Yo diseño, yo produzco, yo vendo

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La exposición 3-EN-UNO. Diseñadores, productores, emprendedores explora la autoproducción en el diseño contemporáneo, con sus pros y sus contras. Puede visitarse hasta el 20 de septiembre en CentroCentro Cibeles, Madrid

Comisariada por Ana Domínguez Siemens, también responsable de D-Espacio, el espacio que CentroCentro dedica al diseño contemporáneo, la exposición 3-EN-UNO plantea un fenómeno cada vez más frecuente en la práctica del diseño contemporáneo: la proliferación de estudios y creadores que producen sus propios diseños. La situación económica actual es uno de los motivos de esta tendencia, pero no el único. La comisaria enumera posibles causas: “desde la demanda del público, o la fascinación por un proceso artesanal; la compulsión de hacer cosas con sus manos; la impaciencia de ver su producto terminado; el cierre de la empresa que producía el producto o la crisis económica; hasta la necesidad de demostrar que el proyecto es viable, el afán de experimentar, o la libertad de buscar soluciones personales”.

Estantería Fiction, por Sebastian Bergne.

Estantería Fiction, por Sebastian Bergne.

Los ejemplos que se presentan en la exposición son un reflejo palpable de la parte positiva de la autoproducción (la calidad habla por sí sola) y de su viabilidad. Las piezas proceden de estudios de diseñadores españoles e internacionales y no desmerecen el nivel que han alcanzado cuando han trabajado bajo el paraguas o la complicidad de estructuras mayores. En el catálogo particular de Sebastian Bergne conviven las piezas que realiza para editoras como Luceplan con los que autoproduce como el sugerente y liviano estante Fiction, que invita a los libros a volarClaesson, Koivisto y Rune, un importante estudio de arquitectura y diseño afincado en Estocolmo, ha creado su propia marca para producir piezas como la lámpara de exterior Marfa; Jordi Canudas, un diseñador español con gran proyección internacional, explora la parte artesanal y garantiza que cada luminaria Giardinetto´s Green es única, por lo que va numerada y firmada. Esa garantía se anuncia en su web, que es también su punto de venta, lo que nos da pie para abordar otro de los aspectos sobre los que incide la exposición, la tercera pata de ese «tres en uno»: el papel de emprendedor. Aquí aparecen las estrategias de marketing para posicionar su producto; en este sentido las nuevas tecnologías de comunicación se convierten en una herramienta poderosa.

Ataviados también con el sombrero de empresarios, los en principio solo diseñadores miden ahora al milímetro cada paso de cada fase: tiempos, costes, recursos… Ajustan los gastos de producción aprovechando tecnologías que les permiten controlar las tiradas con un nivel de precisión y calidad altos: corte a láser, tornos de control numérico, prototipado rápido, etc. De este modelo, que supone una revitalización de los oficios y de los artesanos, se benefician los proveedores de recursos locales.

En la parte de los pros Ana Domínguez Siemens destaca también la cuestión emocional: “Para muchos diseñadores, las piezas que ellos mismos producen hablan más y mejor del creador, su cerebro y sus manos; expresan de una forma más precisa la intención, el mensaje. Para el consumidor es un modelo que implica mayores opciones para contar con objetos exclusivos y singulares, especiales, raros, personales, quizá más radicales. En el momento en que el consumidor conoce la historia que está detrás de un producto y entra en contacto con el diseñador para adquirirlo, se genera un valor añadido que es apreciado por ambas partes”. La panera de Martín Azúa es un bello ejemplo de esta parte romántica. La diseñó como regalo para unos amigos que se casaban. En su web, Martín cuenta “Cuando era niño mi padre me enseño que el pan era sagrado y que había que tratarlo con cuidado y respeto. Yo he perdido sus creencias religiosas pero esa idea se me ha quedado grabada.”  Quizás por eso hace de una panera una joya: dos anillos de metal bañado en oro atrapan una servilleta para dar forma al recipiente. Cuando se lleva a la mesa, indican en la web. se puede cubrir el pan con las esquinas de la servilleta, ordenando los pliegues se puede crear una flor.

¿Qué queda en el lado negativo? El riesgo a que el éxito del negocio suponga el fracaso de la creatividad: «Para poner el modelo en marcha hay que asumir riesgos, invertir capital, lidiar con un acceso limitado a la tecnología; y, paradójicamente, si se convierte en un verdadero negocio del que depender económicamente, se corre el riesgo de destruir su belleza y libertad, que son su auténtica razón de ser”. Confiemos en que esto no ocurra; sería una pena que desaparecieran la frescura, naturalidad y belleza de piezas como las de Cristian Zuzunaga (los cojines Pixel con los que abrimos esta reseña son suyos), Mecedorama, Pedro Fecuchi o como las que el estudio madrileño Ciszak Dalmas produce desde su marca La Clínica Design midiendo el impacto del proceso productivo.

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