orden de Toledo, que aglutinó a algunos de los componentes de la joven Generación del 27, como Luis Buñuel (de quien se muestra Tristana, una película rodada íntegramente en Toledo), Salvador Dalí, José Moreno Villa, Pepín Bello, Rafael Alberti o María Luisa González de Vicéns.
Como broche final de esta imprescindible exposición se reproduce una frase muy hermosa de Manuel Bartolomé Cossío: “Cada cual tiene la obligación de hacer de su vida una obra de arte”, que sintetiza magistralmente la idea que tenía este intelectual y que se entronca con otra idea: non estetica sine ética (no hay estética sin ética), y es precisamente esa estrecha vinculación entre el arte, la estética y la ética uno de los principios fundamentales de la Institución Libre de Enseñanza y el proyecto que se había alumbrado en la década de los ochenta del siglo XIX y que se materializará en los años de la República, las misiones pedagógicas, en el sentido de que estas misiones tienen la función de mostrar al pueblo la cultura pero sobre todo que disfrute de ella.
Ángela SANZ COCA