Siempre es interesante comparar las distintas visiones -no lejanas en el tiempo- que propicia la evolución pictórica. En este caso son el Impresionismo y el Expresionismo los que se colocan cara a cara en una exposición berlinesa de la que Marie-Claire Uberquoi nos detalla en el nuevo número de la revista
En el número 198 de agosto de Descubrir el Arte, Marie-Claire Uberquoi -consíguelo aquí– enfrenta a dos de los mayores movimientos artísticos contemporáneos a razón de la exposición Impressionismus-Expressionismus. Kunstwende en la Alte Nationalgalerie de Berlín. A pesar de la contigüidad de las corrientes -el Impresionismo se desarrolló a finales del siglo XIX y el Expresionismo durante las primeras décadas del siglo XX- no suponen una absoluta contradicción. Ambos rechazaban el férreo control de la aburrida Academia y ansiaban la libertad de la creación artística, pero los impresionistas encontraron una vía bastante más sensible y hedonista que los apasionados expresionistas. No obstante, cada uno empleó la libertad a su modo y el contexto histórico contribuyó a la diferenciación de artistas como Pierre-Auguste Renoir y Otto Dix.
Más de 150 obras se contraponen en las paredes de la muestra poniendo de relieve el impacto que tuvieron en la visión del arte. El Impresionismo puso toda su atención en el modo de representar lo contemporáneo, casi sin importar cuál fuera el objeto de la pintura. Las innovaciones tecnológicas como la cámara fotográfica y el conocimiento de ciertas teorías del color, obligaron de algún modo a un cambio en la concepción pictórica. La captación de la luz del instante fue toda una persecución con manchas de pigmentos que se ganaron bastantes críticas negativas en la época.
Por su parte, el Expresionismo ahondaba más allá de lo meramente pictórico por un sentimiento de abandono común a todas las artes. Por ello, el cine, la escultura, la literatura y demás artes participaron de él. La crisis agudiza el ingenio y también la formas, muy afiladas y violentas en las obras de los grupos Die Brüke (El Puente) y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul). Este último se compuso casi como una coalición para crear un nuevo modo de ver el arte. Los colores ya no empastan a la perfección como en las pinturas impresionistas; son discordantes y llamativos incluso en los desnudos. Hay una nueva armonía que no es la de las formas rotundas y los tonos complementarios. Las propuestas de Wassily Kandinsky o Franz Marc desde la pintura en Múnich se unieron a las musicales de Schöenberg o el cineasta Friedrich Wilhem Murnau.
En la exposición se echa de menos al genio Kandinsky pero se pueden contemplar los movimientos inmediatamente posteriores al Impresionismo como son el fauvismo o postimpresionismo. Así, se pueden contemplar Siete Bañistas de Cézanne o algunas tahitianas de Gauguin.
Sin duda, además de una muestra de la calidad artística de los pintores expuestos es necesario señalar la labor documental –quizá no intencionadamente- que hicieron. Gracias a los lienzos de los cafés, tertulias o retratos podemos conocer la élite intelectual y artística de finales del siglo XIX y principios del XX, como el Autorretrato con monóculo de Karl Schmidt-Rottluf (1910) o Im Bohèmian-Café de Leo von König.
El espacio final de la exposición nos remite al panorama turbulento que tuvieron que vivir los artistas expresionistas, con la Guerra de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial, donde el movimiento se hizo aún más crudo y amargo, como bien ejemplifica el Campo de batalla que Emil Nolde pintó en 1913.
Interesante. Con esto me aclaro, la diferencia de estas tendencias artísticas.
Enhorabuena por el articulo, una explicación concisa y muy clara.
Precioso artículo, interesante y bien resumido