La ciudad de Lovaina (Flandes) conmemora los quinientos años de la publicación de este emblemático libro que se imprimió por primera vez en el taller lovaniense de Dirk Martens. Para celebrar el acontecimiento se ha organizado una serie de actos cuyo punto central es En busca de la utopía, una exposición en el M-Museum Leuven en la que están presentes algunos de los más importantes pintores contemporáneos de Tomás Moro, como Quentin Massys, Joachim Patinir, Jan Mabuse o Alberto Durero. Hasta el 17 de enero
Tomás Moro fue un hombre de una extraordinaria relevancia en su época, que destacó en todos los ámbitos de su actividad pública e intelectual, desde el Derecho y la teología a la política, la diplomacia y la literatura. Ocupó los más altos cargos en la corte de Enrique VIII y fue un verdadero “hombre de Estado”, además de un jurista de gran prestigio y un respetado teólogo de fe y convicciones inquebrantables, hasta incluso la muerte. Su figura ha pasado a la historia como modelo de integridad, coherencia y firmeza frente a la arbitrariedad del poder, pero, sin duda, su mayor legado para la eternidad fue un libro, pequeño en extensión pero enorme por su influencia en el pensamiento político-filosófico occidental, que tituló Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, considerado una de las obras cumbre que mejor sintetiza y representa los principios filosóficos del humanismo renacentista.
Y no por casualidad, cabría decir, aquel libro vio por primera vez la luz de la imprenta en el taller del impresor Dirk Martens, situado en la esquina de lo que hoy son las calles Naamsestraat y Standockstraat, en Lovaina. Corría el año 1516, y hoy, quinientos años después, el eco de aquella rudimentaria imprenta sigue de alguna forma resonando en nuestros oídos, porque aquellas palabras impresas nos revelaron el eterno sueño de un mundo justo, igualitario y feliz, imaginario pero posible, y, sobre todo, inspirador de la idea de un ser humano tolerante y respetuoso capaz de vivir en armonía con la naturaleza y con sus semejantes.
En recuerdo de aquel acontecimiento, la ciudad de Lovaina ha programado un conjunto de actos conmemorativos, entre los que destaca la exposición En busca de la utopía, en el M-Museum, comisariada por el profesor de historia del arte de la Universidad de Lovaina y conservador del museo Jan van der Stock.
Se trata de una muestra sobre todo bien articulada y realizada, con un planteamiento ambicioso pero claro, como es contextualizar la obra de Tomás Moro en el ambiente artístico, intelectual y científico de aquellos años en la ciudad de Lovaina, uno de los centros de saber más importantes en la Europa de finales del siglo XV y principios del XVI, con el trasfondo general de la renovación que en todos los ámbitos supuso la consolidación del humanismo renacentista como guía y referente del conocimiento de la época.
Así, la exposición se articula en torno a tres ejes fundamentales: mostrar el arte de los primitivos flamencos y el mundo utópico en el que se inspiraron estos artistas, exhibir obras que nunca o pocas veces habían compartido el mismo espacio, y ofrecer la mayor variedad de objetos posible para ejemplificar las diferentes ramas del saber y la ciencia de aquellos tiempos.
En ella están representados los mejores artistas flamencos de finales del siglo XV y principios del XVI, como Quentin Massys, de quien se exhibe Retrato de un humanista (Städel Museum de Fráncfort), considerado uno de los mejores retratos del arte flamenco, y Retrato de Erasmo (colección privada de la reina Isabel II de Inglaterra), además de Jaochim Patinir, Simon Bening, Simon Marmion, Herri met de Bles y Conrad Meit.
El gran Alberto Durero, que en aquellos años pasó largas temporadas en Flandes, está presente con uno de sus retratos más logrados, el de un humanista anónimo, perteneciente al Staatliche Museen de Berlín. Por su parte, de Jan Mabuse se expone su famoso retrato Princesa con esfera armilar, de la National Gallery de Londres, que ocupa un lugar central en la muestra y que, además, ha sido el cuadro elegido como imagen de la campaña publicitaria de la exposición.
Asimismo, cabe destacar la presencia de tres Besloten Hofjes, unos pequeños retablos con decoración en relieve procedentes de la ciudad de Malinas, verdaderas joyas del arte flamenco, y que podrán verse por primera vez después del laborioso proceso de restauración al que han sido sometidos.
Finalmente, para ilustrar la importancia que Lovaina tuvo en aquella época desde el punto de vista científico y artesanal, la exposición incluye una serie de piezas de extraordinario valor, como algunos de los famosos instrumentos científicos fabricados en la ciudad y una gran colección de tapices. En el siglo XVI, Lovaina fue la cuna de una excepcional generación de sabios y euriditos, como Gerardus Mercator, Regnier Gemma Frisius, Gualterus Arsenius y Adriaan Zeelst, y llegó a ser mundialmente conocida por la maestría de sus artesanos en la fabricación de instrumentos científicos, como las esferas armilares, los astrolabios y las bóvedas celestes, diez de los cuales, todos ellos realizados en este periodo histórico, se exhiben en la muestra. Además, la mayoría de ellos es la primera vez que vuelven a la ciudad en la que fueron creados, como también ocurre con el famoso tapiz inspirado en El jardín de las delicias del Bosco, que se conserva habitualmente en el monasterio de El Escorial, en Madrid, lo que, para el público belga, añade una indudable nota sentimental a la exposición.