Rafael Canogar: reinventar la pintura

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A propósito de la retrospectiva sobre su obra en la sala de arte Van Dyck de Gijón, Rafael Canogar (Toledo, 1935) cuenta que está en el momento de reivindicar la pintura. «Creo que ha tocado el momento de rescatar el espacio de la pintura, recuperar su dimensión poética y metafórica, su capacidad de ilusionarnos, de enamorarnos, de vibrar de nuevo con ese espacio de la pintura, de la buena pintura. Retomar el hilo del discurso de la pintura pura, nada más que de la pintura y su capacidad de comunicación, ¡nada más! ¡Y nada menos! Pero quizás no se trata solo de recuperar la pintura, es la independencia, la libertad de pensamiento, la ética, lo trascendente, lo sublime: reinventar la pintura».

Estas palabras del artista, cargadas de inquietud y ambición, son la mejor invitación para bucear en la exposición, Canogar, una visión retrospectiva. Se trata de una cita especialmente importante para la galería asturiana. Se celebra el año en el que cumple 30 años y le dedica (cosa sin precedentes) todo su espacio, dividido en dos salas. De forma monográfica es la tercera vez que el artista manchego recala en Van Dyck, pero además su obra ha formado parte de muchas colectivas. Son viejos conocidos, por tanto. Desde Van Dyck destacan el carácter revolucionario de su obra, tanto en lo técnico como procesual, pero sobre todo insisten en el «fondo poético que trasciende épocas, [su obra] representa a la perfección el espíritu de las vanguardias».

La trayectoria de Canogar es ya larga. La primera vez que expuso fue en 1954, época en la que, según cuenta Francisco Calvo Serraller, se decantó por la abstracción, unos años antes de formar parte del grupo El Paso. Nos dejamos guiar por las palabras de Calvo Serraller para perfilar la evolución de Canogar: «[…] su primer maestro, Vázquez Díaz, fue un introductor en España del lenguaje cubista, raíz y fundamento de toda la abstracción posterior, pero el siguiente paso de Canogar, más autónomo y maduro, estuvo determinado por la asimilación de la vanguardia informalista y del expresionismo abstracto, y sus subsiguientes pasos, ya a partir de la década de 1960, tuvieron asimismo que ver con la deriva abstracto-figurativa de Rauschemberg, el Pop o la abstracción post-pictórica; esto es: con las líneas de innovadora experimentación vanguardista internacional. En cualquier caso, sean cuales fueran las influencias que determinaron la evolución de Canogar, lo verdaderamente relevante ha sido cómo las hizo suyas, o, si se quiere, cuál ha sido su personal impronta».

La coherencia de su trayectoria se certifica ahora en Van Dyck. La galería recoge obras de 1958 a 2013, cuadros que, según la etapa, resuelven de una manera distinta la tensión (con gestualidad empastada, con desgarros, sombras, trenzados…), pero siempre celebrando la pintura. «Me gustaría decir que mis cuadros actuales no son otra cosa que pinturas como entidad en sí misma. Una pintura desnuda, sin concesiones ni guiños (como fue el informalismo). Una pintura radical y esencial», cuenta para la exposición.

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