Bajo el nombre de «Obras maestras que se encuentran», el Museo del Palazzo Pretorio de Prato expone, hasta el 31 de enero del próximo año, una serie de pinturas de grandes artistas de las escuelas de Venecia y Florencia, pertenecientes a la colección de la Banca Popolare di Vicenza
En el presente año, la región de la Toscana no cesa de ofrecer a sus visitantes maravillosas oportunidades para conocer sus mejores frutos en el mundo artístico. En esta ocasión nos trasladamos a Prato, situada a unos escasos veinte kilómetros de la gran capital, Florencia. Esta pequeña y encantadora ciudad guarda aún entre sus calles y edificios el eco del medievo, como podemos apreciar en la renovada apariencia de la sede que acoge la presente muestra, el Palazzo Pretorio. En sus salas expositivas recientemente reformadas, se puede contemplar con este motivo cerca de noventa obras de renombrados pintores de las escuelas de Venecia y Florencia, piezas que van desde el primer Renacimiento hasta el siglo XVIII.
Las obras pertenecen en su totalidad a la colección de la Banca Popolare di Vicenza, y es la primera vez que se hace un gran esfuerzo por reunirlas a todas en un mismo espacio. La mayor parte de ellas se muestran habitualmente en el Palazzo Thiene de Vicenza —obra maestra del gran arquitecto Andrea Palladio y sede de la empresa bancaria mencionada—, pero también vemos otras muchas traídas de Milán, Palermo, Roma, Nueva York y Moscú. Con este rico tesoro se ha ideado un original proyecto expositivo que confrontan las obras del Véneto con las florentinas, para apreciar en conjunto sus semejanzas y disparidades.
Gracias a ello, podemos ver en una misma sala el Crucificado en un Cementerio Hebreo, una de las obras más excepcionales salida de los pinceles de Giovanni Bellini, realizado hacia 1480, y la Coronación de Espinas de Caravaggio, llevada a cabo más de un siglo después. En el primero, se vislumbra el acusado influjo de su cuñado el genial pintor Andrea Mantegna, gran representante del Quatrocento italiano, junto con una original vista de lo que sería la Vicenza renacentista, mientras que en el cuadro del pintor barroco lo que importa no es el fondo, sino el sentimiento que aporta sus ausencias y silencios a través del juego de luces y sombras, estableciendo un conmovedor juegos de miradas entre Cristo y sus agresores.
Este planteamiento se ve enriquecido al no haberle dado al discurso un sentido cronológico como es costumbre, sino que las piezas se reúnen en cuatro grandes grupos temáticos. Las dos obras mencionadas se encuentran dentro del bloque de pintura religiosa, denominada “Imago Magistra”, en el que además se pueden contemplar otras muchas de pintores como Filippo Lippi, Giovanni Bonconsiglio, los Bassano o Francesco Maffei. Todas ellas están ordenadas en pequeños conjuntos según su iconografía o asunto narrado, como pueden ser la Pasión de Cristo o las representaciones de la Virgen con el Niño, de tal manera que no sólo se percibe diferentes estilos, sino también se aprecia distintas maneras de abordar un mismo tema.
La siguiente sección, “La Imagen Perfecta”, está reservada a la herencia del mundo clásico, a los dioses olímpicos y sus historias mitológicas. En ella los artistas del Manierismo y del Barroco clasicista son los protagonistas. Como el florentino Cesare Dandini, con cuyo Apolo se abre el desfile, que nos lleva hasta la sutilidad de las alegorías del tiempo y de las Edades del Hombre del veneciano Pietro della Vecchia, dejando atrás las no menos evocadoras poesías de Giannantonio Pellegrini, entre otros.
Importantes personalidades están efigiadas y representadas en el tercer apartado, titulado “El rostro de la Idea: el Retrato”. Una de los más interesantes es el Retrato del Dux Nicolò da Ponte, del taller de Tintoretto, o el Retrato histórico de Tommaso di Guccio Soderini, atribuido a Agnolo Bronzino, quien idealizó, casi dos siglos después de su muerte, a este caballero que participó en la revuelta de los Ciompi en 1385, y sería posteriormente nombrado gonfaloniere de Justicia. De no menos valor es el Retrato de Isabel d’Este disfrazada de flora, realizado por Justus Sustermans, pintor flamenco que desarrolló su carrera bajo el patronazgo de la familia Medici. Aunque la obra de este género que tiene especial relevancia en la colección es la Cabeza de un anciano de Giandomenico Tiepolo.
La muestra se cierra con el bloque dedicado a “La Naturaleza hermosa”, donde los amplios paisajes se mezclan con las representaciones de naturaleza muerta, jarrones rebosantes de bellas y carnosas flores. El recorrido concluye con ejemplos de esta temática a través de las pinturas de Zuccarelli, Zais, o Chimenti.
Muchos son los exponentes del arte italiano que el espectador puede redescubrir en este evento, en el que quince de las obras exhibidas ven la luz pública por primera vez. Precisamente, es éste uno de los objetivos principales de la gestión del patrimonio artístico de la Banca Popolare di Vicenza, recuperar obras de las escuelas italianas extraviadas en mercados de antigüedades en distintos puntos del mundo, para volverlas a mostrar al pueblo de este país y prestarlas a otros museos internacionales, para que funcionen como embajadoras de la cultura italiana.
Todos estos buenos propósitos sólo pueden dar como resultado una maravillosa exposición, cuya organización no sólo se ha ocupado de plantear la exhibición, sino que también ha desarrollado una serie de facilidades para que el espectador pueda visitarla. Con este motivo, se ha conseguido una serie de convenios con numerosos restaurantes, hoteles y comercios de la zona, que dan ciertas ventajas, promociones y descuentos a aquellos que hayan adquirido la entrada de la muestra.
Por todo ello, y teniendo en cuenta que las vacaciones de Navidad están a la vuelta de la esquina, es una buena ocasión para conocer la bella ciudad de Prato, que demora el cierre de esta exposición hasta finales de enero, para que un mayor número de interesados pueda ahondar en el deleite de la pintura de dos grandes escuelas del arte mundial, la veneciana y la florentina.
Rafael JAPÓN
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