Por primera vez se presenta la retrospectiva más completa de Nasreen Mohamedi, una artista que rompió en los sesenta con los moldes estéticos de su país, la India. Comisariada por Roobina Karode y coproducida por el Kiran Nadar Museum of Art de Nueva Delhi, La espera forma parte de una vida intensa habla del pensamiento de una creadora que a falta de escritos, son sus diarios los que relevan sus más íntimas reflexiones plásticas. Hasta el 11 de enero en el Museo Reina Sofía
El punto de arranque de su trayectoria se sitúa en la década de los 50 cuando marcha a Londres para estudiar en la Saint Martin’s School of Art de Londres. En este contexto comenzó a indagar con diferentes técnicas y materiales hasta sentirse cómoda con la acuarela. Sin embargo, el lenguaje que escogió para expresarse fue cuánto menos cercano a la figuración realista. Sus primeras pinceladas, ya adelantaban que la autora rechazaría las imágenes contundentes, evidentes ante los ojos del espectador; y que sería la propia subjetividad del que lo contempla lo que le interesaba y pensaba que debía entrar en el juego para darle sentido a la obra. Este proceso de diálogo visual lleva algo de espera y paciencia, pero el resultado, por su intensidad, merece la pena.
En 1958 regresa a su país y aterriza en Bombay con todo lo aprendido.Por entonces en la India lo que predomina en la estética general del arte es la figuración, y como medio, la pintura al óleo.Es entonces cuando conoce a V.S Gaitonde con el que trabajará mano a mano en la misma línea de la abstracción con la diferencia de que este último utilizará el color como herramienta base de su lenguaje, mientras que Nasreen empezó a inclinarse por la línea gráfica, a la que ya no abandonará de su pensamiento.
- «Sin título», ca. 1970.
- «Sin título», ca.1970.
- «Sin título», ca.1970.
En los años posteriores -60 y 70- la abstracción meticulosa de líneas y cuadrículas se acentúa hasta el punto de constituir también un juego de texturas y óptica.Además suma a la acuarela, el dibujo, los collages y las fotografías. Estas últimas representan otra huida de la realidad con una composición sin referentes fijos para el espectador, pero que inducen a alusiones y alegorías poéticas, para que se concreten en el imaginario de cada individuo. Sin embargo, circunstancias de la vida, le diagnostican a finales de los sesenta la enfermedad neuromuscular de Huntington.
El deterioro de sus funciones motrices le forjaron a cambiar los métodos de trabajo y el lenguaje: se inclina mucho más por la abstracción geométrica compuesta de líneas que construyen horizontes infinitivos; ante la percepción del ojo humano aparecen incluso cambiantes, dinámicos, y sobre todo con la sensación de estar embaído en una hipnotización de la que cuesta alejarse. Otro aspecto importante que indaga a medida que trascurren los setenta, es el espacio; ese vacio que de separar una recta de otra, pasa a tomar el centro de las composiciones. «Esto señala un ascenso espiritual desde el suelo, donde Nasreen se libera de la angustia de lo mundano para abrazar la visión», explica la comisaria Robina Karode.
Lo que quizá signifique que tomaba conciencia de estar viviendo la última década de su vida; falleció en 1990. Aún así, en ninguna de sus piezas se percibe una exaltación excesiva de color, o elementos que hablen de sobresaltos emocionales internos. Ni siquiera puso un título a sus obras para no condicionar a la mente del interlocutor. Esta austeridad y sobriedad no busca si no la contemplación paciente de quién contempla la imagen; la espera que recompensa con el intenso efecto que produce la obra.
La práctica de Nasreen es en los últimos quince años cuando ha suscitado una atención considerable, hasta el punto de haber formado parte de citas internacionales como Documenta 12 en 2007. Tras el paso de esta muestra monográfica por el Museo Reina Sofía, viajará al Metropolitan Museum of Art de Nueva York con el mismo número de piezas, 216, y parte de sus diarios, nunca antes exhibidos. Además, con motivo de esta exposición se edita un catálogo en versión bilingüe comentado por la comisaria de la exposición,que se puede adquirir en la misma tienda del Museo Reina Sofía.
S.VALVERDE