Juana Aizpuru: «En la primera edición sabíamos que no íbamos a vender, pero pasaron tantas cosas…»

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Alma mater y directora de ARCO de 1982 a 1986, Juana de Aizpuru es una de las voces verdaderamente autorizadas para hacer balance de los cambios que han ido produciéndose en la feria a lo largo de sus treinta y cuatro años de existencia. Sus recuerdos de las primeras ediciones se enlazan con su valoración de la presente y con su análisis del actual mercado del arte

PREGUNTA. ¿Cómo ha visto la evolución de la feria?

JUANA AIZPURU. Lógicamente, España ha cambiado mucho, y creo que los eventos culturales que se organizan siempre se deben hacer pensando en las características de la sociedad en la que se desarrollan. La España del 82, que es cuando organizamos la primera edición de ARCO, era una España muy diferente de la hoy, en la que el arte contemporáneo era casi desconocido, no se conocía el arte mínimal, el arte povera. Todavía no había ningún museo, ni por supuesto coleccionismo, de arte contemporáneo, y la gente que sabía algo era por revistas o catálogos que alguien había comprado en el extranjero. Por eso pensamos que había que hacer una feria especial para esa España, y por eso también nos planteamos que debía tener un marcado carácter cultural, porque sabíamos que no iba a haber prácticamente ventas el primer año.

"Las meninas renacen de noche VI", de Yasumasa Morimura, 2013. Todas las obras, cortesía de la galería Juana Aizpuru.

«Las meninas renacen de noche VI», de Yasumasa Morimura, 2013. Todas las obras, cortesía de la galería Juana Aizpuru.

P. ¿Y así fue?

J. A. Bueno, de alguna forma los galeristas que participamos sabíamos que no íbamos a vender ninguna obra, pero en realidad podríamos decir que no veníamos tanto a vender como a ver qué pasaba, y los galeristas extranjeros venían sobre todo a conocer más directamente a los artistas españoles que en esos momentos estaban saliendo, la generación capitaneada por Barceló, que fue el primero que salió, y detrás de él otros como Sicilia, García Sevilla, Miguel Ángel Campano, Cristina Iglesias, Juan Muñoz, que estaban ya en el candelero internacional.

 

"Sin título", de la serie Mar Muerto, Israel, de Tim Parchicov, 2013.

«Sin título», de la serie Mar Muerto, Israel, de Tim Parchicov, 2013.

P. Entonces, ¿hubo bastante participación internacional?

J. A. Sí, ya desde la primera edición hubo bastantes galerías extranjeras y de prestigio, que tratamos de que se sintieran muy a gusto, casi como auténticos protagonistas de la feria. Y tan fue así, que algunos de ellos vinieron durante cinco años seguidos ¡sin vender ni una pieza!, aunque, eso sí, pagando religiosamente por el estand, y lo hicieron porque se implicaron de tal forma que llegaron a considerar ARCO como algo suyo, que había que apoyar, aunque supieran que venían a perder dinero. Ciertamente ayudaron mucho a ir consolidando la feria.

 P. ¿Cuál era entonces el secreto?

J. A. La verdad es que aquella feria era muy especial. Recuerdo que el segundo año vino Jean-Louis Froment, director del Museo de Burdeos, una persona muy prestigiosa, que me dijo: “Aquí no se vende, es verdad, pero están pasando cosas y por eso venimos, porque queremos participar de lo que está ocurriendo aquí”. Era un milagro hecho a fuerza de mucha voluntad, como un encaje de bolillos, y cada día había que inventar cosas para salir adelante, para resolver los inconvenientes que iban surgiendo. Ahora bien, es cierto que pasaban cosas y se organizaron actividades culturales muy importantes e interesantes.

"Sin título", de Philipp Froehlich, 2014.

«Sin título», de Philipp Froehlich, 2014.

Pero, sobre todo, lo que fue rizar el rizo fue hacer una feria que no era comercial, y así año tras año. Imagínate si se vendía poco, o nada, que yo le pedía a los amigos que pasaran por los estands a preguntar los precios de las obras, como si tuvieran intención de comprar, para animar a los galeristas y vieran que había interés por sus obras, y esto dio pie a una anécdota que me parece que describe muy bien cómo fueron aquellos tiempos.

El caso es que por aquel entonces había un museo en Madrid que se llamaba de Arte Contemporáneo, donde ahora está el Museo del Traje, en el que se habían colocado algunas obras que venían de otro sitio, y aunque no era gran cosa, era lo que había. El director era Álvaro Martínez Novillo, y yo le fui presentando a los galeristas como director del museo, y también le pedí que él fuera preguntando precios, como si tuviera intención de comprar, aunque yo sabía que no iba a comprar ninguna obra porque no tenía ni un duro de presupuesto para compras. Así lo hizo, y al acabar la feria, algunos de estos galeristas me dijeron que, como el director del museo de arte contemporáneo se había interesado por esas obras, me las dejaban, por si finalmente las quería comprar, y para que yo hiciera de intermediaria. Imagínate entonces mi papelón, porque yo sabía que todo había sido una pantomina.

"Mapas del marginado", de Dora García, 2014.

«Mapas del marginado», de Dora García, 2014.

Bueno, el caso es que me dejaron un rollo grande con las obras (en ese tiempo a las obras no se le ponían bastidores), entre las que había un Paladino y un Mario Merz, gente muy conocida. Me los dejaron a unos precios maravillosos, mínimos. Se acercaba el segundo Arco y no hacía más que pensar y ahora qué hago yo, cómo les devuelvo las obras. Entonces se me ocurrió contactar con Leopoldo Zugaza, el padre de Miguel Zugaza, que era el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao y muy amigo mío, porque sabía que el museo tenía un poco de dinero y él compraba obras porque le interesaba mucho el arte contemporáneo. Así que me fui a Bilbao y le enseñé las obras a Leopoldo; las puse todas en el suelo y le dije: “Es baratísimo, todo esto vale 800.000 pesetas, baratísimo; un Mario Merz de casi 3 metros por 150.000 pesetas…”. Y se las quedó todas. Tan baratas resultaron, que al cabo de los años, cuando ya había cambiado la dirección, me llamaron del Museo de Bellas Artes de Bilbao para preguntarme si eran obras auténticas por el precio pagado…

 P. Todo eso cambió, lógicamente, con el tiempo.

J. A. Claro, se fue convirtiendo en una feria más profesionalizada, más parecida a otras ferias internacionales, y sobre todo en una feria más comercial, donde a lo que se viene es a vender y a conseguir contactos con coleccionistas para posibles ventas. Feria quiere decir mercado, y esto no deja de ser un mercado.

P. Ya es el cuarto día de la feria. ¿Se están cumpliendo las expectativas de ventas? ¿Se nota la mejoría en este sentido con respecto a años anreriores?

J. A. Sí, está muy animada, y han venido muchos coleccionistas, aunque en mi caso, como siempre, he vendido más a coleccionistas internacionales que españoles. De hecho, creo que de todas las piezas que hemos vendido hasta ahora, solo una ha sido comprada por un coleccionita español. Sobre todo tengo muchos coleccionistas belgas, suizos (una fundación y un coleccionista), soy muy conocida fuera de España. Sí que se ve que los coleccionistas españoles están interesados, se acercan, preguntan mucho, pero no llegan a las piezas importantes, las más caras que tenemos, sino que van por los precios medios, más asequibles.

"Sin título", de Jiri Dokoupil, 2014.

«Sin título», de Jiri Dokoupil, 2014.

P. Como galería, ¿seguís apostando por artistas jóvenes españoles?

J. A. Sí, claro. Yo represento a treinta y dos artistas, la mitad de los cuales son españoles. Pero todos internacionales en el sentido que tienen mucha proyección internacional, porque yo siempre he trabajado mucho fuera de España.

P. ¿Hacéis muchas ferias fuera de España?

J. A. Ya todo el mundo se va dando cuenta de que el arte es universal y que hay que tener prestigio a nivel interncional para ser “alguien”, y la única forma que tenemos las galerías de que te conozcan fuera es acudir a las ferias, para contactar con los coleccionistas y los críticos internacionales. Y cuanto más prestigio tiene una feria, mejor, aunque claro, más prestigio también supone una selección más severa, pero bueno, cada cual se va ubicando donde va pudiendo.

Antes de crear ARCO pensé que lo mejor que podía hacer era participar en una feria pasa saber qué necesita y qué espera un expositor de la oganización. Por eso estuve en Basilea en el año 81, la pimera feria que fui, y desde entonces he ido prácticamente a todas las importantes.

Saber lo que pasa en el mundo es la única manera de ubicar en su justo sitio dentro del mundo del arte a los artistas a los que representas, y para eso no vale lo que te cuentan, lo tienes que ver tú.

"Isaac", de Maria Joao, 2014.

«Isaac», de Maria Joao, 2014.

P. ¿En las ferias descubres artistas nuevos?

J. A. Para mí, la base de una feria es promocionar a mis artistas, por eso llevo lo mejor de ellos. No voy a buscar, pero si veo algo que me interesa lo sigo, aunque de entrada no me lanzo. Ahora voy a coger a dos artistas portugueses que trabajan juntos y tienen fecha para exponer en octubre en mi galería. Ahí nos conoceremos más y veremos si seguimos juntos o no, porque esto es como un parentesco. Tiene que surgir un vínculo entre el galerista y el artista, y eso lleva tiempo, aunque no es solo que encajen conmigo sino también con el resto de artistas. A estos artistas los he ido viendo en ferias, pero no te puedo decir todavía quiénes son.

Como Juana Aizpuru no quiere descubrir quiénes son, habrá que esperar a octubre para saber quién es esta pareja portuguesa.

Ángela SANZ COCA

One Reply to “Juana Aizpuru: «En la primera edición sabíamos que no íbamos a vender, pero pasaron tantas cosas…»”

  1. ¡Qué bien leer lo que cuenta Juana Aizpuru de los comienzos de la feria! Y qué lástima que haya cambiado tanto que ahora solo sea un mercado del arte. Supongo que por eso las entradas son tan caras, porque no quieren que el público en general y que no va a comprar obras vaya a ver qué hay en el arte contemporáneo.

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