Los secretos de Vivian Maier

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La galería Bernal Espacio de Madrid expone las instantáneas por primera vez en España de esta fotógrafa neoyorquina. Un conjunto de 30 fotografías y un vídeo que recoge tomas en 8 mm que la artista hizo de los transeúntes de Chicago componen la muestra de esta niñera que tomaba fotografías compulsivamente y que rara vez revelaba. Descubierta en 2007 por John Maloof, cuando adquirió en subasta sus negativos, su fama no ha hecho más que crecer, un documental dirigido por el propio Maloof opta a los Oscar de este año. Hasta el 26 de septiembre

¿Quién era Vivian Maier? ¿Por qué ha permanecido en el anonimato hasta hace muy poco? ¿Por qué de repente ha acaparado tanto interés entre los especialistas en fotografía?

Self-portrait, Chicago area, 1966, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15. Arriba, Self-portrait, Chicago area, julio 1956, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15. Todas las imágenes, cortesía galería Bernal Espacio.

Autorretrato, Chicago area, 1966, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15. Arriba, Autorretrato, Chicago area, julio 1956, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15. Todas las imágenes, cortesía galería Bernal Espacio.

Vivian Maier (Nueva York, 1 de febrero de 1926-Chicago, 21 de abril de 2009) era una de tantas niñeras que había en Chicago. Se dedicó a esta profesión durante cuatro décadas. Procedía de una familia de refugiados judíos, su madre francesa y su padre austriaco, su niñez la vivió a caballo entre Francia y Estados Unidos. Quizá fue su convivencia en 1930 (cuando su padre las abandona) con la fotógrafa surrealista Jeanne J. Bertrand lo que despertó en Vivian Maier su «afición» por la fotografía.

Cuando tenía 25 años se trasladó a Nueva York y en 1956 a Chicago, donde residió a partir de entonces. Fue la niñera de una familia de North Side (Chicago). Hasta ahí todo parece indicar una vida corriente, como la de cualquier otra persona, pero a veces las apariencias engañan. Coleccionaba libros de arte y a la vez también las esquelas de los periódicos, viajó sola en 1959 por Egipto, Bangkok, Tailandia, Taiwán, Vietnam, Francia, Italia e Indonesia. Tomaba fotos sin parar, apenas revelaba ningún carrete, como si no le importase ver el resultado, o simplemente, quizá es que no tenía dinero para hacerlo.

New York, NY, 1954, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

New York, NY, 1954, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

El final de su vida también tiene todos los ingredientes de un melodrama. En sus últimos años vivió en una casa alquilada que le costeaban los tres hijos de la familia Ginsberg que Maier había cuidado cuando eran pequeños. Se ocuparon de ella hasta su muerte en 2009. En diciembre de 2008 se resbaló en el hielo mientras caminaba y se golpeó en la cabeza. La tuvieron que trasladar a una residencias de ancianos en Oak Park, donde falleció meses después a la edad de 83 años.

¿Cómo aparecieron sus fotografías? En 2007 el joven John Maloof adquirió en una subasta un voluminoso lote de negativos anónimos, eran las de Vivian Maier. Hasta entonces su obra había permanecido oculta, y ahora su trabajo es comparado al de los grandes fotógrafos como Diane Arbus, Robert Frank y Helen Levitt. Su fama no ha hecho más que crecer, se han hecho exposiciones dentro y fuera de Estados Unidos, se han publicado libros con y sobre su trabajo. E, incluso, un documental realizado por el propio Maloof (Finding Vivian Maier) que opta a los Oscar de este año en la categoría de Mejor Documental.

Self-portrait, Chicago, n.d., gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

Autorretrato, Chicago, n.d., gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

¿Pero dónde está la magia de sus fotografías para que haya cautivado a tantas personas y haya traspasado fronteras? Quizá en que la fotógrafa es capaz de mostrar la realidad de una manera formal o porque sus instantáneas muestran la existencia de la gente corriente que se encuentra en la calle, a veces con su consentimiento; otras, a escondidas, o porque mira de igual a igual a cada una de las personas retratadas. Sus fotos tienen una aparente dulzura que contrasta a la vez con la dura realidad de las condiciones sociales de la Norteamérica de los años cincuenta…

Era una observadora incansable de los demás, pero también de sí misma, como queda patente por la cantidad de autorretratos que se hizo, que como afirma Antonio Muñoz Molina, «ahonda su secreto en lugar de disiparlo”. En muchos de ellos se muestra a sí misma con su cámara Rolleiflex colgada, reflejada en los escaparates o en los espejos, quizá como una manera de afirmar que se consideraba fotógrafa de profesión y lo de niñera era un pasatiempo, como muchos pintores han hecho a lo largo de la historia, retratarse con la paleta y los pinceles.

Central Park, New York, 1954, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

Central Park, New York, 1954, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

La curiosidad hizo que Vivian Maier «crease del día a día un extenso archivo, presentado como una novela con un misterio por resolver. Encontramos así la misma fuerza y poder de atracción en sus quince retratos callejeros incluidos en la exposición, tanto consentidos como robados, que no intentan resolver ningún enigma, sino transmitirnos la magia de cada situación, cada persona. Quizá por ello su obra fue su secreto mejor guardado».

Sin título, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

Sin título, gelatina de plata, 30,5 x 30,5 cm, ed. 15.

Aunque el hecho de que esos negativos que permanecieron escondidos hayan visto la luz ahora y se den a conocer al público, plantea otro debate muy interesante, ¿es lícito? Desde luego, pero ¿es ético? ¿Qué pensaría ella de hacer pública una obra que guardó para sí  misma. Todas estas cuestiones, las planteó Francisco J. R. Chaparro en un artículo que publicamos en DESCUBRIR EL ARTE, número 195. Pincha aquí y podrás adquirír esta revista.

Á.S.C.

 

 

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