El museo dedicado al escultor Francesco Messina en Linguaglossa (Catania, Sicilia) acoge una selección de obras de Renato Guttuso y Salvatore Incorpora que se confrontan con las piezas del centro expositivo. Tres creadores de la segunda mitad del siglo XX unidos por la utilización de las imágenes como armas con las que sacudir conciencias
No solo en los lugares más conocidos y famosos de Italia tienen lugar exposiciones interesantes, a veces son ciudades más pequeñas, como Linguaglossa, cerca de Catania (Sicilia), donde descubrimos pequeñas joyas, como este museo dedicado al escultor Francesco Messina. Y es precisamente en este espacio expositivo donde se pueden ver las obras de tres grandes autores (Renato Guttuso, Salvatore Incorpora y Francesco Messina), un trío de personalidades que dominaron el arte de la segunda mitad del siglo XX. Tres creadores idealistas que destacaban por su crítica a la sociedad de la posguerra y al boom económico, y que con sus obras intentaban sacudir las conciencias y llamar la atención del poder constituido.
A los pies del Etna –el majestuoso volcán siciliano–, en la localidad de Linguaglossa, el museo dedicado al gran escultor Francesco Messina hace el papel de anfitrión y recibe lo más significativo de Renato Guttuso y de Salvatore Incorpora, este último linguaglossés como Messina. Una exposición en la que se propone una lectura entre las obras de este trío de autores que, sin haber llegado a trabajar juntos, estaban unidos por una cierta similitud en la manera en que interpretaron su época y en el mensaje que querían transmitir.
Estas inéditas visiones nos desvelan la sintonía que se desprende entre estos dos artistas, Guttuso –que destaca por el mensaje prevalentemente político de su trabajo– e Incorpora –centrado en la transmisión del ámbito civil–. El primero, siciliano de nacimiento, activo en Roma; el segundo, calabrés si bien siciliano de adopción, establecido en este pueblo siciliano. De hecho, con un alma de sureños de pura cepa, preocupados por denunciar las problemáticas sociales, registrando la crónica nacional y local; ambos, con una especial atracción hacia la mujer como musa inspiradora, hacia la naturaleza, hacia el hombre y sus vicisitudes.
Dos poéticas que se acercan a una interpretación más serenamente clásica, en la escultura realista de Messina, natural de Linguaglossa, que abandonaría jovencísimo para nunca más volver.
En este cercano encuentro temporal de sendas obras, toma forma la comparación entre las pinturas que no se habían expuesto nunca del menos conocido Incorpora, los lienzos del más famoso Guttuso, procedentes de colecciones privadas e inéditas en Sicilia, y el núcleo de esculturas de Messina, que paradójicamente llegan por primera vez a su propio museo.
Según el prestigioso crítico Vittorio Sgarbi, y comisario de la muestra: “Linguaglossa puede sentirse feliz por acoger esta exposición tan importante, que la sitúa entre las ciudades más relevantes del arte del siglo XX en Sicilia. Se capta el sentir siciliano de tres grandes artistas en el museo más bello que se haya realizado en el último ventenio en Italia. Su fuerza estriba en la sencillez: las obras, dispuestas con gran armonía, no pierden su potencia debido a la arquitectura”.
El legado que los tres artistas han dejado en Linguaglossa se puede traducir en un sentimiento patriótico hacia la ciudad, donde la dimensión civil y religiosa conviven perfectamente: Francesco Messina representa aquel que perpetúa la gran tradición, en plena continuidad con el mundo antiguo y renacentista. Su arte no se encasilla en la vanguardia estética, aunque su atención espasmódica a la belleza lo coloca entre los grandes de su época. Renato Guttuso queda representado con numerosas obras, enlazadas por ciertas temáticas con las de Salvatore Incorpora. Mientras el artista de Bagheria lleva Sicilia a la Noche Metafísica, en la que el incendio de la cancillería apostólica recuerda al volcán del Etna, Incorpora expresa una conciencia propia del Meridione y opta por afrontar el tema de la historia; en su trabajo se vislumbra un pintor civil a través de la naturaleza y maestro de la figuración humana donde destaca por su pasional interpretación de la mujer y su peculiar modo de representar las manos –exageradas, que recuerdan en cierto modo al expresionismo alemán–, estando a la altura en esta confrontación con los otros dos autores que le acompañan. Su visión de la isla no es la de un paraíso terrenal sino la del trabajo, como en el caso del Triciclo de correos o en Paisaje, donde retrata a los campesinos de la localidad cuando se retiran al atardecer, ya cansados de las labores del campo.
“Incorpora completa el conocimiento del arte del Novecento en Sicilia, la tierra que mejor ha conseguido caracterizar el arte del siglo pasado”, apunta Sgarbi.
Así pues, con el común denominador del arte, los tres autores, equipados de sendas pinturas y esculturas, se despliegan agudamente transmitiendo tres ideologías en este recorrido a la sombra del Etna, apodado el gigante bueno, por sus mágicos efectos.
Carmen del VANDO BLANCO