El «poeta y el pintor», de Ana R. Fischer, se sitúa en esa escuela de la novela histórica adulta que hace suya la ley de las contradicciones de la buena literatura, es una novela tan delgada como llena de saberes, lecturas, datos…
Es necesario decirlo: el auge popular de la novela histórica en forma de “best-seller” ha producido monstruos.
Volúmenes de muchas páginas y escasos conocimientos, en que los personajes de cualquier época cuentan el tiempo en “minutos” y se reprochan no ser lo suficientemente “psicólogos”, o lo contrario, se vanaglorían de serlo … antes de la aparición histórica de los relojes con minutero y de Freud, por señalar dos defectos que son muy habituales.
La gente ingenuamente se inclina por ese tipo de obra ya que piensan “aprender algo” de historia, arte o lo que sea (es el “docere delectendo” de Ovidio) dejándose llevar por la facilidad de un esquema narrativo de previsibles y repetitivos alicientes. Aunque también hay, en el lector de la novela histórica, una cierta voluntad de ir hacia atrás, para así escapar de las complejidades de una contemporaneidad, cuyo feroz despropósito se le antoja excesivamente hiriente.
Sin embargo, el género histórico, ha producido algunas obras maestras, pienso en Marguerite Yourcenar y en Umberto Eco, en que queda claro exactamente lo contrario.
Ya que para leer sus obras, y sobre todo para disfrutarlas plenamente, es requisito imprescindible “saber algo” del periodo o contexto en que se desarrolla la acción de la novela. Y aunque no hay duda que estos libros aportan y/o refrescan, datos, conocimientos, sensibilidad, y además dibujan el retrato profundo de una época pasada. Es precisamente con ello, como nos devuelven a lo que constituye la “complejidad ” de otros momentos históricos y con esto se indaga de refilón, en nuestra propia problemática contemporánea.
En esa escuela de la novela histórica adulta se sitúa el libro de Ana R. Fischer, haciendo suya la ley de las contradicciones de la buena literatura, es una novela tan delgada como llena de saberes, lecturas, datos, etc.
Lo primero que llama la atención del libro es el léxico, cuya precisión y riqueza estalla en un festín de fuegos artificiales en cada página. Es un muy detallado estudio del patrimonio de objetos de los siglos XVI-XVII, una especie de acta notarial de los bienes muebles (e inmuebles) de la época. Sólo por ello, este libro debería ser de lectura obligatoria en las asignaturas de arte, literatura e historia del siglo de Oro español.
En segundo lugar destaca que el cuerpo mismo de la novela es una conversación: es el recuento, muy natural y bien traído, aunque necesariamente arcaizante, primero del monólogo interior, y luego de la conversación, de D. Luis de Góngora con El Greco, y con ello de los temas intelectuales que entonces estaban en debate.
En el caso del arte: la nobleza de la pintura, la primacía de una pintura de ideas sobre una pintura de “realidades”, el lugar del retrato como género… todas estas cuestiones teóricas hallan relieve en el texto, además de cuestiones más anecdóticas pero que reflejan bien “el espíritu de los tiempos” como son la rivalidad entre Lope y Góngora, el carácter oral que tenían entonces muchos “textos” literarios, el discurrir de la fama, y el papel de la Corte en la vida de los grandes artistas.
Finalmente queda la gran cuestión: ¿De qué trata la novela? Que suele confundirse con esta otra: ¿Qué ocurre? Preguntas que no son lo mismo y no se pueden responder igual.
Pues ocurrir, lo que se dice ocurrir, no ocurre nada. Pero tratar, trata de todo: de la amistad, de la admiración, de la ambición, de las lucha por ser reconocido, de las necesidades de la vocación, de la belleza de la vida, de los pequeños placeres y las pequeñas miserias sobre los que se construyen los días…
Los personajes quedan bien dibujados, con la debida distancia y la suficiente familiaridad, puede uno soñar haberlos oído hablar y pensar, razonar, emocionarse, sentir, dudar.
Se cierra la novela con pesar y siente uno, como Lope de Vega expresó con magisterio, nostalgia y añoranza de la liviandad de una vida pasada y de un momento álgido de la misma, que hemos estado cerca de entender y sentir, el latido de una época, y nos queda al fin : “un breve olor a Corte, como aposento en que estuvieron guantes”….
Amparo SERRANO DE HARO
El poeta y el pintor, de Ana Rodríguez Fischer, Ediciones Alfabia, 172 págs., 16,15
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