El museo malagueño acoge una exposición que indaga sobre la influencia de este movimiento artístico en la España de las décadas de 1960 y 1970, a través de las propuestas creativas de Equipo Crónica, Equipo Realidad, Eduardo Arroyo y Luis Gordillo. Hasta el 4 de septiembre
«El informalismo defendió lo automático, la plasmación de lo momentáneo; el pop-art ha abandonado lo automático pero se ha refugiado en la mera ‘apropiación’ de hechos ya existentes», afirmaba Luis Gordillo sobre este movimiento artístico. Y es que el arte pop, que surgió a nivel internacional a mediados de los años cincuenta en Inglaterra y Estados Unidos como reacción frente al expresionismo abstracto, tuvo como una de sus principales bases creativas utilizar imágenes de la cultura popular, y sobre todo de la sociedad de consumo, para subvertirlas y proponer a partir de ellas una lectura crítica de ese mismo marco social que las generaba.
Este sentido crítico es un factor común en las obras de los cuatro creadores que forman la muestra Reflejos del Pop del Museo Carmen Thyssen de Málaga, y que el Equipo Realidad explicitó de manera diáfana: “Desde el momento en que un periodo histórico es determinado por factores de tipo económico, cultural, político y social; (…) desde el momento en que la obra de arte es un producto cultural que, como tal, debe responder a su momento histórico, nosotros pensamos que la obra de arte debe estar comprometida con el sentido de la perspectiva, del progreso moral del hombre, y luego ayudar al desarrollo del grupo social al cual ese hombre pertenece. Para alcanzar este empeño parece necesario un ‘realismo’ contemporáneo estrechamente unido a los factores de transformación de nuestra sociedad. Tales son las razones que nos impulsan a una necesaria contestación en el arte”.
La irrupción de esta nueva propuesta creativa en la España de mediados de los años sesenta supuso no solo un soplo de aire fresco en el panorama artístico nacional, sino sobre todo un nuevo ámbito de interrelación entre creadores y público, que vio con agrado propuestas que le resultaban reconocibles y cercanas a su mundo cotidiano y podía captar con facilidad, incluso en su sentido crítico. Porque el lenguaje del pop-art se nutría, si no totalmente sí al menos en parte, de reinterpretaciones de imágenes procedentes de la prensa, la publicidad, los cómics, el cine, la televisión o la historia del arte, y por el uso de tintas planas y colores estridentes, lo que favorecía esa intersubjetividad con el espectador.
A pesar de seguir estas pautas más o menos definitorias de carácter general, dentro del movimiento hubo diferentes variantes y líneas creativas, de las que también da cuenta Reflejos del Pop, a través de una atinada selección de obras de Eduardo Arroyo, Luis Gordillo, Equipo Realidad y Equipo Crónica, que permite apreciar tanto el carácter integrador del marco conceptual del movimiento, como la singularidad de la interpretación que de él realizó cada uno de sus integrantes.