En la La Industrial se dieron cita cientos de personas que fueron pasando a lo largo de la tarde del 28 de mayo. Unos se acercaron para ver cómo trabajaban los artistas a los que admiran y otros también se tiraron al charco de las pinturas e hicieron sus pinitos creativos con rotuladores, tubos o sprays sobre las camisetas que les regalaba Liquitex, la firma que organiza este evento. Además, hablamos con dos de los grafiteros que participaron en este evento, Pastron #7 y Looder
Al salir del metro en Tribunal y tomar la calle de San Vicente Ferrer ya se ven grupitos de jóvenes caminando por la calle, y no podemos evitar preguntarnos si también irán a La Industrial a participar en este evento que ha organizado Liquitex en España por primera vez, aunque son veteranos en este tipo de actos en otros países de Europa y Estados Unidos. Ya más cerca del local, se divisa a personas arremolinadas a la entrada. Nos acercamos y vemos a través de la gran cristalera todo lo que se está cociendo dentro.
Lo primero que vemos es a Javier Torices pintando uno de sus paisajes marítimos, es el que más pegado está a ese gran ventanal, está comenzando a dar sus pinceladas de acrílico; detrás de él hay un gran grupo de gente que mira en silencio cómo trabaja, esperando que esas pinceladas se vayan transformando en agua, arena, horizonte, asistiendo en directo al proceso creativo de un artista.
Dejamos de mirar por la cristalera y entramos en el local. Ahí ya comenzamos a sentir el olor de los acrílicos, el sonido de la música y el murmullo de la gente. Hay muchas personas, de todas las edades, incluso algún niño. Unos miran cómo trabajan los artistas; otros, están enfrascados pintando con rotuladores, sprays o tubo las camisetas que regala Liquitex y que luego se llevarán a casa como recuerdo de esta tarde y por qué no también con cierto orgullo de haber pintado al lado de los maestros.
Descubrimos a la otra artista que patrocina la marca Liquitex, Rebeca Khamlichi. Con gran agilidad y soltura, como si no le costase ningún esfuerzo, va haciendo trazos que se van convirtiendo en un rostro, unas manos, mezcla colores y sigue trabajando absorta en el lienzo, como si a su alrededor no hubiese nadie, como debe hacerlo en su taller.
Seguimos adelante, y nos adentramos en el espacio donde están los artistas urbanos y grafiteros. Un ambiente completamente distinto a lo que habíamos visto hasta entonces. En un lado está el alicantino Antonyo Marest, artista urbano, que está interviniendo una gran superficie fiel a su estilo.
Un poco más allá, el grafitero Pastron #7 está haciendo una grafiti como la haría en un muro de la ciudad o en un vagón de tren o el metro Nos acercamos para hablar con él.
Lo primero que le preguntamos es por qué cree que Liquitex le ha invitado a participar en este evento. Nos dice que Liquitex fabrica y comercializa sprays, la herramienta básica de un grafitero como él, y que, por tanto, representa al grupo más grande de personas que utilizan sprays.
Está pintando sobre una superficie horizontal de metal. Comenta que ha elegido este soporte porque quiere asemejarse lo más posible a como lo haría en la calle “es la típica pieza que te encuentras en la calle, al ser de metal es un material complicado para pintar porque la pintura no se agarra bien”.
Se siente orgulloso de ser un auténtico grafitero, pintar en la calle ilegalmente, sin pedir permiso, eso que molesta tanto al ciudadano. Pertenece a la primera generación de grafiteros, comenzaron bailando brake en la calle y luego “descubrimos el grafiti y el rap, hace un montón de años, en 1984”, comenta Pastron #7.
Él solo trabaja en la calle porque tiene claro que los que exponen sus trabajos en galerías o realizan intervenciones en locales no son grafiteros. Para él el grafiti tiene que hacerse en la calle, tiene que ser ilegal y tienen que ser letras, firmas. De hecho comenta que lo que está haciendo en La Industrial no es un grafiti, sino mostrar la técnica de ejecución.
Ante estas afirmaciones le preguntamos qué diferencia hay entre un grafitero y un artista urbano. No duda, enseguida responde que ese término se lo han inventado los periodistas, los profesionales del arte, son conceptos acuñados por las personas que están fuera del mundo del grafiti. “Los que estamos dentro no comulgamos con esa idea, no nos parecemos, y por eso nunca pintamos con los del llamado arte urbano, sabemos hacer cosas que ellos no saben hacer y al revés tamvién.
Al oír nuestra conversación, se acerca otro grafitero, viene desde Salamanca y se presenta con su nombre de guerra, Looder. Él también defiende que el auténtico grafitero no hace dibujo y que el espacio donde lo hace siempre es la calle. Y, además, afirma que “quien hace una cara hiperrealista con spray no hace grafiti, utiliza algunas de sus técnicas, como el difuminado, o herramientas, como el spray”.
Para Looder, el grafiti tiene un mensaje distinto que va dirigido a la sociedad y que está relacionado con el lugar donde nació y el porqué surgió. “Nació en los barrios del Bronx en Nueva York, de las personas pobres y que no tenían voz ni voto en la sociedad, latinos y negros, como una manera de decir existimos, estamos aquí, y por eso escribo mi nombre por todos lados. En Europa caló mucho más tarde”.
Seguimos conversando sobre esa línea roja que separa a unos y otros, y comentan que lo que ha pasado es que por motivos comerciales algunos grafiteros buenísimos se han pasado al otro lado, exponen y venden su trabajo, como Basquiat o el español Suso33, “el más bombadero (firmar por las calles) de todos. El grafiti solo lo entendemos los grafiteros”, comenta Looder.
En esta conversación a tres bandas surge otro tema interesante, ¿tiene el grafiti un componente social o reivindicativo? Y ahí, surge la divergencia entre ellos. Mientras para Pastron #7 no hay componente social, ni reivindicativo. “Es tan simple como que un niñato de quince años escriba su nombre, no reivindica absolutamente nada, no conozco a ningún grafitero, y conozco miles, que reivindique algo”. Para Looder la propia existencia del grafiti ya es reivindicativo, aunque reconoce que “se dan los dos casos, como en la música, hay rap combativo, contra sistema, y hay otro que es más semántico”.
En lo que sí que están de acuerdo es que en el grafiti no hay dibujo y que tiene que ser ilegal, sin permiso. Además, añade Looder “date cuenta que al hacerlo ilegalmente hay muy poco tiempo para hacer un dibujo hiperrealista, así que en resumen, el grafiti es ilegal, rápido y enfatiza el alter ego y no quiero que se convierta en legal, me gusta trabajar en la más pura ilegalidad”.
Nosotros abandonamos ya La Industrial, al igual que otros lo han hecho antes, pero el local no se vacía, la vida sigue, porque otros nuevos que van llegando van aportando sus energías, sus ganas de pintar o de ver cómo pintan otros. En definitiva, de pasárselo bien. Todavía quedan dos horas hasta que se cierren las puertas.
Á. SANZ
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