Autorretrato ante el caballete del caravaggista flamenco Nicolas Régnier y La clarivencia del pintor surrealista belga René Magritte son dos falsos autorretratos que guardan ciertas similitudes en la composición, como la pose que adoptan los dos artistas en sus telas
Esos “diálogos”, que se llama ahora a las influencias que los artistas más destacados de una época ejercieron sobre sus sucesores, o al resto de las concomitancias que puedan registrarse entre la inspiración de unos y otros, han proporcionado el argumento a algunas de las muestras más destacas de este auge de las exposiciones al que venimos asistiendo. No hace mucho, con motivo de un reportaje que escribí para Tiempo acerca de la propuesta inaugurada en el Thyssen sobre Caravaggio y sus discípulos, creí asistir a uno de esos “diálogos”. Es el que se establece, al menos a mi juicio, entre el caravaggista flamenco Nicolas Régnier y el pintor surrealista belga René Magritte. Me explico:
Tengo la teoría de que el surrealismo –a excepción del surrealismo abstracto, naturalmente– es la más figurativa de todas las vanguardias. Siempre según mis cálculos, lo es porque, en su afán de trasgredir la realidad mediante escenas absurdas, ya suscita en el espectador bastantes sugerencias sin tener que recurrir a la ruptura de las formas.
Entre las obras meridianas de la complejidad de la hermenéutica surrealista siempre me ha llamado la atención La clarividencia, un autorretrato de René Magritte fechado en 1936. La escena nos muestra al artista observando el huevo que debería reproducir en el lienzo que está pintando. Sin embargo, lo que aparece en la tela sobre la que trabaja es un pájaro, el que ha de volar una vez se abra el huevo donde aún se gesta. He ahí la clarividencia del pintor, capaz de imaginar el futuro de lo que late en su modelo. Todo parece estar tan claro que, desde que pensé en ello, al admirar La clarividencia por primera vez, llevo dándole vueltas a que su hermenéutica ha de guardar un significado más profundo.
No había llegado a descífralo cuando, con motivo de la exposición del Thyssen, descubrí Autorretrato ante el caballete (1623-1625) de Nicolas Régnier. Se trata en realidad de otro falso autorretrato, pues el lienzo sobre el que trabaja Régnier en la escena, en lugar de mostrárnosle a él, en realidad es un retrato del marqués Vincenzo Giustiniani, quien –además de banquero– fuera un destacado intelectual, coleccionista de arte –su legado incluye quince caravaggios– y mecenas. Patrocinador del propio Caravaggio y de varios de sus discípulos, todo parece indicar que entre estos últimos se encontraba el propio Régnier. Supongo que mostrarle en su autorretrato, justamente en el lugar que hubiera debido aparecer él, fue su forma de agradecer a Giustiani su mecenazgo y de reconocer su deuda con él.
Y supongo, que, al cabo de los siglos, Magritte quedó prendado de la tela del flamenco. No hace falta discurrir mucho para concluir que la grandeza de la pintura flamenca trasciende a toda la plástica belga –he ahí una de las claves de las maravillas de mi amado cómic de aquel país– y basta con fijarse un poco en la composición de ambas telas para comprobar que la pose de Magritte en La clarividencia es muy similar a la de Régnier en su autorretrato. No me cabe duda, son dos obras que “dialogan” entre sí.
Javier MEMBA
https://elentierromarino.wordpress.com/2016/11/02/las-mejores-sesenta-canciones-latinoamericanas-parte-i/