Poética de lo mínimo en Carl Andre

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Los años setenta fueron epíteto de ruptura en el mundo artístico y cultural;desde el revolucionario arte de acción hasta el arte póvera o del deshecho, el arte mínimal se colaba por medio de estas manifestaciones con una nueva aportación: el arte de la sobriedad. Uno de los máximos exponentes de este planteamiento fue Carl Andre, a quién ahora el Museo Reina Sofía dedica una gran retrospectiva hasta el 12 de octubre

Artista de renombre en la historiografía del arte del siglo XX, Carl Andre (Massachusetts,1935) es principalmente conocido por su obra escultórica, pero en esta exposición se ha hecho hueco a otra de sus facetas creativas a la que también dedicó muchas horas de trabajo: la poesía. No obstante, ninguno de los lenguajes podríamos decir que han caminado por andaduras diferentes, sino al contrario, tanto las palabras escritas como los bloques de piedra, hormigón o madera confluyen en una misma idea: la composición estandarizada con unidades mínimas.

La muestra está dividida en tres secciones temáticas, y dos espaciales. La escultura se presenta en el Palacio Velázquez del Retiro, donde el visitante puede apreciar toda la investigación estética y formal del artista con este formato. Desde sus primeros cuerpos de madera y su serie de torres «pirámides», hoy en día conservada según una versión de 1970 que reconstruyó el artistas tras haber derruido la original, hasta las últimas piezas del 2010 en las que más que cuerpos tridimensionales se trata de láminas metálicas extendidas en la superficie plana del suelo o las paredes. Con éstas, no buscaba por tanto que se rodeara su obra, si no que se dialogase en el espacio con un escenario sutil adherido a éste.

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Vista de la exposición «Carl Andre: escultura como lugar,1958-2010» en el Edificio Sabatini.

Otras dos ideas trascendentales para entender sus planteamientos escultóricos es el hecho de la estandarización y la estética sobria, austera, pero sobre todo sin huella «personal» del artista, lo que podría asemejarse a los productos industrializados en serie. Una investigación que tiene sus antecedentes remotos en Duchamp, y si buscamos entre los casos españoles en el Equipo 57, de finales de los 50 y principios de los 60, y quienes ya dejaron claro en sus series que la subjetividad del creador, el rastro y sello del individuo carece de importancia; este colectivo miró, como Andre, por una percepción de ambiente, de estructura y de forma estandarizada.

Una segunda línea temática en el Edificio Sabatini es su obra poética, su correspondencia personal  y aquellas obras inclasificables que por su carácter sui generis se exhiben como trabajos a parte. No deja de resultar chocante, aunque la comisaria de la muestra Yasmil Raymond lo explica con una lógica aplastante, que cuando uno se inclina sobre los cuadernos escritos ve exactamente un esquema estructural y una apariencia similar a la de la escultura: filas de palabras programáticas sobre la extensión del folio, contundentes pero tajantes,y sin florituras líricas. En 1975 Carl Andre señalaba que su interés por «los elementos o partículas en las esculturas es paralela a mi interés en las palabras como partículas del lenguaje».

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Vista de la exposición, «Carl Andre: la escultura como lugar 1958-2010» en el Palacio Velázquez.

Por otra parte, el proyecto Passport (Pasaporte) alberga en una especie de diario personal, documentos y recuerdos íntimos, y por ende intrínsecos en su obra, y  claves para comprender su trabajo completo. En éste se pueden conocer referencias y aspectos cotidianos en relación al trabajo de sus conocidos y amigos artistas entre los que se incluía Fran Stella o Arsgile Gorky. También se conserva bastante correspondencia con comisarios, intelectuales y otros creadores con los que mantuvo una estrecha amistad.

Queda decir sobre el conjunto de obras, englobadas en la serie Dada Forgeries,  que concentran todo su planteamiento: la producción escultórica en el cuerpo de obras, y la poesía en los títulos otorgados. Es entonces cuando se evidencia la comunicación entre las dos disciplinas que ahondan en una sóla idea: lo mínimo de la materia, que como el lenguaje, conforman una más otra, el todo.

 

 

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