Este pintor que cabalgó entre varios lenguajes plásticos, empezó en la pintura por vocación y sin la aceptación de su padre. Tenía diecinueve años cuando entró en el taller del afamado pintor francés, Thomas Couture, de quién aprenderá la técnica a lo largo de seis años. El próximo día 23 se cumplen ciento ochenta y tres años desde su nacimiento, y por ello rendimos homenaje a este creador que marcó hito con sus composiciones de desnudos
Entre las paredes del Louvre, Manet pasó sus primeros años de formación donde acudía a menudo para analizar las pinturas de Tiziano, Tintoretto, Giorgione, y de Delacroix – por entonces de los más contemporáneos- . Fruto de las copias, adquirió una técnica perfecta que se evidencia en una de sus primeras obras más tempranas, Cantante español, en la que también se puede apreciar lo aprendido de la pintura española que contempló en el Museo del Prado, en su visita a España en 1865.
A su vuelta a Francia se estableció en el barrio nuevo del norte de París -cerca del boulevard Batignolles, entre Montmatre y la estación de Saint Lazare – en el que coincidió con muchos otros artistas establecidos en el mismo distrito. De esta concentración, el caldo de cultivo creativo que emergió a partir de las charlas y debates intelectuales que mantenían en el café Guerbois. Entre los asistentes se contaba a Claude Degas, Paul Cezzane o el crítico de arte Louis-Edmond Duranty; también eran habituales Claude Monet,Frédéric Bazille, Auguste Renoir, Émile Zola o Henri Fantin-Latour, quién inmortalizó en su pintura, El taller en Batignolles (1870), una de estas reuniones.
En esta estampa aparece el crítico y periodista Zacharie Astruc quién escribió sobre Manet que «su talento tiene algo de desconcertante, penetrante y enérgico, que explica su carácter reservado, pero también entusiasta y ante todo con gran sensibilidad». No cabe duda que parte del éxito reside en la innovación y el desconcierto que produjeron sus pinturas a partir de 1863, concretamente después del lienzo Desayuno en la hierba creado el mismo año, y que causó escándalo por el tratamiento de la doble moral sobre la alta sociedad de entonces: el desnudo de la joven que aparece en el centro de la composición, lejos de representar a una diosa mitológica, se presenta como una prostituta del Bois Boulogne junto a dos hombres burgueses.
Precisamente este aspecto, fue el que marcó un antes y un después en el recorrido de la historia de la pintura, ya que hasta el momento los desnudos femeninos habían estado excusados por el motivo mitológico que narraban. También esta fue la razón principal por la que Manet siempre quedó exento a exhibir su obra en un museo: rechazó pintar temas históricos, mitológicos o religiosos – que eran los que predominaban entre el gusto del público general y académico- para retratar la vida moderna, sus ambientes, el ritmo nocturno, inclusive los tabúes.
Y otro ejemplo de ello, es la pintura de La Olimpia, conocida por este nombre por el poeta y crítico Charles Baudelaire. El desnudo, inspirado en la Venus de Urbino de Tiziano, retrata a una de las prostitutas parisinas más reclamadas entre el círculo varonil burgués. Su mirada lasciva, como la mujer negra que le lleva el ramo de flores enviado por uno de sus amantes, provocó la calificación de la obra como banal y chabacana. De nuevo la incomprensión de sus contemporáneos, ha llevado a que siglos después reconozcamos su mérito sobre ese continuar de la tradición pictórica en clave moderna, fruto de la exigencia de la época en la que vivió.
Por último, cabe recordar que a pesar de no haber participado en ninguna de las ocho exposiciones impresionistas, su lenguaje plástico en los últimos años de su trayectoria se acercó a ese trazo difuso y borroso,donde la luz hacía un papel capital. Sin embargo, Manet no pintaba al aire libre con la idea de querer inmortalizar el efecto de luz y color de un momento determinado; todas sus composiciones al óleo fueron mucho más laboriosas. Aún así la revista Les contemporains (Los contemporáneos) le adjudicó el título del «rey de los impresionistas», quizás porque la revolución y el escándalo que causó la andadura que emprendía la pintura, la había puesto en marcha él.
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