Marchante a su pesar, por obedecer la voluntad paterna, Paul Durand-Ruel se convirtió en el primer defensor de Monet, Manet, Degas, Sisley, Pisarro, Berthe Morisot y Renoir, con los que logró definir un nueva corriente de pintura en abierto desafío a la Academia. La National Gallery de Londres le recuerda en una muestra irrepetible. Marie-Claire Uberquoi hace un repaso a esta importante figura en un artículo publicado en la revista de mayo, número 195
Con una fe inquebrantable Paul-Durand-Ruel (París, 1831-1922) luchó durante toda su vida para el reconocimiento de Degas, Berthe Morisot, Manet, Monet, Renoir, Sisley y Pissaro, los protagonistas de una las mayores revoluciones artísticas de la historia de la pintura. En palabras del escritor francés, Pierre Assouline, autor de la biografía Paul Durand-Ruel el marchante de los impresionistas, “no dudó en poner en peligro, su nombre, su fortuna y la estabilidad de su familia para sostener a ‘sus pintores’, ofreciéndoles unas condiciones de trabajo desconocidas hasta entonces”.
La National Gallery de Londres le dedica una exposición espléndida, que con el título Inventing Impressionism (Inventando el Impresionismo) recorre a través de 85 obras maestras la carrera de este galerista francés, auténtica leyenda del mercado del arte. El origen de todo fue una papelería en la calle Saint-Jacques en París, que regentaba su abuelo a principios del siglo XIX. Con el paso del tiempo, su padre amplió el negocio y acabó abriendo una galería de arte en la céntrica calle de la Paix.
Con estos antecedentes el camino profesional de Paul Durand-Ruel parecía ya definido desde su nacimiento. Aunque, inicialmente, el joven Paul hubiera preferido seguir la carrera militar entrando en la Escuela de Saint Cyr. Pero los problemas de salud y la insistencia de su padre para que trabajara con él, frustraron su vocación y acabaron sellando su destino como marchante de arte.
Una educación ejemplar le había preparado para que siguiera con el negocio familiar. Desde muy joven su padre lo llevaba al Louvre, a las subastas del Hotel Drouot, y le envió al extranjero para que conociera las grandes galerías europeas. En 1855, a los 24 años, Paul Durand-Ruel se incorporó a la galería y empezó a trabajar junto a su padre, viajando constantemente para presentar cuadros en Bruselas, Londres, Berlín y Hamburgo.
Por aquellos años, Paul se sentía atraído por la pintura de Eugène Delacroix y por los paisajistas de la Escuela de Barbizon, Corot, Millet, Théodore Rousseau y Daubigny que habían impulsado una nueva manera de representar la naturaleza. Durand-Ruel los apoyó moral y materialmente, compartiendo su entusiasmo y sus dificultades, hasta verse forzado por las circunstancias a mal vender algunas de sus obras.
Su apuesta por los artistas de su tiempo cuya pintura estaba en las antípodas de las reglas académicas, le costó más de un disgusto, llevándole incluso al borde de la quiebra. Pero movido por la intuición de un visionario, Durand-Ruel luchó sin tregua hasta conseguir el reconocimiento de “sus artistas” en la escena pública.
En la muestra de la National Gallery se recuerda a esta primera generación de pintores con los que Durand-Ruel inició su carrera de marchante.
Para saber más sobre esta exposición y sobre la interesante vida de Paul Durand-Ruel, los interesados podrán hacerlo en DESCUBRIR EL ARTE, núm. 195, mayo, todavía en los quioscos, o en versión digital ORBYT (http://quiosco.arte.orbyt.es).
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