El Museo Arqueológico de Bolonia reabre sus puertas después de una importante renovación y lo hace con una muestra dedicada a una de las civilizaciones que más ha fascinado a lo largo de la historia. La exposición exhibe importantes piezas procedentes de los museos egipcios de Leiden, Turín y Florencia, como la estela de Aku o el tesoro atribuido al general Djehuty, que se muestran por primera vez fuera del museo holandés, y también por primera vez se podrán ver reunidos los tres fragmentos de los relieves de Horembeb. Hasta el 17 de julio
La capital emiliana se ha convertido desde el pasado octubre en la embajadora del antiguo Egipto al tener el privilegio de exhibir una colección de piezas extraordinarias procedentes del Museo Nacional de Antigüedades de Leiden (Holanda) junto a otros importantes préstamos de los museos egipcios de Turín y de Florencia.
Egipto. Esplendor milenario es el título de la exposición que acoge el Museo Arqueológico de Bolonia, haciendo referencia a la historia plurimilenaria del país de los faraones. Un total de 500 piezas repartidas en 1.700 metros cuadrados, en un arco cronológico que abarca cuatro mil años de historia, desde el período predinástico hasta la época romana. La muestra ha sido comisariada por Paola Giovetti, directora del museo, y la experta en historia egipcia Daniela Picchi.
La civilización egipcia siempre ha fascinado a todo el mundo a lo largo de la historia. Tanto al público en general, que se ha sentido atraído por el enigmático Egipto de las pirámides y los faraones, como a los historiadores y arqueólgos, que han llevado a cabo excavaciones, investigaciones y estudios rigurosos de esta civilización. Y son precisamente estos dos ejes sobre los que pivota esta muestra, por un lado el gran impacto visual y por otro, el trabajo científico que se ha llevado a cabo.
Por primera vez se exhiben juntas verdaderas piezas icónicas de las colecciones de Bolonia, Leiden, Turín y Florencia, como la estela de Aku (XII-XIII dinastía, 1976-1648 a.C.); el “mayordomo de la divina oferta”, que narra la oración para conducir a la otra vida al difunto; el tesoro atribuido al general Djehuty, que dirigió las tropas victoriosas del faraón Tutmosis III en Oriente Medio (1479-1425 a.C.); las estatuas de Maya, superintendente del tesoro real de Tutankhamon, y Meryt, cantora de Amón (XVIII dinastía, reinado de Tutankamon-Horemheb, 1333-1292 a.C.).
Y son precisamente los relieves de la tumba de Horemheb, comandante del ejército en tiempos de Tutankhamon y posteriormente el último soberano de la XVIII dinastía (1319-1292 a.C.), una de las piezas estrella de esta exposición al exhibirse por primera vez juntos y tras doscientos años de su descubrimiento los tres fragmentos que se conservan, y que se encuentran en Leiden, Bolonia y Florencia.
En 1975, la Sociedad de Exploración de Egipto de Londres y el Museo Nacional de Antigüedades de Leiden emprendieron una campaña de excavaciones en Saqqara para buscar las tumbas de Maya y Meryt, cuyas estatuas habían llegado a los Países Bajos en 1829 con la colección de Juan de Anastasi. Aunque lo que hallaron fue la de Horemheb, hubo que esperar hasta 1986 para que una misión arqueológica holandesa-británica identificara por fin la tumba de Maya y Meryt en el sureste de la pirámide escalonada de Zoser en Saqqara.
La exposición está articulada en siete apartados ordenados cronológicamente. “El predinástico y la Edad Arcaica” hace un recorrido que va desde la prehistoria a la historia, de la tradición oral a la escritura, es el momento de la fundación de la civilización egipcia. Procedente de la colección del museo de Leiden se exhibe una serie de piezas que muestran el papel central de la naturaleza en esta larga evolución cultural y artística, como un vaso de Naqada (3.375-3.325 a.C.) decorado con avestruces, elefantes, cocodrilos, rinocerontes, colinas y agua que dan testimonio del exuberante paisaje y que el cambio climático ha transformado con el paso del tiempo
“El Antiguo Reino. Un modelo político-religioso, éxito y fragilidad”. Este apartado se circunscribe al Imperio Antiguo (III-VI dinástía, 2.700-2.192 a.C.), conocido sobre todo por la construcción de las pirámides, la consolidación de la burocracia y el poder absoluto de un gobernante que era considerado un dios en la tierra y el señor de todo Egipto. Esta idea del Estado y de sus reglas terrenales está documentado por distintos objetos del contexto funerario, como una mesa de ofrendas de forma circular, realizada en calcita (alabrastro) y que pertenecía a un funcionario del Estado cuyo nombre era Defdj.
“El Reino Medio. El dios Osiris y una nueva oportunidad de la vida después de la muerte”. Esta sección arranca desde el final del Imperio Antiguo, un período marcado por la desintegración política y por importantes cambios en la sociedad egipcia como el recocimiento de la responsabilidad del individuo en su propio destino incluso en el del más allá: cualquier egipcio que puediese construirse una tumba y costearse el funeral adecuado podía aspirar a la vida eterna. El dios Osiris, señor del inframundo, se convierte en la deidad más popular del país, de su templo en Abydos (uno de los lugares más importantes de culto en Egipto) proceden muchas de las estelas que ahora se encuentran en Leiden y Bolonia, incluyendo la de Aku.
“Del Medio al Nuevo Reino. El control del territorio en la patria y en el extranjero”. Este apartado se centra en la derrota de los hicsos y la llegada de los libios que invaden y gobiernan Egipto. Este periodo está caracterizado por una política exterior muy agresiva y que enriquece al país. Egipto vive uno de los momentos de mayor esplendor. La clase militar llega a la cúspide del Estado y da lugar a dinastías gobernantes. Este prestigio y riqueza alcanzado por los militares se muestra en ricos objetos de factura muy elaborada como el tesoro atribuido a Djehuty (un pectoral realizado en oro y piedras preciosas), general del faraón Tutmosis III.
“Necrópolis de Saqqara en el Nuevo Reino”. Tanto el museo de Leiden como el de Bolonia conservan dos grupos importantes de antigüedades procedentes de la necrópolis de Saaqara en la ciudad de Memphis. Durante el Nuevo Imperio esta antigua capital de Egipto llegó a ser un centro estratégico para la política expansionista de los reyes de la XVIII dinastía, como lo demuestran las monumentales tumbas de altos funcionarios administrativos, religiosos y militares, como la de Mara, superintendente del tesoro de Tutankhamon, y su esposa Mery (cantora de Amón) y del comandante Horemheb.
“El nuevo Reino. El bienestar tras la conquista”. En este apartado se exhibe lujoso mobiliario, instrumentos musicales, juegos o joyas que testimonian el grado de bienestar alcanzado en la sociedad egipcia fruto de la política expansionista de los gobernantes del Imperio Nuevo. Gracias a estos objetos refinados el visitante podrá revivir momentos de la vida cotidiana en el palacio real o en la residencia de un alto oficial. Destaca un mango de un espejo (1292 a.C.) en el que aparece una joven que sostiene un pájaro en la mano.
Y, por último, “El Egipto del primer milenio”, una etapa marcada por el debilitamiento del poder central en favor de los gobernadores locales y la pérdida de la unidad política, lo que trae consigo el debilitamiento de la defensa territorial en las fronteras y propicia las invasiones de nubios, asirios y persas. Los templos se convierten en fuertes centros de poder que gestionan una parte importante de la economía y de la transmisión de conocimientos, es decir, juegan un papel de intermediarios entre el poder político y la población. Muchas de las obras que se exhiben en este apartado pertenecen a sacerdotes funerarios que proceden de las principales áreas donde se ubicaban estos templos. Entre ellas, el sarcófago antropomorfo de Peftjauneith que tiene una refinada decoración y del que hay que destacar una escena que muestra cómo la diosa del cielo Nut se traga en cada atardecer al dios Sol y que es devuelto a la vida cada mañana.
La conquista de Egipto por Alejandro Magno en 332 a.C. cierra la historia “faraónica” de Egipto. Con sus sucesores, los Ptolomeos, comienza la dominación griega del país que terminará con el fin de la famosa Cleopatra VII. El diálogo entre lo viejo y lo nuevo, entre locales y extranjeros, será lo que distingue la época greco-romana, lo que traerá consigo un alto nivel artístico como queda patente en los famosos retratos de Fayum procedentes del museo de Leyden.
Carmen del Vando Blanco