En las prestigiosas salas de la Galleria Nazionale di Arte Antica del Palazzo Barberini de Roma se exponen, hasta el 24 de mayo, en perfecto diálogo los dibujos, diseños y bocetos previos que el genio Gian Lorenzo Bernini preparaba antes de realizar la obra definitiva
Hasta hace pocas semanas, se estaba celebrando en el Museo Nacional del Prado de Madrid una interesante exposición que bajo el nombre de Las Ánimas de Bernini. Arte en Roma para la corte española, se quería dar a conocer por primera vez en nuestro país la fructífera relación entre el genio napolitano y los poderosos comitentes españoles, incluida la corona castellana. En ella se podía apreciar además de las dos obras que dan nombre a la muestra, otras como el retrato de Scipione Borghese, así como una serie de valiosos bocetos, entre los que se encontraba la terracota de El éxtasis de santa Teresa.
Esta primavera, Roma responde y entabla una conversación que complementa y avanza en el reconocimiento de este gran artífice del Barroco, con la exposición Il laboratorio del genio. Bernini disegnatore. Las salas del Palazzo Barberini se inundan con la luz que aportan las casi ciento veinte obras que ilustran su faceta de pensador, de artesano y diseñador. Se trata de una muestra organizada por la Soprintendenza per il Polo Museale Romano en colaboración con el Museum der bildenden Künste de Leipzig, quien posee uno de los mayores conjuntos de dibujos de Bernini, procedentes probablemente en su gran mayoría de la colección de la reina María Cristina de Suecia, adquiridos en el siglo XVIII por el comerciante italiano Francesco A. Renzi.
Estas piezas fueron expuestas en el mencionado museo alemán este mismo año, conmemorando el milenio de la fundación de la ciudad que lo acoge, surgiendo de esta ocasión la idea de que los diseños volvieran al lugar de su creación, Roma. De entre los que llegan de este destino destacamos un gran número de estudios relacionados con sus trabajos para San Pedro del Vaticano, como son los dibujos que muestran los distintos santos y ángeles que conforman la exuberante cátedra del apóstol. Hablamos de rápidos y acertados trazos que forman las figuras de San Agustín o San Ambrosio, de los que nacen las esculturas que rodean el trono de San Pedro, en una teatral escena especialmente compuesta para sorprender al fiel tras el Baldaquino que lo enmarca.
Para esta cita, los dibujos de Leipzig están acompañados por otros magníficos bocetos, pinturas y esculturas, todas relacionadas con el primer momento de la creación de la obra, llegados desde el Museo Albertina de Viena, de la colección real del Castillo de Windsor, la National Gallery de Londres, y desde numerosas instituciones culturales de Italia, como la Biblioteca del Vaticano o el Gabinetto Disegni e Stampe de los Uffizi de Florencia. Todo este riquísimo material se ha ordenado por secciones temáticas, siendo la primera una selección exquisita de retratos de personalidades del momento, como Clemente X de perfil o el diseño para la Moneda de un escudo de Alejando VII, autorretratos de diferentes etapas de su vida y otros estudios de hombres anónimos que le servían para captar las emociones, llevándolo hasta el extremo en curiosas caricaturas.
Destaca en la penumbra de la estancia dedicada al conocimiento del arte de la Antigüedad el mármol de la Cabeza del Laocoonte de la Galería Spada, considerada como un valiente ejercicio de juventud, mostrada en esta ocasión junto a los dibujos que tomó en sus estudios de la escultura de los Museos Vaticanos.
Siguiendo el recorrido planteado, tras soberbia bienvenida al laboratorio de Bernini, accedemos a la siguiente estancia donde el poder terrenal que exhiben los retratos deja paso al místico placer de los santos y ángeles. Lo primero que contemplamos son dos estudios del busto de Santa Teresa, retratada en el instante álgido de su éxtasis, quizás la escultura de mayor reconocimiento mundial del Barroco italiano. Le siguen varios bocetos de los santos que esculpió para la Capilla Chigi situada en Santa María del Popolo, entre los que se encuentra un boceto de terracota representando a San Daniel de sobresaliente factura y acabado.
El ornamento urbano tiene especial relevancia en Roma gracias en gran medida a la labor de Bernini. Sus fuentes y obeliscos son los lugares de mayor concurrencia de esta ciudad, como son la Fuente de los cuatro ríos en Piazza Navona, de la que se halla en esta exposición un modelo en madera, barro, cera y metal de gran tamaño traída de la Academia di Belli Arti de Bologna, o el Obelisco de Piazza della Minerva, proyecto que en un primer momento estaba pensado para ser expuesto frente al palacio que acoge la muestra, puesto que fue un encargo del cardenal Francesco Barberini que no llegó a materializarse.
Es posible que una de las salas más relevante sea la dedicada a San Pedro del Vaticano, de la que ya hemos aportado algunas pinceladas. Sin embargo, se ha puesto especial atención en organizar esta sección no sólo con los estudios de Bernini para el Baldaquino, los campanarios e incluso “el gran teatro” de la plaza san Pietro tal y como debía de haberse concluido, sino que se han traído también los diseños de su colaborador y mayor oponente, Francesco Borromini, lo que brinda la maravillosa oportunidad de poder comparar la obra de estos dos grandes artistas.
La muestra concluye con los diseños concernientes a las artes decorativas, como ilustraciones de libros, medallas, monedas y otros objetos sacros, como el relicario de la Veracruz, donado por el cardenal Girolamo Verospi a la Catedral de Osimo, que es posible verlo aquí junto a dos dibujos sobre papel que muestran las diferencias que hay entre la primera idea y la obra concluida.
Se presenta por tanto en Roma un espacio donde el espectador descubre la vida completa de un genio a través de sus proyectos y bocetos, además de deleitarse con su calidad técnica y artística. Con ello se comprende también su biografía desde sus primeros trabajos de adolescencia hasta los últimos, pasando por las sombras de la feroz competencia y proyectos fallidos, los cuales no dejan de ser ingredientes de este laboratorio que engrandece la esencia de las fastuosas ideas del gran Gian Lorenzo Bernini.
Rafael JAPÓN