Fotografía en femenino

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La exposición «Son modernas, son fotógrafas» del Centre Pompidou Málaga quiere subrayar la importancia de la fotografía realizada por mujeres en el París de entreguerras, fundamentalmente. Su mirada no fue, por el hecho de ser mujeres, distinta a la de los fotógrafos de su época, pero sí ha quedado más silenciada. Ellas contribuyeron a modernizar el medio, y sus imágenes ahora siguen emocionando e interpelando al visitante

«Lo que me interesaba era la realidad, más precisamente, la realidad que carece de importancia, la realidad que la mayoría de la gente pasa por alto», estas palabras son de Marianne Breslauer, la autora de la fotografía que encabeza este texto y en la que recoge un instante en una calle [Sin título, 1937, prueba gelatino-argéntica, 23,9 x 30 cm, París, Colección Centre Pompidou]. Era alemana y comenzó su formación como fotógrafa en Berlín, pero fue en París donde, tras conocer a Man Ray, su carrera tomó el impulso definitivo. Con una composición muy bella perfilada por la figura y las sombras, tomamos esta imagen como ejemplo de dos de los temas sobre los que llama la atención la muestra del Centre Pompidou Málaga: el papel de la mujer fotógrafa en la elaboración de reportajes y la importancia de la calle, del espacio público, como laboratorio de la mirada. La calle permitía explotar picados, contrapicados, puntos de vista invertidos, juegos de luces y sombras, y suponía una emancipación de la mujer, tradicionalmente relegada al interior doméstico. Hablamos del periodo de entreguerras y el foco, en esta exposición, se pone en Francia. La mujer no tuvo el mismo acceso a la educación secundaria que el hombre hasta 1924, no voto hasta después de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1965 necesitaba el permiso del marido para poder trabajar. Pero sí era admitida en las sociedades de fotógrafos amateur y participaba en exposiciones. El camino en la fotografía no era tan árido como en otras artes, había más margen para forjarse una independencia social y financiera.

Fin de semana inglés. Las mujeres sin hombres, por Ina Bandy, h. 1945, prueba gelatino-argéntica, 23,6 x 17,9 cm.

Fin de semana inglés. Las mujeres sin hombres, por Ina Bandy, h. 1945, prueba gelatino-argéntica, 23,6 x 17,9 cm.

Muestras de diversas esencias. Fabricación de perfumes en Grasse [Fábrica Bertrand Frères], por Denise Bellon, 1938, prueba gelatino-argéntica, 30 x 24,2 cm.

Muestras de diversas esencias. Fabricación de perfumes en Grasse [Fábrica Bertrand Frères], por Denise Bellon, 1938, prueba gelatino-argéntica, 30 x 24,2 cm.

La mayoría de las mujeres que protagonizan esta exposición pertenecían a un ambiente acomodado, eran solteras, viudas o divorciadas y, en muchos casos, cercanas a movimientos feministas. Pero sus obras no son una reivindicación de su condición femenina, y esta es una tesis muy interesante de la exposición, que queda claro en su presentación: «El estudio de sus producciones y de su contexto de difusión demuestra que no tendría sentido poner el acento en la peculiaridad de una determinada mirada, técnica o tema femenino: estas mujeres fotógrafas de entreguerras han sabido crear su propio espacio, así como hicieron sus compañeros de profesión, utilizando los mismos aparatos, recursos y público que utilizaron ellos, sin tener por qué jugar con sus diferencias».

De la calle pasamos al taller de retratos, sobre el que también se quiere llamar la atención desde la exposición por tratarse de un espacio privilegiado para la emancipación de la mujer fotógrafa que allí podía forjar una red de contactos. Estas imágenes son un reflejo de la modernidad que alcanza la fotografía en una época en la que se experimenta e innova con los encuadres, los contrastes de la iluminación, las superposiciones… Un nombre importante es el de Florence Henri, fotógrafa y pintora, que experimentó la técnica del fotomontaje, la impresión negativa asociada a la positiva, la superposición de imágenes, el uso de espejos para distorsionar las perspectivas y otras técnicas innovadoras. El autorretrato que se expone en Málaga ilustra perfectamente este espíritu innovador y el que realizara a Cora en 1931 incide en la tendencia a acercar los encuadres y su particular interés por mostrar la imagen de una mujer nueva, insistiendo en el peinado, el maquillaje, la moda…

Sin título. Desnudo femenino, por Yvonne Chevalier, 1930, prueba gelatino-argéntica, 34,9 x 20,9 cm.

Sin título. Desnudo femenino, por Yvonne Chevalier, 1930, prueba gelatino-argéntica, 34,9 x 20,9 cm.

Precisamente la moda, con la publicidad, articulan otro eje de la exposición. La fotografía, con su desarrollo, supone un avance en las técnicas publicitarias. El peso que la publicidad y el marketing adquieren son un reflejo del auge de ciertas industrias: la música, la alimentación, la moda o la cosmética. Y de todo ello se extrae una interesante lectura sociológica. «Si esta evolución [el auge de la industria de la cosmética] aparece como una consecuencia lógica de la nueva concepción atribuida al cuerpo de principios del siglo XX, la emancipación de las mujeres juega también un papel importante: disponen desde ese momento de un salario, están menos recluidas en el espacio doméstico y se muestran consumidoras activas, convirtiéndose de esta forma en el blanco ideal para las industrias», como relata la presentación de la exposición.

Florence Henri abordó de forma innovadora muchos otros temas y géneros; algunos de ellos también presentes en la muestra malagueña como el desnudo. En la forma de afrontar el desnudo, de nuevo desde el proyecto expositivo se incide en que no hay un reflejo especial por ser una mujer la que se encuentra detrás de la cámara. Sus imágenes son, como las de sus compañeros hombres, testimonio de un cambio cultural y ético de una sociedad que se libera. En el desnudo de Yvonne Chevalier, ese innovador encuadre resulta en un acercamiento delicado y tremendamente sensual. La forma en la que Dora Maar retrata en 1934 a Assia Granatouroff subida en un pedestal y dialogando con la fuerza de su sombra es impactante. Esa imagen o la gravedad psicológica del retrato de Nusch Éluard (un primer plano estremecedor) justificarían por sí mismas que Dora Maar no haya caído en el olvido, aunque, a juzgar por lo que ha ocurrido con otras artistas, no es raro sospechar que podría haber sido diferente si no hubiera sido por su relación con Picasso. Esta exposición, que reúne más de 150 pruebas fotográficas de una veintena de mujeres y está abierta hasta el 24 de enero, reconoce la contribución de todas ellas a la renovación del vocabulario visual y llama la atención sobre su profesionalidad. Sin duda, merece una visita.

Nusch Éluard, por Dora Maar, h. 1935, prueba gelatino-argéntica, 24,4 x 18 cm.

Nusch Éluard, por Dora Maar, h. 1935, prueba gelatino-argéntica, 24,4 x 18 cm.

Todas las fotografías pertenecen a la Colección del Centre Pompidou de París.

 

 

 

 

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