El Museo de Culturas del Mundo, que acaba de abrir sus puertas en la Ciudad Condal, ocupa dos edificios históricos, la casa Nadal y la del Marqués de Llió en la calle Montcada. Eminentemente didáctico y con un discurso museístico que propone una lectura transversal, la exposición permanente expone piezas de África, Oceanía, Asia y América provenientes del Museo Etnológico de Barcelona y de las colecciones de la Fundación Folch, la Fundación Arqueológica Clos y la Colección Arqueológica Duran Vall-llosera
Las dos casas que albergan este nuevo museo ya habían acogido anteriormente el Museo Textil y de la Indumentaria y el DissenytHub Barcelona (DHUB), que ahora se han trasladado al nuevo Museo del Diseño. Después de más de dos años de obras de rehabilitación del edificio, conformado por dos casas de los siglos XIII (marqués de Llió) y XIV (Nadal), se han eliminado las intervenciones que se habían efectuado en épocas posteriores, lo que ha permitido descubrir dos maravillosos artesonados que permanecían tapados, de los siglos XIII y XIV, con unos dibujos increíbles que retratan pasajes de la vida gremial y de los viajes emprendidos por la Corona de Aragón en esa época. Y es que precisamente para los responsables del museo, el edificio forma parte del discurso expositivo porque pone en relación a Europa con los otros cuatro continentes, así como ellos mismos afirman el propio edificio es la parte que correspondería a Europa.
Los fondos del museo provienen del antiguo Museo Etnológico de la ciudad y varias donaciones particulares, como la colección de la Fundación Folch, creada por el empresario Albert Folch, que ha prestado durante veinte años alrededor de 2.400 piezas procedentes de África, Asia, América y Oceanía. Otros préstamos a largo plazo que ha recibido el museo pertenecen a la Fundación Arqueológica Clos y la Colección Arqueológica Duran Vall-llosera, así como una pequeña parte que ha dejado en depósito la universidad de Cambridge y que cada tres años renovará las piezas prestadas.
La idea que subyace en el museo es la de mostrar la creación artística de culturas de África, Oceania, Asia o América y la relación que en cada una de estas sociedades el ser humano ha tenido con el universo, sus creencias y rituales. Porque desde el conocimiento de las culturas que no conocemos se llega a la tolerancia y, por tanto, a la diversidad cultural y el entendimiento entre los distintos pueblos del mundo.
El museo hace una lectura de las piezas que se exhiben en relación siempre con el uso, rituales, religión, arte o guerra del lugar a donde pertenecen. Para ayudar al visitante a que se sitúe en el espacio y en la época de donde proceden, en cada sala se muestra un mapa del lugar donde se asienta o asentaba esa cultura y textos explicativos de esa sociedad. Y para que el visitante ponga en relación las piezas que se exhiben con el lugar de procedencia, en cada una de las salas también hay una pantalla que proyecta vídeos o documentales de las expediciones que Albert Foch realizó a estos países y que muchas veces eran financiadas por el ayuntamiento de Barcelona.
Un aspecto muy importante del discurso expositivo es el recorrido que han propuesto por las distintas salas, ya que aunque en principio son culturas muy diferentes, al pasar de un continente a otro, no hay una ruptura radical, sino que poco a poco se va percibiendo una evolución donde destaca en algunos casos el gran sincretismo entre las religiones, cristiana, musulmana o budista, y el arte.
De África a Centroamérica
El recorrido por la exposición permanente se inicia África, donde se exhiben sobre todo piezas del arte del antiguo reino de Benín y de la cultura de los fang de Guinea Ecuatorial, aunque también están representadas las culturas de África occidental y central. Figuras ceremoniales, figuras-relicario destinadas al culto de los dioses, máscaras, rituales de la fertilidad y a la protección de los espíritus, donde destaca una figura antropomorfa de latón, del pueblo edo del Reino de Benín. El recorrido finaliza en «una especie de capilla» donde se muestran las soberbias piezas de arte cristiano procedentes de Etiopía, como cruces o una maravillosa pintura.
En la primera planta se exhiben obras de Oceanía y Asia. El recorrido comienza con Nueva Guinea, cuyo eje principal es la Casa de los Hombres, de la franja del río Sepik. Para pasar a las ceremonias de iniciación de los abelam, las ceremonias funerarias de los asma, las máscaras y las antiguas esculturas de la región del río Karawari. De ahí se pasa a Oceanía, donde destacan las pinturas sobre corteza de abedul de Australia, que al ser estudiadas recientemente por expertos del museo y de la universidad de Cambridge, se han puesto en valor al descubrirse que muchas de ellas pertenecen a artistas de renombre de Australia, y, para finalizar, la Polinesia. Entre las obras destacan un reimiro de la cultura rapa nui de la Isla de Pascua, de madera tallada y obsidiana negra.
En la parte correspondiente a Asia hay dos salas dedicadas a las islas Filipinas y a Indonesia (entre otras, una impresionante figura funeraria tau tau, de madera, algodón, conchas y pelo de las Islas Célebes), De la India se exhiben distintas representaciones escultóricas de Visnú y Shiva, desde el siglo V al XVI, y esculturas y algunos elementos arquitectónicos de los siglos XVII, XVIII y XIX. Hay un apartado dedicado al arte indoeuropeo de Gandhara, donde es muy patente el sincretismo del que hablábamos anteriormente al fusionarse tanto las formas como la iconografía del arte clásico griego con el budismo. También se muestran piezas del Tibet, para finalizar con la expansión del budismo en Tailandia y Birmania. Afganistán y Pakistán también están presentes. De ahí, y subiendo una planta, el visitante podrá ver tres salas dedicadas a Japón (con una gran colección de dibujos y de cerámica), China y Corea.
La exposición permanente finaliza en las seis salas dedicadas a la América precolombina, desde Mesoamérica, con cerámicas que representan figuras funerarias procedentes del occidente de México, hasta las cerámicas de la Gran Nicoya y de la vertiente Atlántica, en las Tierras Altas de Costa Rica. Para finalizar con una representación de las artes de las culturas precolombinas de la zona andina, donde destacan unas figuras femeninas de Valdivia de 3000-1500 a. C., hasta el imperio Inca.
Dentro de los proyectos del museo, está la organización de tres exposiciones temporales al año en una sala hecha ex profeso para albergarlas. La primera será inaugurada en mayo y estará dedicada al tema de la escritura. Y en la entrada al centro se ha habilitado una vitrina donde se expondrán obras que permanecen en los almacenes y que cambiarán cada dos o tres meses, con cada una de estas «pequeñas muestras» se editará un folleto explicativo. Han comenzado mostrando algunas marionetas de sombras de Asia, un juego de luces permite al visitante ver la sombra proyectada en la pared, a la manera de cómo se veían en la representación en los teatros.
Ángela SANZ COCA