Elena del Rivero: la artista como corresponsal o la poética de lo cotidiano

abrir-Elena_Joker-1.jpg

Esta creadora valenciana, que vive en Nueva York desde 1991, ha sido la artista invitada en la 5ª edición de la feria Masquelibros que estuvo presente con la La perfecta casada, una obra monumental de 19 metros de largo con más de 700 páginas del libro homónimo de Fray Luis de León cosidas a mano a una gigantesca pieza de tul. En ella se aúnan dos conceptos recurrentes de su trabajo, los libros o la escritura y la reflexión sobre el concepto de lo femenino

En la edición de este año, esta feria de libros de artista de Madrid se ha sumado a la Bienal Mirada de Mujeres con el proyecto “En lucha común. De mujeres y hombres feministas”, comisariado por Susana Blas y coordinado por Tonia Trujillo. Por lo que lo natural era que fuese una mujer la artista invitada y que además haya recaído en Elena de Rivero es de lo más acertado tanto por su trabajo en general, donde utiliza elementos considerados tradicionalmente femeninos, como la costura, la cocina o la mesa, para construir una poética feminista, como por esta obra en particular, La perfecta casada.

La perfecta casada, instalación en la feria Masquelibros.

La perfecta casada, foto de la instalación en la feria Masquelibros.

En esta instalación de 19 metros de largo, compuesta por 700 páginas del libro del mismo nombre de Fray Luis de León (1583), cosidas a mano a una gigantesca pieza de tul, la artista hace uso de las páginas de esta especie de “manual” de enseñanzas y deberes de las mujeres casadas en la España del siglo XVI para cuestionar los roles asociados tradicionalmente a la mujer. En palabras del crítico de arte Fernando Huici, esta obra de Elena del Rivero es “una desasosegante intervención escenográfica que sumerge al espectador en una maraña de sobresaturada y ambivalente condensación emotiva (…) y uno de los mejores logros derivados de esa desgarrada meditación poética sobre el destino asociado a la feminidad”.

La perfecta casada nació en uno de esos espacios considerados “femeninos”, un taller de costurería que De Rivero organizó entre 1999-2000 con artistas jóvenes y con la colaboración del taller de grabado de Óscar Manesi. Las artistas jóvenes que colaboraron con la artista en la realización de esta pieza se bautizaron a sí mismas como “Las perfectas oficialas”. Además, demuestra que con materiales sencillos, de uso cotidiano, como el hilo, la tela y el papel, y cambiando el pincel por la aguja, se puede también hacer Arte con mayúsculas.

Una vida inquieta

Retrato de Elena del Rivero de Elena Joker.

Retrato de Elena del Rivero de Elena Joker.

Elena del Rivero (Valencia, 1952) inició su carrera en 1975. En los años ochenta se inspira en el neoexpresionismo y sobre todo en el trabajo de Anselm Kiefer del que admiraba “el tamaño de sus cuadros y la actitud atrevida que parecían tomar ante el mundo, su intención expresiva y la sensibilidad romántica que habitaba en ellos”. En 1988 conoce a Agnes Martin, una artista canadiense que trabaja formas geométricas y repeticiones de cuadrículas, y que fue muy importante en el interés creciente por parte de De Rivero por la abstracción. Hasta llegar, tras establecerse en Nueva York en 1991, a sus conocidas series minimalistas de grafito, pintura al óleo blanco y aceite de oliva que aplicaba con la yema de los dedos o con pinceladas gordas. Simplificando, una década crucial en la trayectoria de la artista, que parte de elementos externos (como sus primeros paisajes) y finaliza con una iconografía en la que subyace una pregunta muy íntima, su sentido como mujer y artista. Es decir, autorretrato y crítica feminista y lo hace a través de temas tan universales como la vida y la muerte, el amor o los lazos familiares.

"Y tan alta vida espero…", instalación dedicada a Teresa de Ávila, que Elena del Rivero ha llevado a cabo recientemente en el Museo de la Inquisición de Cartagenas de Indias (Colombia), perlas introducidas en las rejas del propio museo.

«Y tan alta vida espero…», instalación dedicada a Teresa de Ávila, que Elena del Rivero ha llevado a cabo recientemente en el Museo de la Inquisición de Cartagenas de Indias (Colombia), perlas introducidas en las rejas del propio museo.

Entre sus trabajos de dibujo más sobresalientes por lo que tienen de compromiso de la artista con la abstracción en papel (llegó a realizar ella misma el papel), Cartas a la madre (1992-99), una reflexión sobre el arquetipo de la madre, y que según afirmaba la propia artista en una entrevista a Assumpta Bassa “son, por un lado, una confrontación, una afrenta, un enfado, pero por otro, un canto al hecho de ser mujer. Están llenas de vacío y, al mismo tiempo de contenido; son tiernas, y a la vez crudas”. Esta obra es el núcleo de las posteriores Cartas a la novia (una serie de dibujos que cuestionan el rol femenino tradicional), Cartas de su abogado (lucha por la custodia de su hija), Cartas al otro, Carta inacabada o, la más reciente, Cuatro cartas rotas (2002-2004).

Les amoreuses (

Les amoreuses (Elena y Rrose), 2001. Foto: Kyle Brooks, a partir de la fotografía de Julian Wasser de 1963.

Les amoureuses (Elena y Rrose), en la que la artista recrea la famosa foto de Marcel Duchamp durante una partida de ajedrez con una mujer desnuda de 1963, es una acción, un juego, pero también un homenaje a Duchamp. Elena del Rivero amplió esta foto, la dividió en cuadrículas e imprimió cada una de ellas. En la obra final, “ella misma aparece fotografiada sentada frente a una mujer desnuda (Eva Babitz), oscureciendo casi por completo la imagen. Del Rivero lleva una falda plisada hecha de tela dorada brillante y una blusa marrón de trama abierta que descubre pequeños trozos de su cuerpo cuadriculados. Al contrario que el desnudo, posa con la mano levantada como reflejo de Duchamp. Si el espectador duda de que Del Rivero pretendía hacer una representación de la feminidad abierta, e incluso barroca, puede hallar la respuesta en su mano, que sostiene una cuerda larga de perlas de imitación que se acumulan y se derraman en su regazo”, explica Elizabeth Finch en el catálogo de la exposición del IVAM (2006) y Patio Herreriano (2007).

Las Hilanderas

Las Hilanderas, 2002, collage de tres fotografías digitalizadas. Foto: Kyle R. Brooks.

No es la única vez que Del Rivero interviene la obra de otro artista. Se atrevió con una de las pintura icónicas del arte español, Las hilanderas de Velázquez en 2002 y con una obra de Rembrandt que presentó en una exposición en la galería Elvira González. En el caso de Las hilanderías la propia artista se representa rodeada de sus amigos y ayudantes, en el papel de Aracne y de una de las hilanderas, un juego entre la dualidad del poder de una bordadora rival de Minerva y una humilde trabajadora, “protegida por una comunidad de mujeres”. Y volvemos otra vez a los llamados mundos “femeninos” y la atracción que siente Elena del Rivero por las mujeres míticas. Unas obras que dejan patente su “alejamiento, en cierta manera, de la ‘frialdad del minimalismo’, un aspecto que ha cultivado con entusiasmo”, añade Finch.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

scroll to top