Detrás de la exposición «Tras las pasos de Inge Morath. Miradas sobre el Danubio» hay un proyecto apasionante que se refleja en lo que ocurre y se muestra en la sala del Espacio Fundación Telefónica. Inge Morath y su viaje en dos tiempos por el Danubio son el punto de partida de un trabajo colectivo de otras ocho fotógrafas, todas ellas ganadoras del premio que lleva el nombre de quien fuera la primera mujer en formar parte de la Agencia Magnum. En Madrid, hasta el 2 octubre
Antes de iniciar el viaje que propone la exposición Tras los pasos de Inge Morath. Miradas sobre el Danubio, vamos a detenernos un momento en la figura de esta gran fotógrafa de origen austriaco. Inge Morath (Austria, 1823-EE UU, 2002) empezó a fotografiar en 1951, colaboró en calidad de investigadora con Henri Cartier-Bresson entre 1953 y 1954 y fue la primera mujer en convertirse en miembro de la Agencia Magnum. Con poco más de 30 años emprendió el mítico viaje por el Danubio que articula esta muestra; problemas burocráticos y políticos no le permitieron avanzar hasta donde le hubiera gustado, pero volvió sobre ello una vez que hubo caído el Telón de Acero. El Danubio no fue su único viaje fotográfico, también se sumergió, cámara en mano, en Irán y China. Realizó trabajos de otro tipo como la serie de retratos Le Masque con el caricaturista Saul Steinberg o recogió momento de filmaciones de películas, como la de Vidas rebeldes en la que conoció al que se convertiría en su marido, Arthur Miller. La fotógrafa falleció en Nueva York en 2002; ese mismo año se creó la Fundación Inge Morath que, en colaboración con la Fundación Magnum pusieron en marcha el Premio Inge Morath, clave también para esta exposición.
El visitante que llega al Espacio Fundación Telefónica se topa en el acceso con la representación gráfica del itinerario entre el nacimiento del Danubio en la Selva Negra alemana y su desembocadura en el mar Negro, en Rumanía. Los tenues sonidos de fondo crean el ambiente idóneo para embarcarse en esta aventura donde el río es el eje de un proyecto muy ambicioso, que va más allá de la naturaleza. Nada mejor que las palabras de Inge Morath para entenderlo: «¿Cómo voy a fotografiar este río? De camino al nacimiento del Danubio, en Donaueschingen, de repente me vi superada por el pánico: ¿de cuántas maneras se puede fotografiar el agua y qué pueden comunicar tales imágenes? Entonces me tranquilicé: un río no es solo el caudal del agua, un río tiene en sus riberas una historia escrita por generaciones de personas que han plasmado sus historias en ellas». Morath se acercó al Danubio como paisaje cultural y social. Por eso, entre las sesenta fotografías suyas que expone el Espacio Fundación Telefónica (prestadas por Fotohof, Salzburgo) hay mucho más que agua. El río es el eje y la fotógrafa miró su entorno para captar y retratar espacios como el de la triste belleza del Cementerio de los sin nombre en Austria.
El Danubio inspiró a Morath y Morath ha inspirado a ocho de las ganadoras del premio que lleva su nombre para adentrarse de nuevo en el río y sus riberas en un proyecto apasionante, el Danubio rescatado. Las fotógrafas son Olivia Arthur (Reino Unido, 1981), Ami Vitale (EE UU, 1971), Kathryn Cook (EE UU, 1979), Lurdes R. Basolí (España, 1981), Claire Martin (Australia, 1980), Jessica Dimmock (EE UU, 1978), Emily Schiffer (EE UU, 1980) y Claudia Guadarrama (México, 1976). Y en esta aventura no han estado solas, con ellas han estado, por ejemplo, un canguro que echaba una mano con los niños (a la expedición acudieron 2 bebes y 1 niña), el responsable de filmar la película que puede verse en el Espacio Fundación Telefónica o la conductora del camión. Este cumplía un papel importantísimo porque se comportó como una galería ambulante en el que se exponían las fotos de Inge Morath (cuentan que algún vecino que se acercó a él se reconoció en alguna de ellas).
Como le ocurrió a Morath hace décadas, las fotógrafas han utilizado el Danubio para hacer un viaje más profundo, que a veces tiene que ver con la relación del ser humano con la naturaleza, otras con el amor (y el desamor), con la masculinidad, con el desconcierto o la sensualidad, el lugar y la memoria, en otras hay algo de alquimia. Se trata de ocho acercamientos muy diferentes pero que componen, como señala Emily Schiffer, un espacio común para todas. «Al final volvimos con una producción mucho más poderosa y bella de lo que habríamos logrado cada una de nosotras por separado». A las fotos, se suman charlas con artistas y vecinos de las distintas paradas, un blog, la película que citábamos antes y muchos recuerdos que también han dejado huella en la sala madrileña.
La idea del proyecto surgió en abril de 2012, en mayo de 2014 se inicia la campaña de crowdfunding para poder llevarlo a cabo (con la participación de Fundación Telefónica como principal colaborador); en julio de 2014 comienza el viaje en la Selva Negra, y en agosto, también de 2014, alcanzan la desembocadura. Junto a la exposición de cada fotógrafa el diagrama indica qué área cubrió cada una y cuántos días estuvo (entre 8 y 41 días). Los espacios de exposición de cada una de ellas se suceden como lo harían las distintas etapas de un viaje, en un recorrido que no siempre es lineal y en el que, como recovecos inesperados, de repente irrumpen de nuevo fotos de Inge Morath, como recordando el espíritu del proyecto. Sus impresiones en gelatina de plata sobre papel baritado conducen a otro tiempo, pero con la misma capacidad de acercarnos al alma de lo que muestra, ya sea en su belleza o en su crudeza, que las aproximaciones contemporáneas de Lurdes R. Basolí (es fantástica una serie de tres fotografías en las que la mano femenina es el hilo conductor), Claudia Guadarrama y esa mujer que recorre un puente con la prisa cotidiana, o ese niño flotando en el agua que plama en una de sus obras Ami Vitale.
Comisariada por Celina Lunsford, esta espléndida exposición forma parte del programa PhotoEspaña, y en torno a ella se desarrollan una serie de actividades paralelas que pueden consultarse aquí.