Última parada de la exposición The presence of black, 1950-1966, en la Fundació Suñol de Barcelona. Con motivo de la celebración de los cien años del nacimiento del pintor, esta muestra rememora un periodo clave de su trayectoria artística, la etapa que vivió en Estados Unidos, que marcó su alineación con el expresionismo abstracto norteamericano y que definió su estilo plástico. Hasta el 5 de septiembre
La exposición arrancó el 17 de octubre pasado en Granada (Centro José Guerrero y Palacio de Carlos V de la Alhambra), posteriormente pudo verse hasta el 26 de abril en la Casa de Alajas de Madrid. Comisariada por Yolanda Romero (exdirectora del Centro José Guerrero de Granada), y Francisco Baena (coordinador de exposiciones de la institución granadina), la muestra, además de un homenaje a José Guerrero en el centenario de su nacimiento (Granada, 1914-Barcelona, 1991), pretende reinvindicar a uno de los artistas españoles más importantes e internacionales.
Uno de los aspectos más importantes e interesantes de esta exposición es que es la primera vez que se dedica una monográfica que estudia en profundidad los años americanos del pintor (1950-1966), una etapa ensencial y determinante en la trayectoria artística de José Guerrero porque abandona el lenguaje figurativo precedente para adentrarse en el expresionismo abstracto, influido por los artistas norteamericanos, y la ya plena definición de su estilo plástico.
La muestra ha reunido más de un centenar de obras procedentes de diferentes colecciones y museos españoles y norteamericanos (Patrimonio Nacional, Museo Reina Sofía, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, The Guggenheim Museum de Nueva York o Wrigth Museum of Art en Wisconsin), algunas de ellas inéditas hasta ahora en España.
En el conjunto expositivo hay desde lienzos, grabados, dibujos y algunos «frescos portátiles» en los que «Guerrero experimentó con materiales diversos, como parte de un proceso de investigación sobre la relación entre pintura y arquitectura», comenta Yolanda Romero. Además, el discurso expositivo se complementa con catálogos, fotografías, documentos y textos del propio José Guerrero, que ayudan al visitante a conocer y contextualizar al pintor granadino.
La exposición comienza con las primeras incursiones del pintor en la abstracción a través de los grabados y los experimentales «frescos portátiles» para pasar a continuación a abordar de lleno la plena integración en el expresionismo abstracto norteamericano mediada la década, y finaliza en el momento del «reencuentro con su memoria española y el regreso a su país de nacimiento en 1965″.
Está dividida en cinco apartados. La abstracción biomórfica (primeros trabajos a su llegada a Estados Unidos en noviembre de 1949 en el Atelier 17), con obras como Lavanderas (1950), donde se percibe claramente la tensión entre dos lenguajes difícilmente compatibles, la figuración y la abstracción.
En De las bioformas al gesto se muestran obras realizadas por el artista desde principios hasta mediados de los cincuenta, entre ellas grandes lienzos como Black Cries, Ocultos, Black Followers (1954), Signos (1953) o Ascendentes.
El expresionismo abstracto está dedicado a la etapa que va de mediados de los cincuenta a principios de los sesenta. En este periodo ya hay obras (Presencia del negro con amarillo, 1958, Blues and Black, 1958, o Yellow and Brown, 1958) en las que el pintor «muestra signos claros de cambio, gracias al uso de colores provocativos sumados a formas dramáticas, en los que el negro ocupa un notable protagonismo que le permite trasladar al lienzo su mundo emocional».
La memoria revisada, en torno a 1962-63, está dedicada al momento en que Guerrero relaciona su pintura con sus orígenes, con títulos como Albaicín (1962) o Sacromonte (1963). Son el prólogo a su vuelta a España en 1965, que residirá en Frigiliana (Málaga), Cuenca y Madrid.
Dentro de este cuarto apartado hay un lugar destacado a la figura de García Lorca, al que el pintor dedicó varias obras. En el trigésimo aniversario de la muerte del poeta, José Guerrero visita en 1965 el barranco de Víznar, donde Lorca fue asesinado, y realiza numerosos dibujos recopilados en un cuaderno, y que se ha expuesto por primera vez en esta muestra. Además, «fruto de aquel intenso reencuentro, pinta en el año 1966 La brecha de Víznar, una de sus obras más influyentes, y otras telas monumentales de evocaciones lorquianas» como A la muerte de Sánchez Mejías o Antojos negros con amarillos.
Y, por último, Pintura y arquitectura (una de las novedades de esta retrospectiva), dedicado al Guerrero muralista que «pretende integrar en la pintura los nuevos materiales que la industria de la construcción proporcionaba (uralita, ladrillos refractarios, bloques de cemento) y a los que denomina ‘frescos portátiles'»».
En definitiva, una retrospectiva imprescindible para conocer en profundidad la evolución y la consolidación de la trayectoria artística de Guerrero. Un relato que redescubre el lenguaje plástico y, a través de los documentos, fotografías y escritos del propio artista, las ideas y pensamientos más íntimos de este influyente pintor granadino.
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