Héctor Francesch, un artista que ha aprendido de la «escuela del error»

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No se formó en la Facultad de Bellas Artes ni en ninguna escuela específica de artes, pero su potencial creativo provocó que se dedicase profesionalmente al arte. Y parece ser que le ha ido bien. Hasta el 26 de julio se exhibe su trabajo en el Centro de Exposiciones Palexco (A Coruña)

En numerosas entrevistas, este artista nacido en A Coruña en 1977, hace hincapié en que en su trayectoria es fruto de la escuela del error; sus conocimientos y planteamientos son en base a haber aprendido de los errores cometidos. Abandonó en su momento la carrera de Sociología y Publicidad, porque su interés por la pintura superó  las expectativas profesionales en estos campos. Empezó por mirar lo que más le gustaba para construir sus primeras imágenes, y esto fueron los Clicks con los que tanto había jugado de pequeño, y los cómics, sobre todo españoles, que le han acompañado como lectura toda su vida.

En la estética de sus piezas bien se puede adivinar este legado personal, y por ello, aquellos que hablan de su obra la etiquetan bajo el estilo «neo-pop», que hace guiños a los iconos de la cultura popular. Sin embargo, incide en que su trabajo es puramente personal, ya que lo que más le interesa es el reflejo de su yo interior, la reflexión entre su universo creativo y su legado personal.

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Montonazo. 2006. serigrafía papel 50×65 cm

En cuanto a las técnicas ha ido añadiendo la serigrafía, instalaciones y vídeos con los que ha experimentado en los últimos años. Uno de sus referentes es Luis Seoane, artista argentino que recaló en  A Coruña en los años treinta, donde participó de forma activa tanto en la política como en las asociaciones intelectuales de la época. También  las investigaciones estéticas de éste tienen mucho que ver con el trabajo de las tintas planas, un aspecto que le empezó a interesar mucho a Francesch en el 2005 cuando descubrió la técnica de la serigrafía. Ese traslado de lo tridimensional a lo plano, es uno de los intercambios de formato con los que más juega.

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Alén. 2014. 700 bolas de porexpan, masilla, pintura, sedal.

Sigue un horario de trabajo, «más europeo que español», se sumerge todos los días en su taller desde muy temprano para luego salir a media tarde. Con este ritmo ha ido construyendo una obra que ha llamado la atención tanto a galerías como a empresas; uno de los nuevos caminos que ha emprendido ha sido su colaboración con las tiendas TIGER para la exposición que presenta ahora en el espacio gallego.

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4.000 pajitas negras. 2015.

Esta instalación, que se compone de tantas pajitas como la cifra que titula la pieza (4.000 pajitas negras), forma parte de la serie Oculus, en la que TIGER ha proporcionado el material para su elaboración. En total 10.000 pajitas de colores para hacer de un objeto una obra de arte, una premisa que no se aleja de la del pop, pero como consecuencia del trascurso de la historia y de su proceso inquieto de aprendizaje como autodidacta, se nutre de otros muchos aspectos, que ayudan a formular estéticas particulares.

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