Canaletto pintó Venencia, pero no una Venencia cualquiera; sino el momento en el que la ciudad pujaba por salir de su pasado glorioso clasicista y se adentraba en aquello que hemos llamado modernidad, irrumpida a finales del siglo XVIII. Nacido el 7 de octubre de 1697, este 2015 se cumplen los 318 años desde entonces, y por ello le rendimos homenaje
El vedutismo, achacado al estilo pictórico desarrollado a lo largo del siglo XVIII y consistente en retratar estampas urbanas de Venecia, es por antonomasia un concepto con el que se relaciona sin dudar a Giovanni Antonio Canal, alías Canaletto. Este pintor emerge en el panorama artístico veneciano cuando la tradición de estampados urbanos estaba ya más que consolidada y alentada por el grueso flujo de turismo extranjero (centroeuropeos e ingleses los que más); quienes pasaban por esta pintoresca ciudad Italiana para sumergirse en unos días de ensueño: atracción por vivir emociones fuertes y transitar por el ambiente nocturno de una urbe con encanto romántico.
Por ello no es de extrañar la cantidad de pintores locales que brotaron y se inscribieron en el gremio local, la Fraglia de Pinttori. El turismo aristocrático supuso para la pintura un buen medio para hacer dinero y negocios. Esta idea de riqueza exclusiva, contrastada con la lúgubre apariencia de una urbe ya pasada de moda, aunque disfraza de lo contrario, fue motivo de inspiración para el joven Canaletto. Comenzaría entonces a inmortalizar escenas enmascaradas de su ciudad; siendo por tanto fiel a lo que ocurría en la realidad.
La luz, la figuración y el exquisito trazo de sus primeras pinturas, desbancó al por entonces pintor de ‘moda’ Luca Carlevarijs. Este no fue el inventor del vedutismo veneciano. Y aunque parezca paradójico, en realidad las primeras bases las asienta un foráneo a la cultura italiana, Gaspar Van Wittel (Amersfoort 1652-Roma 1736). Sin embargo, lo que sí debe reconocerse al que le cayó el San Benito de ser el antecesor de Canaletto, es el asentamiento del mercado vedutista, y el fijar una temática, capturando las regatas y las ceremonias y actos diplomáticos. Pero el uso de una radiante luz, que disimulaba metafóricamente que el brillo del sol sólo recaía en el fenómeno meteorológico, y no en Venecia como ciudad próspera, fue la pauta de Canaletto que le otorgó la atracción de la clientela.
Una máscara (veneciana, nunca mejor dicho) que absorbe desde sus comienzos para explotar hasta llevar al género al esplendor. Quizás el éxito también se deba al haber llegado en el momento oportuno; o quizás porque el dinero llama a más dinero, y cuando uno acumula una buena cantidad, sólo piensa en reunir más.
Además de su buena mano y su duende artístico, a Canaletto le acompañó una amistad fundamental para trazar un próspero futuro; el cónsul británico Joseph Smith y su selecto círculo de amigos, que se convertirían en clientes habituales. Por esto, cuando estalló la Guerra de Sucesión Austríaca en 1740,que acabó con el turismo inglés, Canaletto lo vio claro: hizo las maletas y marchó a Inglaterra, allá donde sabía que podía hacer buen negocio.
Volvería a su querida ciudad natal en 1755 agotado ya por su vejez física. Es entonces cuando se encuentra con Francesco Guardi, algo más joven que él, y con un estilo de pintura mucho más airosa y volátil, lo que no le había proporcionado el éxito comercial. Ambos murieron entre la escasez, aunque generaciones tardía consideraron a Guardi como la antesala de lo que se vería en el Romanticismo. Casi fue el sucesor de Canaletto, al que Ruskin otorgó el título de «manierista degenerado».
Para más información del lector en el número 140 de DESCUBRIR EL ARTE, Canaletto protagoniza un artículo escrito por Francisco J.R Chaparro que sigue el mismo discurso que el de este post. Para obtenerlo, pinchar aquí.