Para celebrar el centenario de la primera Ley de Parques Nacionales en España, el Museo del Prado y la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Agricultura ofrecen un original recorrido por esta sierra madrileña de la mano de los grandes maestros de la pintura (Velázquez, Goya, Aureliano Beruete, Muñoz Degrain o Martín Rico). Todos los martes (11 y 17 horas) del mes de noviembre en la pinacoteca madrileña
Aunque el género de paisaje en la pintura nace tarde no deja por ello de estar presente en muchas obras desde la Antigüedad, tanto en Oriente como en Occidente. Es en el Renacimiento donde se produce un cambio fundamental, el artista toma conciencia de que la naturaleza también puede ser estética. Los pintores empiezan a añadir paisajes, le dan más importancia, dejan muchas veces de ser solo un recurso decorativo, y ponen el foco también en el jardín que se ve tras una ventana o una puerta entornada.
Poco a poco se va adueñando de las pinturas, hasta que en el siglo XVII se convierte en un género pictórico, aunque pocas veces se representa a la naturaleza sola en un lienzo, casi siempre está integrada en una historia mitológica o sagrada, o en una vista monumental o urbana.
A partir de entonces no hace más que desarrollarse hasta alcanzar cotas de verdadero protagonista con el impresionismo. Los pintores por vez primera (aunque hay algunas excepciones como Claudio de Lorena o Velázquez) toman apuntes o pintan al natural.
La propuesta de esta exposición del Museo del Prado se centra en las obras donde aparece la sierra de Guadarrama, bien como fondo a retratos, como hiciera Velázquez, y otras, como protagonista absoluta de la obra, como en el caso de Beruete o Martín Rico. Proponemos a nuestros lectores un paseo cronológico por la pintura española y las distintas maneras en que los pintores retrataron estos paisajes. Además, ubicamos y ponemos nombre a muchos de esos parajes.
Diego Velázquez: las primeras vistas de la sierra de Guadarrama
Aunque la mayoría de los paisajes que pintó Velázquez son fondos que forman parte de los retratos de los personajes de la Corte y de la familia Real, hay dos excepciones, dos verdaderas obras maestras dentro de la historia del paisaje, Vista del jardín de la Villa Medici en Roma (h. 1530). Vamos a detenernos un momento en ellos porque en estos cuadros el pintor plasma su idea del paisaje, no hay excusa narrativa, el jardín es el verdadero protagonista. Hay arquitectura, escultura, vegetación y personajes, pero como un elemento más de la composición, están integrados en el jardín.
Pero lo verdaderamente genial es que va mucho más allá, como afirma el crítico de arte J. Portús, “la luz y el aire son también protagonistas de estos cuadros (…),voluntad que parece latir en ellos de plasmar un momento concreto, es decir, de describir unas circunstancias atmosféricas determinadas, lo que ha llevado a la teoría de que nos encontramos ante una representación de la ‘tarde’ y el ‘mediodía’, anticipando lo que haría Monet más de dos siglos más tarde con sus famosas series de la Catedral de Rouen”.
Centrándonos ya en los lienzos donde el pintor sevillano plasmó la sierra de Guadarrama como fondo a muchos de sus retratos, parece ser, según Carlos de Iracheta, que fueron los institucionistas los que descubrieron e identificaron a finales del siglo XIX y principios del XX que esos paisajes correspondían a lugares de la sierra madrileña y, que son, por tanto, las primeras imágenes que se conservan de este lugar.
En concreto, fue el discípulo de Gíner de los Ríos, Constancio Bernaldo de Quirós “quien dejó por escrito la identificación exacta de los parajes serranos en las obras de Velázquez”, según recoge Carlos de Iracheta en su artículo “La sierra de Guadarrama en los cuadros de Velázquez”.
Uno de los más conocidos de estos parajes es la cumbre nevada del Pico de la Maliciosa que aparece en el fondo del retrato de El príncipe Baltasar Carlos a caballo pintado en 1635 por Velázquez. Para Bernaldo de Quirós esta vista debió de ser tomada por el pintor desde el encinar de El Pardo o desde el Soto de Viñuelas.
En cambio, el paisaje que aparece al fondo del lienzo del retrato Felipe IV, a caballo (h. 1635-36) se corresponde con el macizo de la Pedriza y la ladera de las Viñas y que según el geólogo Juan Carbonell, Velázquez debió de tomar desde las proximidades de El Escorial (de abajo), en concreto en el camino a Galapagar.
En el retrato de El príncipe Baltasar Carlos cazador (h. 1635-36), el macizo que aparece al fondo pertenece a la sierra de Hoyo de Manzanares en el punto en que se conecta con el Serrejón de Collado Villalba.
La Maliciosa aparece otra vez en el óleo El bufón don Diego de Acedo, el Primo (h. 1644), pero en este caso junto al macizo de Las Guadarramillas y el ventisquero de La Condesa (donde nace el río Manzanares). Otra obra de Velázquez que podrá verse en este recorrido es El Niño de Vallecas (1635-45), que aparece sentado al abrigo de una roca.
Curiosamente, y según Bernaldo de Quirós, sería el pintor Aureliano de Beruete quien identifica el paisaje del cuadro Las lanzas (1635) como la explanada de El Escorial (de abajo) y las charcas en la lejanía, las de Peralejo. Casi trescientos años después de Velázquez, este Parque Nacional será el protagonista de los lienzos de Beruete.
La mirada de Goya
De Francisco de Goya se muestran dos obras: un retrato, Carlos III, cazador (h. 1787), y el cartón para tapiz La primavera o Las floreras (1796). En el primero la composición muestra al rey vestido de cazador con las bandas de la orden de Carlos III, San Jenaro, Santo Espíritu y el Toisón de Oro. Está situado en las tierras de caza de la casa real, parece ser que podría ser los alrededores de El Escorial o un punto situado entre el palacio de El Pardo y la sierra de Guadarrama. Para pintar este óleo Goya se inspiró en los retratos que dos siglos antes había hecho Velázquez de la dinastía de los Austrias (y que hemos visto más arriba). Goya había copiado el retrato de Baltasar Carlos en un aguafuerte en 1778.
Completamente diferente por su tipología y composición es el cartón para tapiz La primavera. En esta obra Goya representa una escena alusiva a la diosa Flora, una ofrenda de flores en el marco de un soleado día primaveral. El pintor reinterpreta este mito y la adapta a su época, una joven vestida de maja ofrece unas flores a una señora que pasea junto a una niña. Al fondo se ven unas altas montañas que según unos podría ser la sierra de Guadarrama, mientras que para otros sería Gredos (cerca de Arenas de San Pedro) donde Goya había permanecido durante dos veranos trabajando para el infante don Luis.
El espíritu regeneracionista del siglo XIX
Aureliano Beruete (Madrid, 1845-1912) fue un paisajista e intelectual que hace de la sierra del Guadarrama su protagonista en algunas de sus obras. Esto forma parte indisociable de los valores que defendía la Generación del 98 y de la idea regeneracionista en cuanto a la recuperación del espacio natural y que para este pintor encarnaba como «espina dorsal de España» este paraje madrileño.
En El Guadarrama desde el Plantío de los infantes (1910), Beruete plasma en el lienzo la mole pétrea de esta sierra vista desde las cercanías de Madrid. Esta obra, de gran maestría pictórica, sobresale por la «utilización de una línea horizontal que cierra la composición» y por su pincelada rápida. De este pintor también se muestra Paisaje en El Pardo.
Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840-Málaga, 1924) fue un pintor a caballo entre el romanticismo y el modernismo. El óleo Paisaje de El Pardo al disiparse la niebla (que forma parte de esta muestra), pintado en 1866, es una de las obras cumbre de su producción paisajística de juventud y con el que consigue una segunda medalla en la Exposición Universal de 1866. Es este lienzo el pintor retrata el remanso de un río de aguas tranquilas y cristalinas a donde se acerca un guarda para dar de beber a su caballo, rodeados de una masa arbórea en el que destaca un gran árbol; en la lejanía, las encrespadas cimas de la sierra de Guadarrama y un cielo cubierto de nubes densas.
Para completar este recorrido, además de las nueve obras que hemos visto antes, se suman otras nueve de la colección de la pinacoteca que aunque no se encuentran expuestas actualmente, podrán verse a través de una tableta que Samsung, como colaborador tecnológico del Museo del Prado, aporta a la visita. Entre ellas, la magnífica Vista del monasterio de El Escorial del pintor francés Michel-Ange Houasse (1720-25); Valle en la sierra de Guadarrama de Carlos de Haes (h. 1870), un óleo donde aparece retratado el pico de La mujer muerta y los Siete Picos. También se exponen tres obras del que está considerado el iniciador del paisajismo moderno (pintaba del natural) Martín Rico (El Escorial, 1833-Venecia, 1908), Dos pinos en el Guadarrama. El espinar (h. 1853-58, acuarela), Cruz de la horca en El Escorial y Un paisaje del Guadarrama (1858).
Y, por último, el óleo Piornos del Guadarrama de Jaime Morera (Lérida, 1854-Madrid, 1927). Este pintor no podía faltar en una exposición que es un homenaje a la sierra madrileña a la que estuvo muy ligado y a la que dedicó una serie de obras donde plasma una visión romántica que encarna en una montaña blanca y gris. Dejó escrito el libro En la sierra del Guadarrama. Divagaciones sobre recuerdos de unos años de pintura entre nieves.
Para completar este mes de noviembre guadarramista, y coincidiendo con la celebración de la XV Semana de la Ciencia, los días 4, 5, 11 y 12, a las 11.30 y 16.00 horas, se realizará también este mismo recorrido. Hay que inscribirse enviando un correo a inscripcion.semanadelaciencia@museodelprado.es Además, el 14 de noviembre a las 18 horas tendrá lugar en el Auditorio del museo la conferencia impartida por Miguel Ruiz Un viaje por la sierra de Guadarrama en el Prado.