Iberdrola, su historia a través del arte

La joven y dinámica colección de arte de Iberdrola se articula en torno a tres momentos decisivos del desarrollo de esta empresa eléctrica, lo que le permite rendir homenaje a sus orígenes y ampliar sus intereses hacia las nuevas técnicas y hacia el exterior. Hasta el 7 de junio puede verse una selección de sus obras en la exposición La piel translúcida en CentroCentro Cibeles, Madrid

La Colección Iberdrola tiene apenas ocho años y alrededor de 200 obras que, de alguna manera, reflejan la historia de esta empresa eléctrica en tres momentos clave: su nacimiento en Bilbao a principios del siglo XX, la consolidación de su liderazgo en España y su internacionalización.

Rafael Orbegozo, jefe de Gabinete de la Presidencia de Iberdrola y responsable de la colección, señala que desde sus inicios la compañía ha realizado labores de mecenazgo, patrocinio, restauración y conservación del patrimonio y que, incluso antes de crear la colección –por iniciativa del actual presidente, Ignacio Galán–, ya contaban con un conjunto de obras de la escuela vasca del siglo pasado.

El primer bloque de la colección, detalla Orbegozo, está constituido por «los artistas vascos que contribuyeron de forma importante a la renovación de la pintura en España, introduciendo a finales del siglo XIX y principios del XX lenguajes entonces modernos: Guinea, Guiard, Regoyos, Zuloaga, Iturrino, Echevarría, Arteta, Ucelay, entre otros». Una de las obras de Ucelay de finales de los años veinte, Idilio en el puerto, es una adquisición reciente –la colección está viva en todas sus secciones– de la que Orbegozo destaca el «componente surreal y lorquiano no frecuente en su obras más conocida».

1957 marca el inicio del segundo bloque, formado por piezas de arte contemporáneo español. «Obras de Oteiza de ese año y el siguiente, y una pieza de Antonio López que procede de la primera exposición que realizó en su carrera, precisamente en 1957, dan paso a Chillida, Palazuelo y a representantes del informalismo como Saura o Tàpies. Desde allí y hasta llegar a nuestros días –las últimas adquisiciones son obras de Carlos Irijalba y Alain Urrutia–, la colección recoge desde el pop crítico de Arroyo y el Equipo Crónica hasta el conceptual de Esther Ferrer, pasando por el regreso a la pintura en los ochenta con Barceló, Sicilia, Campano y Broto, la nueva abstracción de Uslé, Urzay o Irazábal o la escultura de Juan Muñoz, Jaume Plensa y Cristina Iglesias, por citar algunos autores presentes».

En la actualidad la empresa es una multinacional, y su colección también ha traspasado fronteras. El tercer bloque se abre a artistas internacionales y a nuevos soportes, sobre todo a la fotografía y el vídeo. Están los Becher y sus discípulos de la Escuela de Düsseldorf, artistas latinoamericanos como Orozco y Bonillas, o norteamericanos como Richard Prince y Robert Mapplethorpe. 

Este orden temporal de la colección no es el único eje vetebrador. Hay otros dos aspectos, que nos aclara Rafael Orbegozo. «Las piezas de la colección abordan básicamente tres temas: la naturaleza, la luz y la obra del hombre, ya sea por medio de la ingeniería o de la arquitectura. Son tres temas que sintetizan la actividad de la compañía, que a través de la ingeniería obtiene luz de la naturaleza de forma sostenible». Un buen ejemplo es la serie de fotografías realizadas por José Manuel Ballester (Nocturno Bilbao) desde la altura de la Torre Iberdrola con la ciudad punteada por las luces artificiales. A esta obra y a las de Allan Sekula y Juan de Sande, también relacionadas con Bilbao, es posible que se sume la luz de esta ciudad vista por Antonio López, con quien en la actualidad están en contacto desde Iberdrola «para hacerla posible e incorporarla a la colección».

El tercer eje de la colección y de los criterios de selección «es la muy destacada, aunque no exclusiva, presencia de artistas procedentes de las áreas donde desarrollamos nuestra actividad, lo que responde a nuestro compromiso con las sociedades en las que estamos presentes».

La relación con los artistas es el aspecto que Orbegozo apunta como más enriquecedor y estimulante de los distintos instrumentos que utilizan para seguir al día la escena artística: ferias, publicaciones, galerías, subastas, etc. «La interlocución estrecha con ellos ha sido importante en el caso de las piezas que se han encargado para un sitio específico como las que se hicieron para el atrio de la Torre Iberdrola de Bilbao por Cristina Iglesias, Jesús Mari Lazkano y Darío Urzay». El díptico de Urzay Paisaje nocturno se ha tomado ahora prestado del vestíbulo de la Torre Iberdrola, donde da una bienvenida grandiosa, para la exposición sobre esta colección que acoge CentroCentro Cibeles en Madrid. Comisariada por Javier González Durana, lleva el título La piel translúcida y recoge 66 obras que, según afirma Orbegozo, «tienen que ver con la piel y la luz que irradia su superficie o deja entrever su interior, evocando la piel acristalada de la Torre Iberdrola de Bilbao, un edificio diseñado por César Pelli».

A la hora de enseñar la colección, desde Iberdrola hacen un esfuerzo educativo paralelo, pues su objetivo es fomentar el descubrimiento del arte. «La sociedad valora el coleccionismo como un acto de preservación y difusión del patrimonio artístico. Pero ¿se valora el papel del arte en la sociedad, sobre todo del arte contemporáneo? Si la sociedad no lo cree relevante, la labor de mecenazgo no tardará en considerarse absolutamente prescindible. Tenemos la obligación no solo de mostrar sino también de explicar y hacer un esfuerzo didáctico para acercar el arte a los ciudadanos y hacerles ver que es absolutamente necesario».